Lunes, 27 de julio de 2015 | Hoy
MUSICA › NOTABLE RECITAL DE CRAIG TABORN EN LA BALLENA AZUL
En el marco del Festival Piano-Piano, el músico estadounidense, que compartió escenario con Francisco Lo Vuolo, llevó al extremo las posibilidades del instrumento, sintetizando fuentes e influencias, que tienen que ver con distintas épocas y latitudes.
Por Santiago Giordano
Fue Franz Liszt, alrededor de 1840, el que acuñó el término “recital”, para referirse a sus presentaciones solitarias en el piano. Oscuridad en la platea, luz baja en el escenario y silencio absoluto en la sala, para que la música –a través de las dilucidaciones del intérprete– llegara impoluta a un público necesariamente atento, eran algunas de las características de lo que enseguida perduraría como una de las ceremonias posibles de la escucha musical. También fue el insigne húngaro el que supo hablar de trascendencia, cuando el resultado musical prevalecía por sobre la técnica instrumental de la misma manera que el espíritu se desprende de la materia.
Hace mucho ya que esas ideas, que durante todo el siglo XX sostuvieron la capacidad de elevación de la llamada “música académica”, se incorporaron a la amplitud de esa manera de hacer música que con más costumbre que precisión se sigue llamando jazz. En una genealogía de pianistas, que caprichosamente podría trazarse entre Cecil Taylor, Andrew Hill, Keith Jarrett, Matthew Shipp y Brad Mehldau, el ecléctico Craig Taborn representa una continuidad radicalizada de aquella idea romántica que hoy el jazz hace propia a través de la concentración virtuosa de mundos expresivos diversos.
El sábado, en la Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner, Taborn ofreció un recital sencillamente conmovedor, en el que recorrió parte de los laberintos de un lenguaje personal, que sin forzamientos ni concesiones sabe llevar al extremo las posibilidades del piano, sintetizando diversas fuentes e influencias, que tienen que ver con distintas épocas y latitudes. Fue la primera de las dos presentaciones del pianista estadounidense –que compartió el escenario con Francisco Lo Vuolo– previstas en el marco del Festival Piano-Piano, la reseña que por estos días está poniendo sobre los distintos escenarios del CCK una inmensa variedad de muestras de la actualidad del piano y sus diálogos posibles. La otra presentación de Taborn estaba programada para ayer, compartiendo el escenario con Ernesto Jodos.
Taborn es de esa raza de músico que sin preocuparse por los rótulos logra imponer los resultados musicales por sobre una técnica descomunal. Esa fluidez se refleja en una música ordenada sobre texturas de gran sugestión, que se regeneran continuamente de distintas maneras, más por iteraciones que por desarrollos; o haciendo del empleo de las dinámicas y las articulaciones una forma de virtuosismo, como cuando plantea la construcción de distintos planos sonoros a partir de una polifonía de intensidades. Distintas formas de swing se corporizaron durante la actuación de Taborn, cuyo repertorio giró en torno a la música de Avening Angel, disco que grabó en 2011 para el sello alemán ECM y con el que se consolidó entre los pianistas más interesantes de la actualidad.
Minutos antes, en la misma sala, en el mismo piano y sobre el mismo taburete, el santafesino Francisco Lo Vuolo tuvo su momento, que aprovechó con plenitud. Lo Vuolo, clase 1982, es un pianista de sólida matriz y un temperamento capaz de dibujar ardores y respiros con idéntica sensibilidad. Su set pudo escucharse como una larga y nutrida rapsodia articulada en tres partes, en la que mostró un pianismo con abundantes recursos para construir andamiajes por los que podían pasar con la misma naturalidad ideas propias o recreaciones de clásicos como “Footprints”, algún gesto melódico de “Summertime” o “We Will Meet Again”.
Antes, en la Sala Argentina, otro excelente espacio de CCK, el festival puso al piano ante su capacidad de encabezar diálogos. Carlos “Negro” Aguirre, con Fernando Silva en contrabajo y Luciano Cuviello en batería, mostró el lado sensible del arte del trío. Sostenida sobre gestos leves, la música de Aguirre tiene la canción en su epicentro y desde ahí despliega melodías francas y delicadezas instrumentales en notable comunión emocional con sus compañeros. Cuando promediaba su actuación, se sumó al trío la inspirada flautista brasileña Lea Freire, que en la segunda parte del programa tocó a dúo con el formidable Amilton Godoy, pianista fundador de esa piedra millar de la bossa nova que es el Zimbo Trío. El dúo recorrió un repertorio de encantadora matriz brasileña, que sin caer en lugares comunes se concedía a una musicalidad prodigiosa.
Como sucede desde el primer día, las salas estuvieron llenas de un público ávido y atento, que entre la sorpresa y el goce es protagonista principal de un festival por el que todavía van a pasar la notable Haydée Schvartz, los uruguayos Leo Maslíah y Hugo Fattoruso en un concierto conjunto; Abel Rogantini, que compartirá escenario con Hernán Lugano; Lilián Saba con Marcelo Chiodi, en el mismo escenario que luego recibirá a un trío integrado por André Marques, John Patitucci y Clarence Penn; Andrés Pilar, que con Juan Quintero y Santiago Segret rendirán homenaje a los inolvidables Carlos García y a Eduardo Lagos; el Diego Schissi Quinteto junto a Benjamin Taubkin, curador del festival, quien actuará con numerosos invitados; el quinteto de Guillermo Klein con Liliana Herrero presentando el disco grabado en vivo en el Village Vanguard de New York; la inclasificable Carmen Baliero; el formidable brasileño Hércules Gómes, con el paraguayo Giovanni Primerano. Y en el cierre, un homenaje a Charly García del que participarán entre otros José Araujo, Fernanda Morello, Lidia Borda, Juan Cruz de Urquiza, Popi Spatocco y Facundo Guevara.
Aquella humorada de Enrique “Mono” Villegas en la que parafraseando el Himno Nacional alguna vez sentenció: “¡Al gran pueblo argentino, pianos...!”, piano, piano, se va haciendo cosa seria.
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