MUSICA › LITTO NEBBIA Y LA EDICION DEL DISCO EN VIVO EN EL GRAN REX
Para Litto, el lanzamiento permite saldar en parte la deuda por lo que quedó trunco después de aquella reunión. Aquí detalla cómo se fue gestando la reunión de la banda inaugural del rock argentino y recuerda una frase-guía de su padre: “La melodía nunca va a morir”.
› Por Claudio Kleiman
El 23 de agosto de 2007, en el Teatro Gran Rex, sucedió un acontecimiento histórico para el rock nacional. Festejando el 40º aniversario de la edición de “La balsa”, el clásico que fue también el primer hit del incipiente movimiento rockero autóctono, Los Gatos se reunieron para un concierto donde participaron cuatro de sus integrantes originales. El cantante y compositor Litto Nebbia, el tecladista Ciro Fogliatta, el bajista Alfredo Toth y el guitarrista Kay Galifi, que regresaba por primera vez desde que abandonó el grupo en 1968, para casarse con una brasileña y radicarse en ese país. Junto a Daniel Colombres y Rodolfo García en la batería y percusión (el baterista original de Los Gatos, Oscar Moro, falleció en 2006), y Fito Páez como artista invitado, dieron un concierto inolvidable con 29 temas que recorrieron toda la historia del grupo. Fue casi un milagro, ya que a esa altura pocos pensaban en que esta reunión podía producirse, tanto porque Litto había rechazado esa posibilidad durante años, como por las ausencias de Moro y Pappo, que había sido el guitarrista de la última época de la banda, durante los años 1969-70.
El milagro duró poco. Luego de sólo dos actuaciones, en Rosario y en Buenos Aires, Los Gatos volvieron a separarse, para seguir sus caminos individuales, cuando problemas con la grabadora y el management hicieron que la gira que estaba prevista y otros proyectos quedaran inconclusos. Entre ellos, la edición de este excepcional doble CD que, ocho años después, se publica por primera vez, con la edición de mañana de Página/12. Es un registro que, además de su importancia histórica, presenta una perspectiva hasta ahora desconocida (excepto para los que estuvieron allí) de la manera en que estos grandes músicos encararon, 40 años después, un repertorio plagado de clásicos como “La balsa”, “Viento, dile a la lluvia”, “El rey lloró”, “Rock de la mujer perdida”, y muchos otros. En esta entrevista, un Litto Nebbia siempre activo y apasionado recuerda la historia de esta reunión.
–Usted había tenido ofertas anteriores de reunir a Los Gatos y las había rechazado: ya se pensaba que era algo que no iba a suceder.
–Sí, tuve muchas proposiciones durante años, nunca se me ocurrió volver a armarlos. En las primeras épocas, porque no quería afianzarme en cosas que tuvieron éxito, para poder desarrollar los siguientes capítulos de locuras que hice luego. Después cuando se hizo más sólido el trabajo que fui desarrollando como solista, lo veía como una cosa que iba a ser muy engorrosa. Siempre había críticas, comentarios sobre el dinero, y yo pensaba, la verdad que para pasar un mal momento, mejor me quedaría con la historia donde está. Creo que lo que me hizo decidir a hacer el Aniversario fue lo de los Gatos Salvajes, que me envalentonó.
–Que se había realizado un par de años antes, en 2005.
–Para mí lo de Los Gatos Salvajes fue muy noble, fue encontrarse con todos los compañeros originales de la adolescencia, que sacando a Ciro y el baterista, los otros ya no tocaban, y volvieron a acordarse los temas. La Municipalidad de Rosario nos puso los lugares, hicimos como 8 o 10 shows, filmamos y grabamos, salió el disco doble, salió el DVD, salió el libro, nos apoyaron en todo, fue una gloria. Entonces, dos años después, en que se cumplían los 40 años de “La balsa”, yo ya sentía que conocía más el tema, y pensaba, “que lástima que no está Moro”, pero tampoco lo encontrábamos a Kay. Pero un día aparece un tipo que me dice, “lo vi caminando por la calle, en Flamengo” (Río de Janeiro) y me da un teléfono. Lo llamo y me pongo a hablar con el tipo, después de 32 años... impresionante.
