MUSICA › ENTREVISTA AL CANTAUTOR CUBANO SILVIO RODRIGUEZ
El músico habla de los riesgos del proceso de apertura en la isla. Y respecto de Amoríos, el disco que recupera viejos temas, señala: “A mí siempre se me juntó todo en la misma canción: empezaba cantando a una mujer y acababa refiriéndome a una guerrilla”.
› Por Sergio Sánchez
“Mi amor no es amor de mercado, porque un amor sangrado no es amor de lucrar”, cantó Silvio Rodríguez alguna vez y algún desprevenido podría pensar que le cantaba a una mujer. En verdad, en la obra de Silvio, la idea de amor excede la relación de pareja, de amistad o filiación. Cada una de sus canciones es un desafío para leer más allá, entre líneas; para situarse en un contexto y pensar la música desde ahí. El trovador cubano, de 69 años, no descansa y tiene nuevo material, Amoríos (2015), un disco en el que recupera canciones que compuso en su mayoría entre 1960 y 1970, que hasta el momento permanecían inéditas (salvo “Oleo de una mujer con sombrero”). Muchas de ellas, como “Una canción de amor esta noche”, “Qué distracción” o “En cuál de esos planetas”, circulaban en grabaciones piratas registradas en vivo, pero nunca habían pasado por un estudio de grabación. “Cada vez que puedo trato de hacerle justicia a lo que se me ha ido quedando en el camino”, explica Rodríguez, quien responde vía mail las preguntas de Página/12. En su última visita al país, a mediados del año pasado, el cantautor adelantó algunas de estas canciones en los conciertos que realizó en el Luna Park y en Villa Lugano. El tan esperado disco acaba de publicarse esta semana en Argentina, pero hasta el momento no tiene fechas confirmadas de presentación por estas tierras.
La isla atraviesa vientos de cambio. Desde el año pasado, los gobiernos de Estados Unidos y Cuba entablaron relaciones diplomáticas para intentar terminar con el bloqueo económico que lleva más de cincuenta años. O, al menos, para mejorar el vínculo entre ambos países. Para Rodríguez es una oportunidad histórica para “terminar con los abusos”. “El cubano merece la recompensa de vivir mejor, con menos tensiones y dolores”, anhela el músico, pero no pierde de vista los riesgos que implica este proceso de apertura. Son tiempos, también, de cuidar la identidad y a la vez recomponer el tejido social. De algún modo, su aporte a la causa es el proyecto Gira por los barrios, una serie de conciertos gratuitos que hace más de cinco años viene recorriendo los barrios más populares de La Habana. La idea es acercar sus canciones a lugares sensibles que tal vez no tienen la posibilidad de asistir a un teatro. En su paso por la Argentina, durante su última visita, el trovador realizó el cierre musical del programa Maravillosa Música, con entrada libre y gratuita en Villa Lugano. “Me encantó hacerlo y estoy muy agradecido de que me hayan dado la oportunidad y de toda la ayuda que recibí de Teresa Parodi, del Ministerio de Cultura y del Centro Kirchner. Ojalá cuando regrese podamos hacer otro”, dice el cubano y sus palabras parecen haber quedado detenidas en el tiempo.
–El nombre del disco, Amoríos, es muy significativo. En su obra, el amor estuvo estrechamente vinculado con la política, con el modo de entender el mundo, con la revolución. ¿Amoríos también es un ejemplo de eso?
–El nombre del disco puede que sea una injusticia, si lo remito a sus orígenes. Le contaba a alguien hace poco que el tiempo y la distancia pueden hacer ver como “amoríos” lo que en su momento fueron “cumbres borrascosas”. Pero también es cierto lo que sugieres. Recuerdo que cuando mi generación empezaba a mostrar canciones y nos ponían etiquetas, tratábamos de hacer ver que las canciones no tienen por qué llevar apellidos como “de protesta”, “inteligente” u otros. La canción de mis tiempos fue llamada “nueva canción”, “nueva trova”, y por último cayó en la clasificación de “canción de autor”, que fuera justo si hubiera canciones sin autores. A mí siempre se me juntó todo en la misma canción: empezaba cantando a una mujer y acababa refiriéndome a una guerrilla. Es que era la misma persona la que vivía todos los aspectos, y es normal que así también se cante.
–¿Por qué la mayoría de las canciones que incluyó en Amoríos data de las décadas del 60 y 70? ¿Es una forma de reivindicar o tal vez de darles un nuevo sentido a los primeros años de la revolución?
