Domingo, 6 de diciembre de 2015 | Hoy
MUSICA › LA CAJA 1+, AL RESCATE DE IMAGENES NUNCA VISTAS DE THE BEATLES
Habrá quien desconfíe de un “nuevo” lanzamiento centrado en John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, pero –otra vez– el material vale la pena: la caja con un CD, dos DVD o BluRay y un libro de 124 páginas ofrece escenas imperdibles de la vida del grupo.
Por Eduardo Fabregat
“Quiero darles las gracias en nombre del grupo y de nosotros mismos. Espero que hayamos pasado la audición”. Es 30 de enero de 1969 y nadie lo sabe aún, pero esas serán las últimas palabras que The Beatles le dirigirán al público. Un público en buena parte invisible: John Lennon (autor de la irónica frase), Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr están congelándose en la terraza de Apple, y la gente que se apiña en Savile Row solo puede escuchar lo que sucede allá arriba; sólo los que observan desde los techos y ventanas vecinas tienen el privilegio de ver a los Fab Four tiritando a través de un set de cinco canciones y nueve tomas. Esa escena, última aparición pública antes de la debacle del grupo, es apenas una gota del océano de imágenes imperdibles que ofrece 1+, el más reciente episodio en el eterno carrusel liverpuliano. ¿Otra vez The Beatles?, preguntará con justa desconfianza el público usuario. Sí, otra vez The Beatles. Mejor (o peor) aún: otra vez un material digno de ser atesorado.
Lo de “justa desconfianza” viene a cuento. Aun partiendo de la base de que The Beatles son una banda indiscutible y esencial, el permanente reciclado de su material puede ser mirado con ojos cínicos y alusiones a vacas ordeñadas una y otra vez. De hecho 1, el disco que sirve de plataforma a este nuevo lanzamiento, ya fue un producto del reciclaje: lanzado en noviembre de 2000, compilaba las 27 canciones que llegaron al primer lugar en los rankings de Estados Unidos, Inglaterra o ambos países a la vez. El disco también formó parte de la remasterización de toda la obra Beatle en 2009, y ahora vuelve a las bateas. Claro que retorna con valores agregados que hacen menear la cabeza al fan, vencido ante la sospecha de que terminará haciendo una nueva inversión en un grupo al que le ha dedicado ya ingentes recursos. Hay que decirlo: la caja 1+, con un CD, dos DVD (o BluRay) y un precioso libro de 124 páginas en tapas duras, es un ítem superador, que exige un lugar en la ya extensa discoteca Beatle.
Entonces, ¿es posible que todavía existan imágenes poco o nunca vistas del grupo? Sí, y se piensa bien no es tan raro. Entre 1962 y 1970, esos cuatro tipos fueron objeto de un permanente escrutinio que se tradujo en montañas de material fotográfico audiovisual, con lo que no es de extrañar que en los cajones siempre haya algo más. De hecho, el mismo Ringo encontró el año pasado su propio archivo de fotografías, que ya consideraba perdidas, y con las cuales hizo su propio compilado en el libro Photograph. De los 50 clips repartidos en los dos discos, hay veinte que ni siquiera fueron utilizados para el Anthology de 1995/1996, y los treinta restantes fueron vistos en forma fragmentada, en ediciones diferentes o de circulación limitada. Pero además y como corresponde a tiempos de innovación digital, todo el material fue pacientemente restaurado y realzado cuadro por cuadro, y se realizaron nuevas mezclas (stereo y mono) de las canciones para equilibrar el sonido y darle las dimensiones necesarias para el 5.1. No es un detalle menor: en las grandes pantallas HD de este tiempo, encontrarse con unos Beatles digitalmente calafateados supone un impacto indisimulable.