–A partir de ahí existía la posibilidad real de una reunión.
–Entonces nos pusimos las pilas para poder armar esta cosa, y dijimos vamos a hacerla bien, tener una charla con la vieja compañía, que nos ha cagado tantas décadas. Yo me ocupé de tener las reuniones pertinentes con el que era el director, Afo Verde, y además de verlo personalmente, debo haber intercambiado unos 60 mails. Pensábamos girar por Latinoamérica, porque en esos años estuvimos primeros en El Salvador, en Chile, en Venezuela, en varios países. Iban a editar el box set con todos los discos, y yo les dije que me dejaran hacer la mezcla y la masterización, porque las ediciones que habían sacado no estaban bien. Lo hice, pero me quedé con las copias de esa masterización, porque me di cuenta de que no lo iban a sacar. Hoy en día vas a una disquería y querés comprar “La balsa”, por Los Gatos, un tema hiperfundacional, y no está. La cosa terminó de arruinarse cuando el contrato incluía volver a firmar sin límites por todo lo nuevo que hiciéramos, o sea el DVD, los discos que hemos sacado, este disco que saca ahora Página/12, todo. Entonces yo dije, pero cómo, volvemos al mismo lugar, esto es una pesadilla.
–Finalmente, terminó editando por su cuenta el disco con la actuación en Rosario (el 23 de junio de 2007).
–No sale el box set, no sale un Grandes éxitos que iban a editar, no hay apoyo de nada. A los apurones, para tener un disco para prensa, yo saqué la primera actuación, tocamos en Rosario y el disco estuvo listo a los doce días. En ese momento también se partió la empresa que nos iba a organizar los conciertos, que era una sociedad de Mario Arenas y Alberto Miguel, y se pelearon dos noches antes del debut en Rosario. Se juntaron una cantidad de asuntos, y eso hizo que hiciéramos el concierto en Rosario, que era el debut obligatorio, ya que somos de ahí, y estuvo llenísimo, 15.000 personas. Luego hicimos el Gran Rex, que estuvo lleno, un miércoles, y después no se hizo absolutamente nada. Ibamos a hacer una gira por el interior y Latinoamérica, editar un libro que escribió Mario Antonelli, un nuevo disco de estudio, y este disco en vivo que sale ahora... todo quedó en el camino. Yo al mes siguiente seguí mi vida, tocando en todos lados, solo o con banda, como fuera.
–¿Cómo concibió la formación de Los Gatos para esta reunión? Porque obviamente faltaba Moro, además de Pappo.
–Yo lo pensaba de esta manera: faltaba Pappo, pero él no era un Gato original. Pappo es un gran músico que vino durante un año con Los Gatos a hacer los solos de guitarra, que son quizás algunos de los mejores que grabó en su vida; hubo un trabajo conjunto que hay que reconocerle. Pero el tipo original, con el que empezamos haciendo un grupo bien en el estilo merseybeat como éramos al principio, era Kay. Veo que el tipo está bien, que está tocando bárbaro la viola, que progresó, y bueno, entonces vamos. Quedaba por resolver el tema del baterista. Yo pensé que nadie reemplaza a nadie, y menos cuando se trata de figuras irreemplazables, en el cariño y en la manera de tocar, como Moro. Ahora, Colombres es su mejor discípulo. Y Rodolfo García, junto con Moro, son probablemente los bateros más conocidos de los fundacionales e históricos del rock argentino. Se me ocurrió que los dos ocuparan el lugar de la batería y percusión. Moro tenía esta cosa que podía tocar lo pesado y lo melódico, entonces propuse que lo que fuera más parecido al Moro más fuerte lo tocara Colombres, y lo otro lo tocara Rodolfo. Pensaba también que al ponerlos a ellos dos, tampoco le daba la posibilidad a algún tarado de que lo entendiera como un reemplazo. Esa cosa tan fea de “este no toca igual que Moro”.
