Sábado, 9 de mayo de 2015 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL ARMONIQUISTA BLUSERO NICO SMOLJAN
Junto a su banda Shakedancers se presentará esta noche en La Trastienda. “El disco es algo que necesitás, pero lo que más me gusta es tocar en vivo”, dice sobre su pasión por la zapada con músicos amigos, algo consustancial al espíritu del género.
Por Cristian Vitale
Una especie de bluesbreakers extemporánea y a la criolla es la excusa para presentar su disco (Nico Smoljan & Shakedancers). El, más su nutrida banda viajera, e invitados de la talla blusera de Daniel Raffo, Roberto Porzio, Pablo “Negro” Gutiérrez, An Díaz y Orianna Anderson, entre muchos otros, irán bajando y subiendo de escena para vestir de sonidos negros, rabiosos y arrastrados a La Trastienda (Balcarce 460) hoy, a las 23.30. “Sólo falta un detalle”, se lamenta Smoljan, armoniquista nacido en Neuquén y afincado en Once: “No pueden estar tres que estuvieron en el disco”. Es que tal trío está a la altura de su lamento porque, claro, son quienes sumaron entidad, experiencia e identidad a un disco de blues puro y parejo de por sí: Lurrie Bell, el guitarrista de todos los grandes; el “tradicional” Eddie Taylor Junior y Mud Morganfield, hijo mayor del patriarca Muddy Waters. “A todos ellos los acompañamos en sus giras por Sudamérica y por supuesto no podíamos dejar pasar la oportunidad de hacerlos grabar. Fue un honor, y lo es aún más haber terminado un disco con ellos”, asegura Smoljan.
Es que tanto Taylor como Bell y Morganfield hijo no estarán, pero estuvieron a través de la desgarradora y enérgica “Honey Bee”, de Muddy Waters, en el caso de Bell; de “You’re the one” (James Lane) y “I got to find my baby” (Edward Taylor), en el de Taylor; y de la mil veces versionada “Mannish Boy”, de Waters padre, nada menos que en la voz de su hijo. “Ellos suelen venir a tocar a Brasil o a la Argentina y, por una cuestión de costos, buscan músicos de aquí. Es algo que en el blues se puede dar con mucha naturalidad, porque es un lenguaje universal... da para ir a otro lugar y tocar con músicos que no conocés, porque el estilo, a diferencia de otros, te lo permite perfectamente”, señala Smoljan, sobre los aportes de esta tríada de bluseros estadounidenses que a modo de contraprestación blusera –o solidaridad, más bien–, participaron en el disco del neuquino, grabado en forma analógica y editado por el sello brasileño Chico Blues, el más importante del género en Latinoamérica. “En el caso de Lurrie, hicimos cuatro giras con él y particularmente es el guitarrista del estilo Chicago que más me gusta”, determina este luthier y endorser de las armónicas Hohner en Argentina.
–¿Lo corroboró vivencialmente con Lurrie?
–Sí, claro. Lo tenía en la habitación de al lado en un hotel de Brasil y cada vez que se despertaba a la mañana repetía alguna frase de algún tema, durante tres horas, y yo me quedaba escuchándolo, porque tiene esa magia de cantar lo mismo setenta veces y no cansarse. Y claro, el tipo tocó con todos los grandes. Grabamos “Honey Bee” con él y la canta de manera estremecedora. Ese día estaba prendido fuego en el estudio, lo grabamos en una sola toma y se generó una energía tremenda, que es imposible de notar en el disco.
–No le gusta el estudio, se intuye...
–Es que el blues es más de lo espontáneo, la improvisación y los “estados de ánimo”. Esto es difícil de plasmar en un estudio. El disco es algo que necesitás, pero lo que más me gusta es tocar en vivo, y es difícil hacer lo mismo en ambas instancias. Por ahí si fuera canción pop sí, pero éste es un género diferente. Tiene mucha improvisación, que es una forma de composición instantánea en la cual no podés corregir cosas. Lo que sale, queda. Si bien el esqueleto es siempre el mismo, porque la armonía de blues no es tan complicada, lo más interesante es el cambio de ánimo.
–Con Morganfield, el hijo de Muddy, hicieron “Mannish Boy”, que debe tener una infinita cantidad de versiones. ¿Le encuentra alguna particularidad a la de ustedes?
–No sé. Hay tres guitarras bien eléctricas, bien power; y la armónica suena saturada. Suena potente.
–Rabiosa...
–Sí, ése es el adjetivo perfecto. Pero lo más importante es que la cantó Mud, y es un flash eso porque se parece mucho físicamente a su padre y porque cuando canta, cerrás los ojos y parece que estuvieras tocando con Muddy Waters. Hay temas en los que realmente se parecen mucho.
El nombre de la banda (Shakedancers) imita el de un tema de otro ídolo de Smoljan: Little Walter, bluesinger de Louisiana, muerto joven (38 años) en Illinois. “Es un homenaje a él porque a mi entender fue de los músicos más creativos del género. El, a diferencia de músicos regrossos como B.B. King, Albert King u Otis Rush, no se repetía jamás. Era una caja de Pandora que no terminaba nunca de sorprenderte... una máquina de improvisar. Tenía una creatividad tremenda, y fue el primero en conectar un micrófono de armónica a un amplificador valvular, que fue la cosa más característica de la banda de Muddy Waters, donde él hizo casi toda su carrera”, determina Smoljan que, con 35 años a la fecha, sigue sumando millas bluseras. “Yo soy de Neuquén y cuando conseguíamos un disco nos juntábamos todos en la casa del que lo había conseguido y la única actividad era escuchar el disco todos en silencio. Lo escuchábamos cincuenta mil veces (risas), te conocías toda la historia del disco, de los músicos, por eso digo que estar tocando con tipos que te morías por conocer es increíble, una locura. Y grabar, ni hablar”, se entusiasma el músico, que aportó tres temas propios: “Booguiebuck”, “Little blue girl” y “Once 3 AM”. “Este es un homenaje a mi barrio actual, que compuse con armónica cromática a esa hora. Es un blues lento, con influencias de grandes cromatistas como George Harmonica Smith, a quien trato de emular. Y ‘Booguiebuck’ es un boogie bien rápido, instrumental, que se fue armando solo... cero plan.”
–¡A lo de Canned Heat!
–¡Ojalá...! (risas). Qué gran banda ésa, también.
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