MUSICA › MORIS REPASARA SU CARRERA MAÑANA CON UN CONCIERTO EN LA USINA DEL ARTE
El cantante tiene listo un disco nuevo y proyecta otro con canciones de la historia del rock argentino, esa a la que él mismo le escribió algunas de sus primeras páginas. “Estoy muy contento porque estamos cosechando las mieles de lo que hicimos hace muchos años”.
› Por Cristian Vitale
Más de setenta años de agitada, ajetreada e intensa vida no hacen para nada mella en la actividad incansable de Mauricio “Moris” Birabent, uno de los fundadores del rock argentino. Ahora, en las instancias previas al show que dará mañana a las 19, gratis, en La Usina del Arte (Caffarena y Pedro de Mendoza), el hombre está en todos los detalles. Hasta en los más mínimos. En el sonido, en la iluminación, en la lista de temas, en los ensayos, en la publicidad, en los trabajadores, en la hora de apertura de la sala. “Necesito que me la abran temprano para laburar bien”, pide. “Y estoy sudando la gota gorda por todo. No es fácil coordinar once monos, cada uno con sus problemas de horario, sus dolores de cabeza, sus cansancios... Y yo digo, `acá, una vez que empezó el espectáculo, olvídense de todo’. Una vez que estás en tempo, los problemas deben quedar afuera”, lanza, entre irónico, gracioso, cómplice y realista.
–La música es la música, Moris.
–La música es la música y vos no la podés supeditar a no sé qué historia, a menos que se trate de algo complicado, claro.
–Lo que está haciendo en términos logísticos o de estructura contribuye al todo del show, por supuesto, pero la pregunta del millón es qué va a tocar, cómo seleccionó cincuenta años de canciones en un puñado...
–Uh, bueno, sí... Cincuenta años de música es mucho, pero le puedo nombrar canciones que van a estar sí o sí como “Soldado”, “Ayer nomás”, “Pato trabaja en una carnicería”, “Sábado a la noche”, “El oso”, “Zapatos de gamuza azul”, “Tengo cuarenta millones”... Incluso voy a cantar “De nada sirve”, cosa que es bastante rara.
Pocas verdades son tan claras en el rock argentino. Si hubo alguien, dentro del género, que se resistió a cantar una canción tan emblemática durante años, años y años, ese fue Moris con “De nada sirve” (grabada en su primer trabajo solista, 30 minutos de vida, en el alba de los 70). Y esto merece una larga explicación. “No voy a hacerla calcada a la del disco aquél. No, porque a veces me olvido algunas frases, arranco con la improvisación y lo más cómico es que todos se la saben de memoria, entonces ellos van por un lado y yo voy por otro”, se ríe Moris, nacido el 19 de noviembre de 1942. “Yo voy por el lado hasta el que llego. `De nada sirve, escaparse de uno mismo... veinte horas al cine puedes ir, y fumar hasta morir`”, tararea Moris y hasta ahí llega. “Hasta donde me acuerdo, la canto, después improviso y llego hasta el final en el que vuelvo a decir como la original: ‘De nada sirve, escaparse de uno mismo’”. Y ríe una vez más.
–¿Y cómo la completa? ¿Improvisa sobre cuestiones de la realidad actual, sobre situaciones íntimas, sobre imágenes? ¿En qué se basa para no respetar al pie de la letra la versión original?
–Voy improvisando con cosas actuales, aunque creo que “De nada sirve” es una canción bastante actual. Me gusta porque no tengo que estar atado justo a la letra y el público se da cuenta de que lo estoy cocinando en el momento, y eso está bueno, también. Así que estoy muy contento.
–Hay, como en muchas historias del rock argentino, varias versiones acerca del origen de esa canción. ¿Cuál es la verdadera?
–La historia es muy simple o muy complicada (risas). Yo tenía el primer minuto compuesto y después cerré los ojos, me largué, y listo. Afortunadamente, en ese momento el técnico de grabación la grabó en la cinta, y esa cinta pasó a las manos del baterista Javier Martínez, que le agregó percusión, después yo le sumé el bajo y quedó como en trío. El otro día la cantó Celeste Carballo por la radio... ¡no sabe lo bien que la canta! Se nota que la siente.