–En el caso de los temas de la época con Pappo, de “Beat Nº 1” y “Rock de la mujer perdida”, ¿cómo resolvieron las partes de guitarra?
–Por suerte Kay es un violero muy bueno, y con una excelente técnica, pero no toca para nada como Pappo. Entonces, él se agarró los dos discos, y se los sabía enteros. Dónde iba la viola, donde hacía rítmica, dónde había un riff, se lo trajo aprendido de memoria. Pero a la hora de tener que hacer un solo, lo hizo a su manera. Por ejemplo, en “Lágrimas de María”, no hizo un solo como el de Pappo, que es más distorsionado y con wah wah, lo hizo en su onda. En ningún momento hubo que sugerirle que tocara como Pappo ni nada por el estilo.
–Es de suponer que la preparación de ese concierto lo llevó a algo a lo que no es muy afecto, revisar su pasado. ¿Qué reflexión le produjo ese cuerpo de trabajo, los seis álbumes y algunos simples que constituyen la discografía de Los Gatos?
–Por un lado, hay canciones que cuando las volvés a sacar, decís “mirá qué línea melódica”, o “mirá que armonía que tiene esto”, es algo que te hace sentir bien. Por otro lado, con respecto a Los Gatos, para mí es la muestra básica de un grupo donde los tipos se llevan bien, se escuchan uno al lado del otro, como para hacer una base que sea una aplanadora. Los Gatos tocábamos con un equipo Robertone y una batería Radaelli, y te partía la cabeza cómo sonaba. Por eso los primeros discos, que encima están grabados en dos y cuatro canales, suenan así. Había una conjunción, una fuerza, entre el bajo, la batería, la guitarra rítmica, el órgano, el piano. Y al volver a escuchar esos discos no hay nada que suene de una manera que te haga decir “mirá qué pueril, mirá qué pendejitos que eran”.
–Suenan muy frescos, muy actuales.
–En realidad los temas suenan muy bien, tienen un armado muy maduro para la época, y para la tecnología que había, que era muy pobre. Así que a mí me gusta lo que hicimos, me parece bárbaro que siendo tan jovencito pueda haber escrito esas canciones y haber estado en ese grupo, y que encima nos hayan copiado en varios países. Ahora que pasó casi medio siglo es que uno puede tener otra apreciación de cómo fue eso, pero en el momento yo lo disfruté como una cosa natural. No estábamos pensando que éramos los primeros ni nada por el estilo. Por eso me sorprende cuando la gente me pregunta cómo se nos ocurrió cantar en castellano. ¿Y en qué carajo querés que cante? Encima uno venía de antes, yo desde los ocho años venía cantando con mi viejo, y ese era nuestro ambiente, uno hablaba con músicos de jazz, hablaba con tangueros.
–¿Cómo seleccionó el repertorio para el Gran Rex? Es un recital muy amplio, con casi 30 temas.
–Eso lo hicimos en un principio con Ciro, anotamos unas listas largas, en las que después también participaron Alfredo y Kay, y fuimos armando la lista definitiva. Creo que sólo un par de veces aparecieron temas que no salían del todo bien. Había canciones, como por ejemplo “Esperando a Dios”, o “El vagabundo”, que fuimos al ensayo, marcamos cuatro, y parecía que estábamos en la época de Los Gatos. Salía entero de una, con la rítmica, el bajo, todo.
–Una cosa que llama la atención, escuchando el concierto en su totalidad, es la variedad de músicas que encaraban.
–Es cierto, porque había un poco de pop, algo medio rhythm & blues como los Pretty Things, algo de los Animals, las armonías vocales al estilo de los Hollies, y estaba lo totalmente argento, como esos boleritos que hacíamos.
–Incluso alguna temprana incursión en la bossa nova, como en “Qué piensas de mí”.
