Viernes, 3 de julio de 2015 | Hoy
MUSICA › ESTA NOCHE, EN LA BALLENA AZUL
Hijo de un escultor, acostumbrado a tertulias en las que podían estar Lino Spilimbergo, Antonio Berni o Leopoldo Marechal, la música de infancia de Manolo Juárez fue el Cuarteto Nº 5 de Béla Bartók, que oía su padre. Escuchó un impromptu de Schubert en un acto escolar, tocado por un compañero, y la conmoción hizo que le compraran un piano y comenzara a tomar clases. De adolescente, apenas tocaba una pieza de tradición popular, un boogie woogie. Empezó a trabajar como músico, sin embargo, en boliches de putas.
“El gallego, el dueño, me preguntó qué sabía tocar además de ese boogie woogie y le contesté ‘nada’. Entonces le dijo a un pianista cuyo nombre ya no recuerdo: ‘Te encargo este pibe; se va a venir todas las tardes y vos enseñale lo que tiene que tocar’.” Es, sin duda, uno de los músicos más influyentes de la Argentina. Si las formas de las especies tradicionales pudieron despegar hacia otras búsquedas fue gracias a su impulso. Cuenta que el Mono Villegas preguntaba, al escuchar a folkloristas, “por qué dicen que ahí va la segunda si vuelven a tocar la primera”. Y creó una “Chacarera sin segunda”, una pieza fundante que integraba el recordado disco Tiempo reflejado –donde entre otros tocaba un joven Dino Saluzzi–. En su definición de sí mismo insiste, no obstante, en que no es pianista. “Pianista es Salgán; yo soy un tipo que toca el piano.”
Pero Juárez es, además, un gran maestro. Si se juntaran todos los músicos importantes de este país (y de hecho algo bastante parecido sucederá esta noche) sorprendería el número de quienes se consideran sus discípulos. Uno de ellos, Adrián Iaies, lo resume con claridad: “Yo no soy quién para juzgar su música, ni siquiera su pianismo. Simplemente eso no ha sido determinante en mi formación como músico. Ni sus composiciones, ni sus bellísimos arreglos sobre un repertorio (el folklore argentino tradicional), que hace 40 años cuando no se habían inventado conceptos como ‘relectura’, ‘deconstrucción’ o ‘transversalidad’ parecía inmodificable, ni su forma de tocar el piano (vale recordar que él nunca dejó que se lo llame pianista y no daba clases de piano), han sido determinantes para mí. Todo eso podría no haber existido y yo sería, probablemente, el mismo pianista que soy. Y, sin embargo, yo no puedo explicarme a mí mismo en tanto músico sin aclarar que fui su alumno.”
La idea de este homenaje, del que participarán el propio Juárez, Iaies, Jorge Navarro, Luis Salinas, Diego Schissi, Leo Sujatovich, Carlos “Negro” Aguirre, Daniel Homer, Haydée Schvartz, Elías Gurevich, Marián Farías Gómez, Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré, Mono Izaurralde, Galo García, Verónica Condomí, Pablo Fraguela, Nicolás Guerschberg, Roberto Calvo, Mono Hurtado, Colo Belmonte, Lucas Homer y Facundo Guevara, fue de Lito Vitale, que, desde luego, también será de la partida. Hoy, en el escenario de La Ballena Azul, participan de Tiempo reflejado el nombre con el que bautizaron el encuentro rinden tributo, en todo caso, tanto a una música (y al conjunto de posibilidades que esa música abrió) como a una persona. Aquel que, en palabras de Iaies, “inoculó la pasión por la tarea musical, considerada en tanto manualidad, artesanía, labor. Trabajar, trabajar, trabajar, no conformarse, saber que un gato siempre tiene cinco patas, y que simplemente hay que saber hurgar”.
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