–¿Qué otras canciones va a tocar, que no haya nombrado al principio?
–¿“Tengo cuarenta millones” la nombré?
–Sí.
–¿“El mendigo del Dock Sud”?
–Esa no. Temazo de Ciudad de guitarras callejeras, un gran disco de 1973 que quedó medio eclipsado ante 30 minutos de vida. ¿Lo ve así usted?
–Bueno, esas son cosas que pasan. 30 minutos de vida fue un disco que no tenía muchos antecedentes: “El piano de Olivos”; “En una tarde de sol”, que es un bolero; la misma “De nada sirve”; “El Oso”... Un tema grabado con Javier Martínez en batería, Claudio Gabis en guitarra y, como el bajista no venía, había un muchacho joven que pululaba por el estudio. ¿Quién era? Napolitano. Y yo le dije “che, Pappo, te animás a tocar ‘El oso’?”. Me respondió: “Sí, ningún problema, ¿en qué tono está?”. Le dije que era en Do y ya está, así salió. Volviendo a la pregunta, casi siempre los primeros discos eclipsan a los segundos y a los terceros.
–¿Cuál más va a tocar de Ciudad de guitarras callejeras?
–“Muchacho del taller a la oficina”... ese es largo.
–¿Y “Mi querido amigo Pipo”, el que le dedicó a Pipo Lernoud?
–También, por supuesto. Está en la lista. También están de otras épocas “Rebelde”, “Nocturno de princesa”, que es de un disco que grabé y edité solo en España (Moris y amigos, 1987). Y me quedan varios en el tintero, usted sabe cómo es el tiempo para estas cosas, ¿no? Si uno quiere sacar todo, la cabeza estalla porque no se puede memorizar absolutamente todo; así que vamos a tocar lo que ya tenemos estudiado, bien ensayado.
–Quedó algo sobre “De nada sirve”, que se ha eternizado como un himno de fogón. Decía que es un tema que hoy suena actual y que por mucho tiempo no quiso tocarlo por diversas razones. ¿Cuál sería la central?
–Una en especial, diría. Durante mucho tiempo me sentía un poco obligado a reproducir un momento de neurosis, de chifladura, y además siempre me pareció muy difícil de alcanzar la versión original, hasta que un día dije “bueno, olvidémonos de esa versión... La improviso arriba del escenario y que los músicos me acompañen con la base”. Eso me conformó y es una buena noticia.
–¿Qué otros temas de aquella época también resisten el paso del tiempo?
–“Ayer nomás”, porque la letra original lo dice todo: “Desperté, salí a la calle y vi la gente, ya todo es gris y sin sentido, la gente vive sin creer”. Cuando canto eso, a la gente le pega mucho. Usted sabe que la música tiene un poder brutal, evocativo, porque una cosa es subirse a un escenario y empezar a despotricar contra todo el mundo, y otra es hacer una canción. Es algo diferente. No me imagino a León Gieco haciendo política con “Solo le pido a Dios”... Que, entre paréntesis, es un tema que quiero grabar en un disco que voy a hacer en homenaje al rock argentino. Voy a grabar ese, “Jugo de tomate frío”, “La balsa”... Es un homenaje que le debo al rock de acá.
–Igual, está por sacar otro disco ¿no?
–Sí. Estoy esperando que las circunstancias sean favorables. Se va a llamar Moris, ayer, hoy y siempre, igual que el espectáculo que voy a dar el domingo. No sé... Pienso que, ante la desaparición de Spinetta, Pappo, Cerati y Sandro, tengo la obligación de mantener viva la llama. El disco tiene once canciones como “La trampa en la ciudad” o una nueva versión de “Soldado”. Lo trabajé seis meses, un montón de tiempo.