–Exactamente. Eso es algo muy noble que tenía el grupo. Nos encontrábamos a ensayar, y si bien la mayoría de los temas eran míos, de repente uno decía “nunca hicimos un tema con una onda hindú, como un raga”, y otro decía, “nunca hicimos un ritmo medio cubano”, y así salían ese tipo de cosas, que son las que les dan los matices a los discos. Hay un ánimo relativo a lo que entendíamos como psicodélico. Por ejemplo, la manera en que está tocado “El rey lloró”, que ahora lo cantan en los jardines infantiles de los colegios, pero originalmente es un tema psicodélico, con efectos, tenía todo un vuelo, como para sugerir “un viejo país”, otro lugar. “Hoy amaneció” también tiene eso, cambia la rítmica, cambia todo. Hay un tema que era el lado B de “Viento dile a la lluvia”, que es “Déjame buscar felicidad” –que ahora lo volví a grabar para los discos de los 50 años–, que tiene unos tambores medio hindúes, había una gran variedad.
–En la reunión hicieron un nuevo arreglo de “La balsa”, para el cual invitaron a Fito Páez.
–Sí, le quisimos agregar una coda para que hubiera unos solitos, un poco de órgano, un poco de guitarra. Y el hecho de que viniera Fito es un convite, como cuando vino Calamaro para la reunión de Los Gatos Salvajes. Para mí las invitaciones tienen que ser con gente que te aprecia mucho, que le parece que es un evento ir ese día, no por la taquilla. Y se me ocurrió hacerlo cantar una parte de “La balsa”, a nivel simbólico, como parte de otra generación.
–Otra rareza del repertorio es “No te caigas, campeón”, de Lalo de los Santos.
–Eso fue con motivo de invitarlo a Fito, y quería que cantara en otro tema además de “La balsa”, y que no fuera uno de Los Gatos, sino un tema de Lalo, que era un compositor rosarino como nosotros, al que ambos queríamos mucho, y hay mucha gente que no lo conoce. Lo cantamos juntos, en una versión casi acústica.
–Hay un tema en el concierto que no está incluido en la discografía de Los Gatos, “Cuando falte un aliento”.
–A mí se me ocurrió sacar un tema nuevo, como punta de lanza para lo que podría haber sido un disco actual de Los Gatos. Pero solo llegamos a sacar ese, porque todos los problemas de los que hemos hablado son muy paralelos con las presentaciones, y después no hubo posibilidad de seguir haciendo otras cosas.
–Cómo siente el hecho de que finalmente estos discos puedan ser editados, después de ocho años?
–Me pone contento, que salga masterizado, con un buen sonido, y que se distribuya a nivel nacional. Además, en el mismo año en que también estoy haciendo lo del medio siglo de escribir canciones, que voy a cerrar con un concierto en el Teatro Colón el 14 de diciembre. Pasa algo también con Los Gatos, que es piola rescatar. Si te fijás históricamente, cuáles son los temas que han sido más grabados internacionalmente, de compositores del rock, son canciones de Los Gatos. Hay grabaciones de grupos peruanos, venezolanos, chilenos, salvadoreños, hay muchas músicas que prendieron en otros lugares, por las melodías. Incluso temas que no fueron hits: “Lo olvidarás” es un tema muy grabado, “Donde está esa promesa” también, “El vagabundo”, “Madre escúchame”, ni qué hablar de “Viento dile a la lluvia” y “La balsa”. Yo siempre menciono una frase de mi viejo, que decía “la melodía nunca va a morir”. Había esas discusiones de quién era más guacho, quién tocaba más reventado, quién era más pesado, ya desde la época de mis padres. Por ejemplo, mi viejo cantaba con falsete, ese tipo de cosas que hago yo, y decían “este es un marica, cómo va a cantar eso”. Mi viejo veía que yo estaba con el rock, el pelo, los Beatles, y todo lo que quieras, pero era un melodista, siempre estaba tarareando cosas. Entonces, su defensa era ésta, me decía “vos quedate tranquilo, seguí así, la melodía nunca va a morir”. Esa era su frase de batalla.
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