Dom 31.01.2016
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MUSICA › EL PATIO DE LA PIRINCHA, LA OTRA CARA DEL FESTIVAL DE COSQUIN

En la cocina del folklore

Es una casa que empezó ofreciendo su patio para que los viajeros pusieran sus carpas. En los últimos años se convirtió en la “after peña”, el único lugar donde se podía seguir tocando la guitarra y cantando a las 7 de la mañana. Crece como “lugar de resistencia” cultural.

› Por Sergio Sánchez

Desde Cosquín

“Primero vienen los patios, después la peña y finalmente la plaza”, se le escuchó decir a uno, tal vez sin pensarlo demasiado, pero la idea podría ser una buena síntesis del recorrido que todo músico folklórico tiene que atravesar. La frase no se escuchó en cualquier lugar. Lo hizo en el patio de la Pirincha, un lugar obligado para todo aquel que quiera conocer la cocina del folklore. “Un lugar de resistencia”, coinciden todos los que pasan por aquí. El lugar nació en 2002, pero no estaba pensado para guitarrear. La Pirincha –Claudia, pero nadie la conoce por su nombre verdadero– cuenta que por cuestiones económicas abrió las puertas de su casa para que los viajeros pudieran poner la carpa en su patio, a cambio de unos pocos pesos. Pero, como era previsible en Cosquín, las guitarreadas, las rondas de canciones y las historias no se hicieron esperar. Poco a poco y boca en boca mediante, el “patio de la Piri” se convirtió en la “after peña”, el único lugar que estaba abierto a las 7 de la mañana, cuando ya no sonaban guitarras ni se vendían cervezas en ningún lado.

Mientras que para algunos es un sitio de “hippies y borrachos”, para otros es el único lugar en el que cualquier músico, poeta y artista puede mostrar lo que hace. Cuando el sol vuelve a salir, el patio de la Piri se llena de pibes y pibas de todos los palos, edades y cultura. La novedad es que desde el año pasado, el patio es mucho más que la “after peña”. Durante la tarde y hasta la medianoche, se arman conciertos ya no a “guitarra pelada” sino con un pequeño escenario, mesas y sonido. La única condición es “cantar una que no sepamos todos”, darles lugar a las nuevas canciones y expresiones. “La idea este año es volver a convocar a los amigos de siempre, que guitarreaban sin sonido. El ciclo tiene como fin darle más poder a la canción, más importancia a los músicos y seguir manteniendo la escucha. Que los cantores canten lo suyo, lo de su región; proponemos que se refleje una canción nueva, no lo que se escucha y se repite siempre”, cuenta la Piri, un nombre que ya es un emblema de Cosquín –o, al menos, de la parte off–. “Todos los lugares donde hay autores, compositores y laburan sus propias canciones son lugares de resistencia; porque no se ve en todos lados, no todos le dan espacio a los nuevos autores y compositores”, dice, mientras corre de aquí para allá vendiendo empanadas y cervezas.

Para entrar a la Pirincha hay que atravesar un pasillo pequeño, rodeado de fotografías y dibujos. Una vez adentro, lo primero que sobresale es el patio de tierra, algo que no es común en el circuito de peñas. Chicas y chicos –que seguramente tengan poco interés en pisar la Plaza Próspero Molina– bailan chacareras y zambas descalzos, mientras un cantor o grupo muestra qué se dice en su lugar y qué se escucha en su tiempo. Pero la Piri no está sola. Un montón de amigos la ayudan a llevar adelante el patio, a ordenar y organizar la cosa. “El patio no funciona si no somos un montón. Hay gente que me ayuda a limpiar el patio, que está en la barra, que se encarga del sonido, quizás la gente no ve todo. Pero de otra forma no se podría hacer”, dice ella. Uno de ellos es José Luis Aguirre, cantor, gestor cultural y poeta. “La idea es retomar y recuperar lo que era el patio en un principio. Nosotros llegamos con Los Nietos de Don Gauna hace como diez años, armamos la carpa acá, la conocimos a la Piri y le gustaba la guitarra como a nosotros. Al principio, era un patio chico donde los músicos nos escuchábamos, nos juntábamos a tocar, a apreciar las canciones. Muchas de las personas que están tocando en la Plaza hicieron sus primeros toques acá y después el espacio fue creciendo”, recuerda Aguirre. “Sigue siendo hermoso juntarse a la mañana, pero queríamos hacer un ciclo a la tarde y ahí nació ‘Hacete una que no sepamos’. Es el patio escuchador”. Por el Patio, ya pasaron Palabración de la Tierra, Javier Caminos, Cosas de Duendes, Juan Martín Medina, Mariano Luque, Josho González, Che Joven, Amanda Manda, Malive Sol, Paula Paz, entre muchos otros. Además, este año se realizaron talleres de danza, murales, ciclos de poesías, muestra de fotos, proyecciones y teatro, entre otras actividades. Uno de los escritores que participó fue Diego Pasmanik, quien narró un cuento sobre ser parte de una casa de barro hecha por sus propias manos. “Hay que animarse a ocupar los espacios, mostrar lo que somos como cultura, como pueblo. A Cosquín le dan palos por todos lados y creo que con el resentimiento no logramos nada. Por eso, hay que hacer, ofrecer lo que estamos haciendo en los patios, seguir con la continuidad de lo que se hizo. Ya resistimos y seguimos estando. Ahora es momento de florecer y mostrar con alegría. Hay que dejar de confrontar e ir a proponer”, dice Aguirre, quien se plantó con su guitarra en la Plaza. “Es un momento ideal para juntarnos y pechar todos juntos por lo que creemos. Es una necesidad social”, cierra.

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