MUSICA › BALANCE DE LA 26ª FIESTA NACIONAL DEL CHAMAMé
Con un promedio de diez mil personas por noche, las diez jornadas dieron cuenta del gran momento por el que atraviesa el chamamé en general y este festival en particular. En el anfiteatro Cocomarola convivieron las propuestas más populares con las más vanguardistas.
› Por Sergio Sánchez
Desde Corrientes
“Olé, olé, olé, olé, Mario, Mario”, coreaba un anfiteatro Cocomarola estallado, con más de 15 mil personas, la noche de cierre de la 26ª Fiesta Nacional del Chamamé (12 del Mercosur). La ovación era para el correntino Mario Bofill, un fenómeno de la región del Litoral que conmueve a multitudes, pero que no alcanzó reconocimiento en otras zonas del país. Curioso caso el de Bofill. El trovador chamamecero fue el plato fuerte de la décima y última jornada, e hizo que las entradas se agotaran varios días antes. “Mario es un músico que sabe combinar en sus canciones tragedia con humor”, lo definió con justeza la presentadora antes de entregarle un reconocimiento como figura esencial del chamamé. Es que Bofill es un contador de historias de su pueblo y logra trascender a públicos de todas las generaciones. Un fenómeno popular similar en la región son Los de Imaguaré, un grupo tradicional de fuerte arraigo liderado por Julio Cáceres. Ellos se presentaron la penúltima noche y también colmaron la capacidad del anfiteatro Tránsito Cocomarola.
Del mismo modo, el festival recibe con los brazos abiertos a propuestas más osadas, intimistas e incluso vanguardistas. Las actuaciones de Jorge Fandermole, Raúl Barboza o Los Núñez dan cuenta de eso. Otro caso emblemático es el de Rudi y Niní Flores, dos virtuosos correntinos que no viven en su tierra, que no le temen al riesgo artístico, pero que sin embargo son aclamados por el público. Sin apelar directamente al baile –la danza y la música van de la mano en el chamamé–, estos músicos son valorados no sólo por su talento, sino también por el respeto hacia el género y la gente. Un caso que en esta edición se salió de la regla fue el concierto de Antonio Tarragó Ros, un notable compositor que no supo, esta vez, cautivar a su público. Intentó mostrar una propuesta acústica a través de un ensamble de cámara, pero el sonido no lo acompañó. Y se ganó algunos silbidos. Tal vez, no era el mejor formato para un festival de estas dimensiones y características. Dicen también por estos lados que “el público chamamecero es muy exigente”.
Es que, si bien es un festival abierto a artistas de todas las ramas, la propuesta es que todos los artistas armen un repertorio chamamecero o que se ajusten al paisaje sonoro de la región. Un de- safío, sin dudas, para los músicos que no vienen del género, como fue el caso de Axel o Coti, que salieron airosos. Lo de Ramón Ayala también fue un punto alto del festival. El “mensú” apeló a sus clásicos como “Uruguay” y “Posadeña linda” y algunos toques de humor y poesía, y rápidamente se puso al público en el bolsillo. Estas escenas reflejan, quizás, lo que representa la Fiesta del Chamamé no sólo para los correntinos, sino para la región, que trasciende los límites de Argentina. No casualmente el lema de la fiesta de este año fue la Nación Chamamecera. ¿Por qué? Porque los organizadores consideran que el chamamé también pisa fuerte en países como Paraguay y Brasil. El concierto del brasileño Luiz Carlos Borges, oriundo de Rio Grande do Sul, fue uno de los más destacados de las jornadas. El público lo hizo sentir como en su casa y él se mostró emocionado. “Me siento culturalmente más cercano a la música de Corrientes que a la de Bahía”, sentenció Borges luego en conferencia de prensa. “Escuchaba chamamé de chiquito en las radios correntinas. No entendía lo que decían las letras, pero le decía a mi papá que sintonizara porque me gustaba la música”, recordó. “Creo que hay intercambio interesante entre ambos países pero falta más. Yo llevé como a 200 músicos argentinos a tocar allá y muchos me invitan a mí, pero no alcanza.”
“El balance es muy positivo por lo que significa la concurrencia del público, la posibilidad de insertarlo cada vez más como un festival nacional y la TV Pública ayuda mucho en eso. También la televisión de Paraguay y Brasil”, analiza el presidente del Instituto de Cultura de Corrientes, Gabriel Romero. “Este es un momento altísimo del chamamé, los jóvenes están muy metidos en el género y la calidad artística es muy grande. Además, en este escenario conviven las vertientes más académicas, las tradicionales, las vanguardistas y la populares. Es un espectro muy amplio que hace muy atractivo a este festival”, cierra Romero y cuenta que por cada noche pasaron alrededor de 10 mil personas.
Para Eduardo Sívori, el director de la Fiesta del Chamamé, “la fiesta es más que lo artístico, es una celebración de la gente que encontró en el chamamé la forma de celebrar su identidad. Hace 10 años no se vivía con el mismo arraigo. Cuando nosotros nos hicimos cargo de la fiesta tuvimos que pensar a dónde queríamos ir”, dice el programador y adelanta que la próxima edición se llamará ADN Chamamé.
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