Si bien el último disco a la fecha de Birabent padre es Familia canción, grabado junto a su hijo en el año 2011, el último que publicó en condición de solista fue Sur y después, un fresco musical de diez piezas que Moris tuvo la oportunidad de grabar en Miami. “Lo hice con Jorge Alvarez y la verdad es que aquella vez conté con los mejores músicos, los mejores estudios y los mejores equipos. A veces me río porque la gente me dice `qué valentía que tiene usted de grabar como sea` y en esa oportunidad grabé en las mejores condiciones. Y pienso: ‘¿Qué voy a preferir? ¿Grabarlo en la casa de un amigo?’”, se ríe. “Incluso, cuando nació el rock argentino también nos contrataban las compañías, porque había un interés... Tal vez porque no había nada de lo que hacíamos nosotros y entonces las casas discográficas decían `bueno, vamos a ver si pega, si funciona, si pasa algo con esto’... Recién acabo de hablar con Javier Martínez, con quien recordábamos las viejas épocas. El es un jazzman, un tipo al que le gusta mucho el jazz, el soul, y yo le dije `Javier, vos te saliste con la tuya: inventaste el blues en castellano, algo que no existe ni en Perú ni en Chile ni en Bolivia... en ningún lado’. Eso tiene un valor fantástico, tanto como lo que hicieron Spinetta, Vox Dei, Miguel Abuelo... eran todos unos adelantados”, sostiene Moris, cuyos discos publicados entre la Argentina y España –donde vivió casi quince años– son 30 minutos de vida (1970), Ciudad de guitarras callejeras (1973), Mundo moderno (1980), ¿Dónde están las canciones? (1982), Sr. Rock, presente (1985), Moris y amigos (1987), Sur y después (1995), el compilado Cintas secretas (2005) y Familia canción Moris/Birabent (2011), además del simple fundacional “Rebelde”/ “No finjas más”, con Los Beatniks.
–Cada uno de los músicos que acaba de nombrar inventó algo...
–Totalmente.
–¿Y usted qué inventó?
Cómo vivir sin laburar (risas). A ver, yo inventé el famoso cóctel bolero-bossa nova-tango-rock. Si vos metés en una copa todos estos géneros juntitos, con hielo picado, le ponés una frutilla y te lo tomás, tenés el gusto del cóctel que hice yo. Después, tenés el de Spinetta surrealista, el del Manal blusero, el de Ricardo Soulé, el tipo que se arriesgó a grabar La Biblia. En fin, estoy muy contento porque estamos cosechando las mieles de lo que hicimos hace muchos años, y la verdad es que tenemos un público que no tiene 18 años, pero son tipos de 40, 50, que tienen a todas nuestras canciones como evocación de su juventud. Gente que tiene la colección completa de Vox Dei, la mía, la del Flaco... El mismo fanatismo que hoy despiertan La Renga o el Indio Solari. En toda época lo hubo.
–Junto a Pajarito Zaguri usted grabó “Rebelde”, uno de los temas fundacionales del rock argentino, además de haber curtido La Cueva y toda esa bohemia del segundo lustro de la década del 70.
–A Pajarito le hice una canción que dice “tus ojos se cerraron y el blues siguió sonando” y en otro momento, “Gardel te espera en el Luna Park”... Bueno, no puedo seguir porque me pongo a llorar, me emociona mucho. El era un bohemio tan pero tan grande que nunca se preocupó, como me preocupé yo por ejemplo, por su autopromoción. El vivía de aquí para allá tocando blues. Un día me lo encontré en la calle, nos saludamos, le pregunté dónde estaba viviendo y me dijo “en cualquier lado”. Era un verdadero bohemio y la verdad es que escucho mucho sus discos. Me gusta ese rock and roll genuino de Pajarito.
–Volviendo a su presente, ¿cómo maneja el tema de la voz, que tal vez sea su mejor instrumento, a los 73 años?
–Le doy toda la bola del mundo a la voz. Hago ejercicios vocales, uso los mejores micrófonos, los mejores equipos. Llevo un tipo a los recitales que se ocupa solo de ella. El ya sabe qué me gusta, qué no me gusta, y lo que me gusta, se sabe, es siempre la voz encima de la música.
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