Pero claro, ante todo están las canciones. Y lo que The Beatles hicieron con ellas. Como tantas otras cosas, la banda inventó el concepto de videoclip como herramienta de difusión: reclamados en todo el mundo, Brian Epstein y the boys encontraron la solución perfecta haciendo pequeñas películas para enviar allí donde era físicamente imposible estar. Primero fueron filmaciones en estudios de TV o en algún teatro (como el célebre Royal Variety Show en el que John animó a los de los asientos caros a agitar sus joyas), a veces en vivo y a veces haciendo playback; luego comenzaron a retozar en diferentes lugares utilizando su música como banda de sonido, inaugurando una costumbre artística que años después haría posible algo llamado MTV. Así, 1+ permite apreciar el salto que va de “Love me do” en el Little Theatre de Southport, con los Beatles aún envarados en sus trajes negros, a los torrentes de psicodelia encauzados por Peter Goldmann para “Strawberry Fields forever” en Knole Park o las bucólicas escenas registradas por Michael Lindsay-Hogg en Chiswick House para la lisérgica “Rain”. El recorrido de las imágenes es similar al de la misma música de la banda, del pop primigenio en blanco y negro con públicos aullantes a la audacia artística, estilística y estética del período post 1966, cuando abandonaron los shows en vivo para reinventarse en el estudio de grabación.
La recorrida abunda en perlas que harán la delicia de quien crea haberlo visto todo. No se trata solo del nuevo montaje de escenas del Shea Stadium 65 para el clip de “Eight days a week” o el triperísimo clip creado para el espectáculo Love del Cirque du Soleil, con el mashup creado por George y Giles Martin de “Within you without you / Tomorrow never knows”. En uno de sus mejores momentos, 1+ incluye la nada habitual escena de los Beatles trabajando en Abbey Road, grabando “Hey bulldog”: ver a John y Paul en un mismo micrófono leyendo la letra, en el preciso momento en que registran la versión final tantas veces escuchada, improvisando los ladridos sobre la marcha, produce un disfrute especial. Hay una versión de “Day tripper” en la que Ringo deja de tocar y se pone a serruchar la escenografía; el mismo Ringo saluda a Ed Sullivan en un film promocional con “Paperback writer” y “Rain” y le dice “no podemos ir, sabés, estamos muy ocupados con todo esto de lavar la ropa y cocinar”; hay un compilado extraordinario de imágenes inéditas y animaciones para “Words of love”, que alude al famoso episodio en el que, con el parabrisas de la camioneta de gira roto, el cuarteto tuvo que amucharse para no congelarse; hay una soberbia versión de “We can work it out” en los estudios Twickenham, en la que Lennon y McCartney intercambian miradas de puro gozo, como sabiendo qué clase de canciones están legando a la humanidad; a la conocida versión de “Hello, Goodbye” con los trajes de Sgt. Pepper se suman otras dos en el Saville Theatre, donde puede verse a Lennon haciendo una convincente imitación de los bailes de Elvis; en los comentarios de audio, McCartney habla de la filmación de “Strawberry...” y de aquella loca idea de montarlos a caballo para el clip de “Penny Lane”; cincuenta años después del veto de Brian Epstein, al fin puede verse una versión de “I feel fine” con imágenes de los Fab Four en un descanso, comiendo fish and chips directamente de un papel de diario, chupándose los dedos engrasados con los instrumentos descuidadamente colgados. Las imágenes fueron demasiado stonianas para el manager, que ordenó archivarlas. Y la cuenta sigue, y el registro de los Beatles de todas las épocas se multiplica y ofrece nuevos ángulos.
Lo mejor de esta caja, al cabo, es lo que subyace, lo que se advierte al repasar las imágenes y ver a los Fab Four en acción. Eso que a veces queda sepultado por el peso de la historia y las ominosas notas conque terminó todo, con los músicos ladrando ya no en un micrófono sino a través de abogados. Algo que se nota aún en “Hey Jude” (registrada en 1968 con 300 extras en Twickenham, su primera actuación en público desde 1966) y en una rabiosa versión nunca antes vista en color de “Revolution”, cuando las relaciones ya no eran las mejores: aún así puede advertirse cuánto disfrutan John, Paul, George y Ringo el mero hecho de hacer música juntos. Lo que exudan estas cincuenta piezas de The Beatles en música e imagen, sobre todo, es el placer, la auténtica felicidad que sentían esos cuatro pibes al conjurar eso que les salía tan naturalmente, y que les permitió cambiar la historia de la música. Pagaron un precio por ello, y al momento de la separación eran jóvenes veteranos de mil batallas: en 1970, Ringo tenía 29 años y George, 27. Quizá porque ya habían dado todo lo que podían dar, no quedaba más que decir adiós. Tantos años y tantas cosas después, verlos en acción sigue produciendo esa clase de emociones que nunca necesitan ser remasterizadas. Sólo suceden.
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