Sábado, 26 de septiembre de 2015 | Hoy
MUSICA › CLAUDIO O’CONNOR HABLA DEL NUEVO DISCO DE MALON Y DE SU SHOW CON LA BANDA HOMONIMA
Ayer fue publicado Nuevo Orden Mundial, con el que el grupo que el cantante comparte con otros ex Hermética rompe un silencio discográfico de 19 años. Pero el vocalista también retoma la actividad con la banda que lleva su apellido, esta noche en El Teatro Flores.
Por Mario Yannoulas
Cuando Río Extraño salió a la calle, en 2010, Claudio O’Connor no ocultó el ascendente de su estadía en el delta sobre el espíritu general de ese disco. Reubicado hoy en tierra firme y fuera de ese ostracismo autoinfligido, su vida también se asemeja a la forma de un delta: por primera vez, divide ideas en igual proporción entre Malón, grupo emblemático del metal latino con el que volvió hace cuatro años, y el grupo que lleva su nombre, con el que acaba de regresar, después de tres años de enigma y stand by.
El pulso de esta doble salida no alcanza para inocular en él la obsesión por el control. El ahora quinteto que comanda musicalmente el bajista y productor Hernán García –más que una mano derecha para O’Connor– se prepara para el show de esta noche en El Teatro de Flores (Rivadavia 7806), en la particular disposición de El Palacio, un edificio que combina grandilocuente arquitectura antigua con la circunstancialidad de una sala de ensayo, en el barrio de Balvanera. La banda toca, el cantante abre la puerta, escucha, y menea levemente la cabeza de arriba hacia abajo. “Me gusta cantar lo que compuso otro”, concede, a propósito del funcionamiento de sus grupos: “Alcanza con escuchar tres acordes para saber si suena”.
“Hasta ahora, las dos bandas sólo coincidieron una vez en Cemento, durante un concierto a beneficio. Cuando volvió Malón, en 2011, O’Connor seguía tocando, el impasse posterior tuvo que ver con que nos quedamos sin manager, los tiempos se dilataban y Malón tenía mucha actividad. Me quedé en el molde, nunca más llamé, porque pensé que no tenía sentido discutir, habían sido catorce años ininterrumpidos”, dice. El resultado del reencuentro fue la grabación de un nuevo tema, “Castigo y Perdón”, y es la punta de un nuevo disco a salir en 2016. “No hago las melodías cantadas, el grueso lo crea Hernán, que canta fonéticamente arriba de los demos que me mandan. En Malón es parecido, muchas melodías las traen los chicos. Pero son dos estilos diferentes de rock y eso para mí es una bendición. Como no compongo los riffs ni nada de eso, la diferencia se da sin demasiado esfuerzo”.
–Siempre estuvo atento a la segmentación del público rockero, o como le llamó en su momento, “la fórmula gremialista del heavy argentino”. ¿Lo sigue ocupando eso?
–Hubo durante mucho tiempo una especie de autodiscriminación del género. Se arman sectas, en una especie de futbolización del rock. Porque no consumamos el mismo estilo, no significa que no tengamos muchas cosas en común como personas, que no podamos luchar por la libertad y los derechos individuales. Esas peleas hacen que el sistema mantenga a los jóvenes divididos por estupideces. Los que escribimos letras tenemos que contarle a la gente que es así. Muchos seguidores son adolescentes, están saliendo a descubrir el mundo, y en esa época uno se confunde, dice cosas que no siente u oculta otras que le gustan para pertenecer.
–¿Cómo combina eso con la interpretación de canciones icónicas como “Evitando el ablande”, que hizo con Hermética y hoy hace con Malón?
–Bueno, no la escribí yo, simplemente la interpreto. Lo entiendo así: “las voces de discotecas no tienen cabida en esta movida” porque no se animan. Yo sí puedo ir a bailar a una discoteca, ahí sigo siendo yo. No me voy a disfrazar de Lady Gaga para ir a un after hour. Seguramente estaré tomando algo con alguien, no voy a ir a criticar sino a compartir un espacio. Una vez invité a mi hermano, que falleció hace mucho, a un concierto que íbamos a dar con Hermética en Arlequines. El no tenía campera de cuero ni nada y me preguntó qué se ponía, por miedo a que lo señalaran. “Andá así. Son adolescentes, no vas a la guerra”, le contesté. Nadie le dijo nada. Hay que voltear esa barrera estúpida. A veces esos señalamientos los proponen minorías que se filtran. He visto páginas de Facebook a mi nombre, fotos de mi familia. Nunca publiqué fotos familiares, excepto cuando murió mi madre. Algunos hasta contestan y publican como si fuera yo: “Hola, gente, los espero este sábado”. Eso no está bueno. No soy psiquiatra, pero me parece que esa gente tiene una patología y da un poco de miedo. A Lennon lo cagaron a tiros en la puerta de la casa... Y no me comparo con él, pienso en el loco que lo mató. Alguien así puede aparecer en cualquier lado, uno está expuesto y es ubicable.
A la resurrección de O’Connor, el cantante debe agregarle la salida de Nuevo Orden Mundial, el disco de Malón que vio la luz ayer, para borrar un hiato de 19 años sin material de estudio. “Tiene que ver con la realidad política del mundo, con las guerras que se crean para imponer reglas de juego –adelanta–. Por ejemplo, el conflicto de Ucrania es la nueva Guerra Fría. Europa apoya a Estados Unidos para que le venda armas a Ucrania, que está peleando contra los rusos. Mantener el poder, el comercio, la religión... Ahora Estados Unidos es amigo de Cuba pero enemigo de Venezuela. Todo eso es para mantener un orden y poder decir quién es el enemigo.”
En 2015 se cumplen veinte años de la gestación del cuarteto, que con apenas dos discos logró consolidarse como referente de la escena pesada latinoamericana, pero que carga –para bien y para mal–, con la mochila de la separación de Hermética, banda que sus integrantes formaran junto a Ricardo Iorio. O’Connor conecta el lanzamiento de Espíritu Combativo, su álbum debut, con aquel sentimiento de frustración. “Para nosotros no fue lindo que Hermética se separara. No era lo que queríamos, fue traumático. De hecho, no pensaba armar otra banda con mis compañeros, pero el Tano (Romano, guitarrista) me dijo: ‘¿Qué? ¿No vamos a tocar más juntos por el boludo este?’. Gracias a dios me lo dijo, tenía razón. A partir de ahí empecé a escribir letras oficialmente. Hubo que superar la separación, la rivalidad que se generó... No fue sencillo”, destaca.
–¿Y qué significó ese disco para la escena pesada?
–Es difícil verlo como fan cuando se es parte. No puedo ser fan de las bandas en las que toco, critico todo el tiempo. Sí puedo admirar a una banda como seguidor y desarrollar mis fantasías, que es en definitiva lo que las bandas de rock son: fantasías, delirios. Hace poco me invitaron a saludar a (el cantante de Judas Priest) Rob Halford y si no me vienen a buscar, no voy. Mirá si lo piso, o lo quemo con el pucho, y me mira mal. Yo tampoco quiero que me vean metiéndome la pizza en la boca, quiero que me vean en el escenario.
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