MUSICA › JUAN FALU HABLA DE COMO EL AIRE, SU NUEVO DISCO
Veinte piezas, doce de ellas inéditas, componen este bello e intimista CD del tucumano, cuyo título remite a la idea de “oxigenar los sonidos con pausas o silencios”.
› Por Cristian Vitale
Se llama Como el aire. Es un digno sucesor de Zonko Querido, aquel tríptico que Juán Falú ofrendó a los devotos casi puros de las músicas de raíz argentina allá por 2013. Veinte piezas (doce inéditas) de formas consabidas, tratándose de él. Calmas, introspectivas, íntimas, inspiradas. Algunas cantadas, otras instrumentales. En ciertos casos, ejecutadas como muestra el dibujo de tapa hecho por Ignacio Vidal, que retrata al tucumano sentado solo guitarra en mano, y levemente inclinado, y en otros con una ayudita de dos amigas: la cantora Florencia Bernales y la flautista Bárbara Streger. Hay, como siempre, zambas, chacareras, cuecas, gatos y algún “bello desliz” como un choro brasileño compuesto por él: “Na Trilha dos choroes”, cuya traducción al castellano da “En el camino de los choristas”. “Siempre me encantó el choro brasileño y a los que yo compuse los vivo como una ofrenda a la tierra que me cobijó ocho años. Justamente este es una nueva versión, mas abrasileñada por la presencia de la flauta, que se usa mucho en el chorinho y permite que la guitarra se dedique por momentos a un trabajo mas rítmico”, señala el guitarrista, compositor y docente, en expreso recuerdo emotivo y estético de la enorme San Pablo que lo anidó durante parte de su exilio. Y de sus músicas, claro.
–¿Qué tiene para decir del todo del disco, más allá de este detalle “puntual”?
–Que es un disco tranquilo que simplemente da cuenta de lo que vengo realizando en términos de composiciones nuevas, o versiones de obras ya visitadas anteriormente. O de rescate de obras que estaban sin su toque final, como “Vidalita del amigo”, que es parte de un poema que escribe Pepe Núñez en homenaje a nuestra amistad.
La vidalita, undécimo track de Como el aire, es uno de los dos temas que Falú compuso junto al poeta y músico fallecido en 1999 (el otro es “Memoria, esquina, recuerdo”, que canta el mismo Falú) y uno de los cuatro que co compuso con otros: el inédito “La madera”, con la cantante y compositora Lina Avellaneda; el mismo “Memoria, esquina, recuerdo” (en el que también participó Marcela Neme con sus textos) y el que da nombre al disco, junto al cantautor Rubén Cruz, dedicado a otro notable del palo: Juan Quintero. “¿Cómo hice para sacarle el sonido al aire en ese tema? bueno, creo que me ayudó la imagen de la zamba que se danza lentamente, bien caminada y decidora en su andar lento”, explica el sobrino de don Eduardo, sobre una definición que le tira un lazo irrompible al nombre global del trabajo: “Me gusta la zamba que lleva ese nombre, y me gusta la metáfora del aire cuando se refiere a oxigenar los sonidos con pausas o silencios. Me gustaba que el disco llevara ese título, que alude a la respiración, a ese aire que es tan necesario en la música, y que yo pude explorar principalmente en las zambas lentas, pausadas, que tanto me gustan”, explica Falú, de 67 años, sobre la impronta holística que enlaza tema, sustrato y disco.
–En ciertas piezas del trabajo pululan personajes (el negro Azúcar, Tucho Rodríguez, el negro Suca, y otros más) que seguramente usted quiere, admira o tuvo en cuenta por alguna razón para dedicarle un tema. ¿Quién es el negro Suca, por tomar uno de ellos?
–Un amigo de ley de Tucumán. Le debía una dedicatoria musical. De ahí la letra “supo esperar, perdone la distracción....”
–También aparecen sitios geográficos, algo típico del folklore como fuente de inspiración: la calle Amadeo Jacques, por casi: “Mi calle Amadeo Jacques / donde la eléctrica vio pasar pelotas de sol y luna / en la calle nuestra, de nadie más / bulón, azufre y potasa”.
–Es la calle de mi infancia. Está todo dicho. Si fuese un cantor con mayores recursos, cantaría todo lo que compuse, que son como setenta canciones (risas).
–“Ayer es siempre”, que también cuenta entre las inéditas, es otra, y en este caso la locación es San Juan. ¿Razón?
–Está dedicado a mi hermano Ricardo, recientemente fallecido. El llegó a preguntarme por qué le había puesto ese nombre y le dije que podía interpretarlo como quisiese. Para mí es la idea de la infancia común, un tiempo que empezó y quedó como lo más imperecedero de una relación fraternal. Fue un grandísimo tipo y ese tema será el nombre de mi próximo disco, con Marcelo Moguilevsky.
–Hay una melodía hermosa, la de “Ya me voy”, que tal vez esté tranquilamente a la altura emotiva y estética de “Yusberiana”, aquella gema de Zonko Querido. ¿Podría contar su historia?
–La compuse en la antesala de un concierto en Viña del Mar, en el 2014. Y la señora que estaba destinada a ofrecerme un tesito y unas galletas, estaba sentada mientras iba componiendo el tema. Ella me dijo, “pareciera que va diciendo Ya me voy, ya me voy”. Obviamente, eso fue el bautismo para el tema, y tiene que ver con unas ganas de dedicarlo a los músicos chilenos de gran valía que conocí.
–En algunas canciones hay una centralidad de la flauta traversa que toca Bárbara Streger. ¿A qué se debe tal elección instrumental?
–En el caso del choro ya lo expliqué al principio. Y en el caso de los valses (“Pequeño vals para Lilian”, dedicado a la pianista Lilian Saba, por caso) por las posibilidades de variaciones melódicas que son tan apropiadas en algunos tipos de valses. Y porque me gusta Bárbara como intérprete de mis obras. Tanto a ella como a Florencia las respeto como músicas, y con ambas tengo una relación profunda que incluye una comunión musical... siento que las dos tuvieron siempre un respeto por mi obra.
–¿Qué ruido le hace esa definición de “compositor en tiempo real”, que se hace habitualmente sobre usted?
–El único ruido, es que compongo mucho espontáneamente y después me olvido lo que hice (risas). Fuera de eso, es algo natural, un modo de ser y de vivir la música.
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