Mié 09.03.2016
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MUSICA › SNARKY PUPPY VUELVE A BUENOS AIRES PARA TOCAR ESTA NOCHE EN EL LUNA PARK

“El legado del jazz es empujar los límites”

El bajista Michael League recuerda con asombro cómo el público que desbordó Niceto en noviembre pasado cantaba las melodías instrumentales del combo que lidera, con el que cruza el jazz con otros géneros. Hoy vuelve por más, pero esta vez en el Luna Park.

› Por Joaquín Vismara

En el mundo del jazz, están quienes entienden al género y su legado como instituciones intocables, en donde todo debe desarrollarse dentro de un contexto rígido y estructurado, sin lugar a nuevas lecturas. Pero están también quienes lo interpretan como el punto de partida para la búsqueda de algo nuevo, carente de fronteras, en el que cualquier cruce o amalgama es posible, siempre y cuando se pueda respetar sus raíces. El bajista Michael League pertenece a esta segunda categoría. Hijo de un militar itinerante, repartió su infancia entre el sur y el norte de la costa este de Estados Unidos, con los discos de su hermano mayor como banda de sonido. “Siempre le presté atención a lo que escuchaba, ya fuera heavy metal con Pantera y Sepultura, jazz como Miles Davis o Charles Mingus, o música tradicional de Brasil, Escandinavia y los Balcanes. Siempre había cosas en mis oídos, más allá de que, como hermano menor, uno siempre quiere imitar lo que hace el mayor”, reconoce League.

Al poco tiempo, comenzó sus estudios de jazz en la universidad de North Texas, de donde egresó cuatro años después. Con su título en mano, delineó desde la localidad texana de Denton su próximo gran paso: Snarky Puppy, un combo instrumental que toma al jazz como punto de partida para cruzarlo con world music, gospel, rhythm & blues y cualquier otro género que se aparezca en el camino. Con once discos autogestionados desde 2004 hasta la fecha, el grupo llegó a tener un elenco rotativo de cuarenta miembros, que se reparten los puestos de guitarristas, bateristas, percusionistas, además de tecladistas y secciones de vientos. Lejos del purismo riguroso, Snarky Puppy se permitió codearse con figuras del género, grabar un disco junto a la Metropole Orkest de Holanda y recolectar dos premios Grammy en los últimos años (como Mejor Performance en R&B y Mejor Album Instrumental Contemporáneo en 2014 y 2016, respectivamente). Tras un show a sala llena en Niceto el año pasado, la banda vuelve a Buenos Aires con una apuesta más ambiciosa: presentarse esta noche en el Luna Park (Corrientes y Bouchard) con el flamante Culcha Vulcha el brazo. “Vamos a tocar casi todos temas nuevos y eso me emociona. Tiene sentido, estuvimos ahí hace poco, así que deberíamos hacer algo distinto”, explica League.

–Van a tocar en el Luna Park después de haber pasado por Niceto hace algunos meses. ¿Cómo vivieron ese primer show y qué esperan para este?

–Obviamente, estábamos abrumados por la respuesta del público en Buenos Aires. Hacía mucho que queríamos ir a Sudámerica y fue nuestra primera vez allá porque habíamos recibido muchos mensajes de fans argentinos que nos hacían pensar que iba a ser una buena experiencia... y fue increíble. Fue una locura, el público cantaba todas las melodías instrumentales y fue algo muy especial. Lo que me emociona de esta nueva visita, además de tocar en el Luna Park, que sé que es una sala muy grande e importante, es que acabamos de hacer un nuevo álbum de canciones de Snarky Puppy.

–Snarky Puppy no es estrictamente una banda de jazz, pero ganaron un Grammy en esa categoría. ¿Cómo ve al jazz hoy en día?

–Creo que el legado más importante de la tradición histórica del jazz es empujar los límites. Hubo un período en el que la escena de jazz no hizo eso y la mayoría de los músicos se limitaban a recrear música de los 60. Incluso, cuando estaba en la universidad había una escena bastante rara, demasiado intelectual, que no interpelaba al hombre común sino sólo a los músicos de jazz, algo bastante incestuoso. Recientemente, en los últimos cuatro o cinco años, hubo un cambio radical. Empecé la banda hace doce años y desde el comienzo una de nuestras metas fue tratar de captar a los no músicos haciendo algo que simplemente se sienta bien. No tenés que tener un título en jazz para escucharnos, pero si lo tenés capaz lo disfrutes en otro nivel. Hubo un cambio. Hay artistas como Esperanza Spalding, Robert Glasper o Eric Hardland y demás artistas que están haciendo el esfuerzo de llevar al mundo del jazz a otra zona, o de poner elementos de esa música en otro contexto. Valoro mucho a los músicos que hacen eso, porque no vamos a tocar el jazz de los 60 mejor que Miles. ¿Para qué haríamos eso? No es relevante. Hay tantos recursos disponibles que él no tenía en su momento, y tantos estilos y artistas que aparecieron en todo ese tiempo, que es mejor utilizarlos para crear música que sea relevante.

