Página/12 En Uruguay

Desde Montevideo

Una mujer ha sido violada por un bandido y el cadáver de su marido es encontrado en el bosque. Todos, el bandido, ella e incluso el espíritu del muerto, convocado por una médium, confiesan la autoría del crimen. Y todos consideran que no tienen perdón. Un testigo cuenta la historia. Un leñador la escucha y la comenta. No se trata, en todo caso, de una discusión sobre la verdad sino sobre su naturaleza esquiva. Y, mucho más, sobre la condición humana.

Ryunosuke Akutagawa narra esa historia en uno de sus cuentos más geniales, “Rashomon”, que incluyó en un libro con ese mismo título publicado en 1915. Y Akira Kurosawa filmó, en 1950, una película basándose en ese relato y en “En el bosque”. Dos años después, León Biriotti vio la película en Montevideo. Con una puesta ascética, una escenografía inquietante y un elenco sumamente comprometido en lo dramático, aquel joven, ahora con una vasta trayectoria como compositor, estrenó este fin de semana, en el auditorio del Sodre de esta misma ciudad, una ópera basada en esos cuentos y titulada, claro, Rashomon. “Las vanguardias ya no son modernas”, dice el compositor, que las transitó a conciencia, después de la función del martes por la noche en la que él, su libretista y directora escénica Sandra Massera, Fernando Condon, el director musical, su escenógrafo, Carlos Rehermann y un notable elenco encabezado por la soprano Eiko Senda y el barítono Federico Sanguinetti, fueron saludados con una calurosa ovación.

No es común el estreno de nuevos títulos líricos en América del Sur. Y mucho menos de compositores vivos y nacidos en estas tierras. Baste como dato que, en el caso del Sodre, Rashomon es el tercera ópera de autor uruguayo presentada en toda su historia. Biriotti, alumno en la década de 1960 del legendario Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales que había fundado Alberto Ginastera en el Instituto Di Tella, no lo dice pero transmite haber llegado a una cierta clase de sabiduría. El efecto expresivo de su escritura para las voces, en el bellísimo final, es una prueba de que los “ismos” quedaron lejos para él. “Uso de todo y uso lo que me venga bien” dice, aunque en su música no haya pizca de inorganicidad ni falta de estilo. Cuenta, con humor, cómo, a comienzos de los ’70, le dedicó a un contrabajista una partitura que era, en realidad, la ampliación de los garabatos que había hecho una vez mientras hablaba por teléfono con él. “Tocá lo que quieras”, dice que le dijo. Pero todavía se pregunta si aquellos dibujos “hicieron que tocara algo distinto de lo que hubiera tocado si no hubiera habido ningún dibujito”.

La interpretación en Rashomon resulta, en todo caso, esencial. Si bien no hay partes aleatorias o indeterminadas, resulta difícil imaginarse algunos de los personajes con otras voces u otros cuerpos que aquellos que los representaron. En ese sentido resulta particularmente interesante el caso de Alicia Costa, quien tiene a su cargo el papel de la médium. Vocalista de un grupo de heavy metal, nunca antes había cantado en una ópera. De las funciones participó también el Conjunto de Música de Cámara del Sodre, junto a instrumentistas de viento y de percusión invitados, que fueron conducidos con precisión y expresividad por Fernando Condos. Oboísta y autor de numerosas piezas para el teatro, además de doce sinfonías, Biriotti, a los 86 años, proyecta ya su nueva ópera, con Ana Frank –aunque no a través de su diario– como protagonista.