Martes, 17 de noviembre de 2015 | Hoy
MUSICA › LA FILARMóNICA INTERPRETó A STOCKHAUSEN Y STRAVINSKY
Por Diego Fischerman
Director: Ernest Martínez Izquierdo
Obras de Stockhausen y Stravinsky
Ciclo de conciertos de música contemporánea/ Colón contemporáneo
Teatro Colón: Sábado 14
Trans, escrita por Karlheinz Stockhausen en 1971, a partir de un sueño, debe ser, en alguna medida, una experiencia onírica. Está lo sonoro, por supuesto. Pero la iluminación, las pequeñas acciones escénicas, el efecto brumoso, forman parte esencial de la obra. Tal vez por motivos organizativos, el estreno sudamericano de esta obra careció de ellos.
Ernest Martínez Izquierdo, uno de los directores más talentosos de la actualidad, es uno de los pocos que se le atreven a repertorios de inusual densidad, como el que programó en esta ocasión el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín en colaboración con el Colón Contemporáneo (ambos coordinados, en rigor, por la misma persona). Su versión de la obra de Stockhausen fue rigurosa y sensible. Y la obra estuvo todo lo cerca que podía estar de lo que realmente era, si se tiene en cuenta que, tratándose de una obra teatral, el Colón no previó ni director de escena ni diseñador de luces para tal fin.
El sueño no llegó a concretarse pero, aun así, la tarea de la Filarmónica fue encomiable. Sobre todo, teniendo en cuenta que la partitura prevé para sus músicos acciones que tienen muy poco que ver con sus rutinas. El continuo sonoro, una suerte de magma organístico puntuado casi exclusivamente por los gestos de los arcos de la orquesta, tiene, a pesar de todo, un efecto enigmático y sugestivo. Y eventualmente, la falta de gracia y el envejecimiento de algunos chistes alemanes propios de la obra son parte inevitable de ella.
En todo caso, fue la segunda parte del concierto, con la Sinfonía en Tres Movimientos, de Igor Stravinsky, la que puso las cosas en su lugar. Obra transparente, donde todo está expuesto, como en una suerte de Mozart cubista, esta composición exige de la orquesta, además de una concentración extrema, una ejecución fluida, liviana. Se trata de una composición que se ha tocado muy poco –demasiado poco– en esta ciudad y que se encuentra entre las obras maestras del sinfonismo del siglo XX. El conservadurismo en los criterios de programación de la Filarmónica de Buenos Aires, que tiene entre sus consecuencias que obras como ésta no formen parte del repertorio habitual, no le hace ningún favor a la orquesta, que debe aproximarse a ellas como si se tratara de frutos de la más novedosa de las vanguardias cuando se trata más bien de clásicos. Más allá de pequeños errores y de algunos instrumentistas que no lograron sortear del todo las extremas dificultades de la partitura, la orquesta, conducida con precisión y extremo cuidado en los planos sonoros por Martínez Izquierdo, mostró no obstante un gran nivel, ajustada, potente, punzante en lo rítmico y con un desempeño superlativo del piano (que funciona casi un instrumento solista), las maderas y gran parte de cuerdas y bronces.
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