–Pat Metheny elogió a la banda. ¿Hubo algún otro caso?

–Los primeros que nos apoyaron antes que nadie fueron los músicos de jazz de la camada anterior a la nuestra. En nuestros comienzos, cortábamos treinta entradas por show y seis de ésas correspondían a músicos que admirábamos, toda gente de góspel y jazz modernos. Hace unas semanas toqué con la banda, y al salir estaban Omar Hakim, Rachel Z y Jerry Hey charlando entre ellos en el lobby del teatro. Uno de los mejores arregladores de vientos de la historia, el mejor baterista del mundo... fue muy loco. Vemos eso todo el tiempo cuando participamos en festivales, ves a tus ídolos parados a un costado del escenario mientras tocás. Creo que es una manera... aun cuando alguien hace una mala reseña sobre algo nuestro o escribe algo negativo sobre nosotros en un blog, el hecho de que gente a la que admiro desde que era chico respete lo que hacemos es un gran aporte a mi autoestima y la seguridad en mí mismo. Si alguna vez estoy medio bajoneado, recuerdo que las personas a quienes respeto musicalmente me respetan a mí y eso es suficiente, por más que algún crítico londinense crea que somos una pérdida de tiempo (se ríe).

–Empezaron a la banda en Denton, pero se mudaron a Brooklyn. ¿Qué les significó ese cambio?

–Nueva York es una influencia innegable en los artistas. Nadie se muda ahí y se mantiene igual. Para mí fue inspirador el hecho de estar rodeado por música increíble. Es una ciudad para gente obsesionada con lo que sea que esté haciendo. Estoy obsesionado por la música y estoy rodeado de gente que está en la misma que yo, podríamos decir que es casi un grupo de autoayuda, como Alcohólicos Anónimos pero para músicos. El mayor cambio tuvo que ver con que es el centro de la infraestructura de la industria musical. La gente con la que te encontrás en un recital no son sólo tus amigotes, sino quizá también un representante de Universal o alguien que escribe para The New York Times, porque todos viven ahí. Empezamos a notar un crecimiento importante una vez que todos nos mudamos ahí.

–Muchos de ustedes, además de dedicarse a la banda, dictan clases y tutoriales de sus respectivos instrumentos. ¿Es usted un militante de que los músicos cursen estudios?

–Creo que es muy importante que la gente aprenda sobre lo que hace, en materia general. No tiene que ser una colegiatura de jazz. Las tutorías son la mejor forma de aprender, tener alguien a quien acudir con regularidad y poder formarte a partir de su musicalidad. Es la manera en la que cualquier oficio se enseñó por miles de años, con el modelo de maestro y aprendiz. Tuve la suerte de tener algo así y lo mismo le sucedió a varios de mis compañeros de banda. Muchos además fuimos a escuelas de música, que es lo opuesto en educación, pero también es algo muy práctico. En general, es importante que los músicos indaguemos en la historia de nuestro oficio, pero también en su presente y de los recursos que tenemos a nuestro alrededor. Cada vez que podemos, trabajos con escuelas y universidades. Cuando esté en Buenos Aires, seguramente dicte un taller en Nempla y también vamos a empezar a grabar en video lecciones individuales de cada instrumento por cada uno de nosotros. Estamos muy comprometidos con la educación musical.

–A pesar de su éxito, ustedes no están emparentados con ninguna compañía discográfica. ¿De qué manera se adquiere ese aprendizaje?

–Somos totalmente independientes. Intentamos firmar un contrato durante varios años, pero nunca ocurrió. Para el momento en el que los grandes sellos empezaron a fijarse en nosotros, estábamos bastante orgullosos de nuestra independencia y no queríamos relegarla. De hecho, somos más independientes ahora que hace un año. Terminamos firmando un acuerdo de distribución con Universal, pero sólo se encargan de ese negocio. No se entrometen en el proceso creativo, así que es algo así como una situación ideal.

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