Jueves, 21 de enero de 2016 | Hoy
MUSICA › RAúL BARBOZA, ENTRE LA FIESTA NACIONAL DEL CHAMAMé Y CAFé VINILO
“Hace más de cincuenta años que viajo por el mundo llevando el chamamé dentro de mi ser”, dice uno de los máximos exponentes del acordeón litoraleño. Pero señala también que siente “una emoción muy intensa” cada vez que vuelve a tocar a la Argentina.
Por Cristian Vitale
Invariable, sistemática, puntillosamente, Raúl Barboza se viene a pegar una zambullida veraniega entre Corrientes y Buenos Aires, todos los años. Enero es el mes, casi siempre desde hace treinta años a la fecha. Esta vez, la cita con su chamamé de luxe será esta noche, durante la vigésimo sexta edición de la fiesta nacional del género, en la provincia mesopotámica (¿dónde, si no?), y mañana y el sábado, a las 21.30, en el Café Vinilo (Gorriti 3780). “Una cosa es el festival, donde el tiempo es limitado y se debe respetar ese límite, dada la gran cantidad de artistas que suben a su escenario, y otra, cuando tenés una hora y media de concierto para expresarte y acá, las variantes son innumerables. Yo nunca elijo temas para `arrancar aplausos`, pero es cierto que la música debe acompañar determinadas circunstancias”, anticipa uno de los máximos exponentes del acordeón litoraleño, sobre ambas instancias. Una, la del festival, donde la formación será de quinteto (Nardo González en guitarra + Roy Valenzuela en contrabajo + Cacho Bernal en percusión + él y el francés Francis Varis, ambos en acordeón) y otra, la del bar de Palermo, donde la formación se reduce a cuatro: todos, menos el percusionista. “Es solo porque debe regresar a Misiones”, detalla el hombre nacido porteño pero con sangre de inevitable procedencia guaraní: su padre es de Curuzú Cuatiá.
–Se supone que en ambas presentaciones, más allá de formatos, circunstancias y formaciones, la idea es mostrar de qué va Chamamemusette, su última producción discográfica –sucesora de El árbol y el colibrí– aún no publicada en la Argentina. ¿Qué tiene para decir sobre ella?
–En principio, es una idea que nació en Francia cuando Francis y yo comenzamos a tocar juntos en varios festivales, y de esos encuentros nació la idea de unir nuestras respectivas músicas. Le pusimos así porque no era común oír a un francés tocar chamamé y a un argentino tocar valses musette y a partir de esas instancias armamos un repertorio en consecuencia, trabajándolo en varios ensayos. Ambos pensamos que todas esas ideas merecían ser grabadas en un disco, y así procedimos, junto al percusionista brasileño Zé Luiz Nascimento, que es un músico extraordinario.
Francis Varis es el compañero musical que ligó Barboza en París, casi desde que se radicó allí. El también es acordeonista y su metier conecta con una de las patas estéticas del flamante (solo en París, por ahora) Chamamemusette: el vals musette. “Francis, a quien conocí en su casa en el año 1989, es un artista de formación clásica y de una fuerte disciplina interpretativa. Puedo agregar que es una persona súper agradable y un muy querido compañero de ruta, con quién siento enorme placer de compartir escenarios”, dice Barboza a Página/12, aún desde su hogar parisino. “Y la razón por la cual llegué a su casa fue la invitación de su amigo guitarrista Didier Roussin, quien estaba escribiendo un libro sobre las músicas del mundo tocadas en acordeón, y quería hacerme una nota sobre esa música de la Argentina, el chamamé, de la que nunca había oído hablar. Así fue como conocí a Francis”.
–¿Cuáles serían las relaciones y las distancias entre el chamamé y los valses musettes, entonces?
–En el vals musette, el acordeón es un instrumento infaltable, ya sea ejecutado en solo o con acompañamiento rítmico de guitarras, contrabajo y algunas veces con batería. Y es de ritmo ternario. El chamamé, en tanto, es una música en la que el acordeón es el instrumento que más lo identifica. Pero el bandoneón es sin duda de una importancia indiscutida. Tránsito Cocomarola, Isaco Abitbol, Avelino Flores, Damacio Esquivel, Blas Martínez Riera, Francisco Casis, y tantos otros grandes bandoneonistas chamameceros dan fe de ello. El chamamé es una música polirrítmica, es decir, que está compuesta de ritmo binario y ritmo ternario. Normalmente, la melodía se ejecuta en ritmo binario, aunque a veces hay arreglos que deben ejecutarse en tiempos ternarios, pero el acompañamiento rítmico, es ternario. Lo escuchamos en el acompañamiento del contrabajo que, también a veces, por razones de ejecución, en algunos compases debe ejecutarse en tiempo binario. Es complicado de explicar y de comprender, pero esa es la vida de nuestra música. Acá están las relaciones y diferencias entre ambos géneros.
–¿Qué le pasa cada vez que retorna al país?, ¿con qué se encuentra?
–Hace más de cincuenta años que viajo por el mundo llevando el chamamé dentro de mí ser. Di conciertos en la URSS en los años 70. Viajé a Japón, Estados Unidos, Inglaterra, Argelia, Africa, Alemania, Holanda, Canadá, Cabo Verde, Portugal, España, Francia. Tengo amigos en cada lugar, aprecié sus comidas, su música, los paisajes de cada país, sus historias, pero cuando llego a mi tierra, la Argentina, me invade una emoción muy intensa con solo imaginar que me encontraré con mis cincuenta primeros años de mi vida. Y que gozaré de los paisajes y las comidas. Que visitaré amigos, vendrán los recuerdos, las nostalgias, las alegrías, y algo muy importante: intentaré escuchar a los jóvenes intérpretes y sus nuevas ideas. Abrazaré a familiares, y rendiré homenaje a mis padres y hermano. Ah, y otro detalle: Francis tampoco ve la hora de llegar a la Argentina.
–Ya que contempló el tema, ¿cómo ve, en perspectiva, la música argentina en general, y la de su zona (el Litoral) en particular?
–Los tiempos cambian, la mente cambia, las situaciones de vida son diferentes, y la música acompaña todos esos cambios. Yo lo que veo es que para los artistas jóvenes la situación es penosa. En nuestro país ya no se fabrican instrumentos. Hay que importarlos del extranjero, y no es fácil estudiar. Son muy pocas las escuelas de música tradicional.
–¿Tuvo oportunidad de escuchar cosas nuevas?
–En Europa se tiene la posibilidad de escuchar cada día una enorme cantidad de cosas nuevas, pero en nuestro país, en mi amado país, cada vez que viajo escucho jóvenes artistas con enormes posibilidades interpretativas, de todas las músicas que existen en nuestro territorio, y vuelvo a repetir: jóvenes que desean estudiar y tener un instrumento. Que necesitan que se los respete.
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