–Amoríos lo conforman canciones de temática de pareja que eran, en general, inéditas. Yo vine a hacer mi primer disco después de 10 años componiendo. Tenía mucho compuesto cuando pude hacer Días y Flores. Por eso cada vez que puedo trato de hacerle justicia a lo que se me ha ido quedando en el camino.
–¿Alguna de estas canciones fue escrita recientemente? ¿Sigue componiendo nuevas canciones?
–Algunas de esas canciones las terminé hace poco, cuando las fui a grabar. Pero eso me pasa siempre. El acto de decidir publicarlas, el instante mismo en que las grabo para disco me hacen muy consciente de que algo como definitivo está ocurriendo. Sigo componiendo canciones. Mientras hacía Amoríos también trabajaba en otros proyectos discográficos. Uno de ellos es sólo de canciones más recientes.
–Hace un tiempo, en una entrevista publicada en este diario, el manager del dúo cubano Polaroid, Enrique Carballea, decía que la canción cubana actual había perdido “actitud”, que “se encerró en un círculo vicioso”, y consideró que había que “recuperar espontaneidad”. ¿Cómo ve usted la nueva generación de músicos cubanos que se dedican a la canción y a la trova? ¿Son receptivos de su tiempo histórico y su lugar?
–Yo veo ebullición autoral en Cuba, hay buenos autores, y no es su culpa que se difunda más la música comercial. Existen dúos de vanguardia, como Lien y Rey, o de corte más tradicional pero con personalidad propia, como Cofradía. No hace mucho vi en TV un trío de Ciego de Avila que me gustó mucho: Motivos Personales. En la provincia de Villa Clara, desde hace años, se está dando un fenómeno trovadoresco muy interesante. Lo triste es que el grueso del aparato difusor de la música en Cuba es muy mimético con lo que pasa en el exterior y no muestra todo lo bueno que surge. Debiera haber personas encargadas sólo de eso.
–¿Qué motivó la “Gira por los barrios” y qué importancia le asigna en su vida y su carrera?
–Desde hace algo más de 5 años son los únicos conciertos que hago. Dentro de unos días vamos a hacer el número 72. Cuando me invitan a cantar por cualquier cosa, respondo: acérquense a los barrios y les dedico ese concierto. Cuba ha entrado en una etapa de cambios que eran necesarios porque tenemos cosas obsoletas. Pero esos cambios son riesgosos, entre otras razones porque están acentuando las diferencias de clase. Viendo eso, escogí sacar mi música de los teatros y de los centros y llevarla a los barrios más necesitados y a zonas periféricas. En realidad es una consecuencia, porque he hecho este tipo de cosas durante toda mi existencia.
–Durante la gira por los barrios, ¿cuáles fueron las principales inquietudes de los cubanos de esos sectores y cuál es la mirada de ellos hacia la revolución? ¿Fue una forma de reconocer los problemas que existen en Cuba?
–No hice la gira por los barrios para eso. Pero en todo lo que he hecho durante toda mi vida ha habido inconformidad. No hay forma de avanzar sin reconocer defectos y errores. Un músico no progresa si no es capaz de visualizar y superar sus deficiencias. A un país le pasa lo mismo. La crítica y la autocrítica son herramientas indispensables. Los que sólo ven lo bueno pueden ser ignorantes, o no les conviene que el mundo se mueva y continúe. Los burócratas y oportunistas suelen ser muy defensores del statu quo. Otra cosa importante es que no les regalemos la crítica a los que no nos quieren, a esos que ven mal cualquier cosa que hagamos. Tenemos el deber de ver nuestros defectos y superarlos. La inconformidad es legítima, y es progreso.
–¿Cómo ve el proceso político de acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, que terminaría con el fin del bloqueo económico? ¿Qué consecuencias positivas y negativas analiza que podría traer aparejada esa apertura? En otras palabras, ¿cuáles son sus reparos?
–Veo el acercamiento como algo positivo, por muy difícil que parezca o resulte. Recuerdo que Juan Formell gritó en un concierto enorme en La Habana: “Está bueno ya de abusos”. Yo creo que el acercamiento es una forma de empezar a terminar con los abusos. Y ojalá eso se pueda llevar a escala universal. Lo positivo del acercamiento básicamente es eso. Mucho más con un pueblo como el cubano, que merece la recompensa de vivir mejor, con menos tensiones y dolores. Mis reparos no son al acercamiento. Pudiera tener reparos a la naturaleza humana, pero sé que también por eso he sido como he sido, por creer que podemos ser mejores, no sólo socialmente sino también cada uno de nosotros.
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