Mar 22.03.2016
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MUSICA › TINARIWEN ACTúA ESTA NOCHE EN NICETO

Los ecos del desierto

La banda de Mali, que funciona casi como un clan, tiene como
objetivo hacer visible, a través de su música hipnótica, la
lucha por la independencia de los tuareg en el mundo.

› Por Santiago Rial Ungaro

“Cuando vuelvo a Tammanrasset lo primero que hago es sentir la profundidad del desierto: me encanta estar en el medio de lo que para mucha gente es la nada, pero sin embargo para nosotros ésas son las atracciones esenciales: mirar como crecieron los árboles y comer los frutos de nuestros jardines.” Aunque lleguen por mail y traducidas, las palabras de Eyadou Ag Leche, bajista de Tinariwen, traen inevitablemente ecos del desierto, murmullos de espacios vacíos, viento, arena y mujeres de cabellos negros tocando el tindé (clásica percusión tamashek) mientras les responden con el Iswat, suerte de poesía tradicional de los tuareg. Justamente los Tinariwen (que vienen a tocar al país por segunda vez después de un memorable debut hace un año atrás) significa literalmente “los desiertos” y con sus letanías y sus hipnóticas guitarras parecen brindar un antídoto sonoro, un oasis musicalmente cercano y a la vez exótico entre tantas bandas chirriantes y chillonas cuyo horizonte parece haber sido siempre una pantalla. Cuenta la leyenda que Abdallah Ag Allhousseyni y Alhaassane Ag Touhami (dos de los fundadores de Tinariwen) en su momento tomaron las armas para luchar por la independencia de los tuareg, pero lo cierto es que esta cofradía de músicos nómadas, con sus blues africanos (que también nacieron de los anhelos y frustraciones de un exilio forzado) no tienen nada que ver con terroristas ni bandoleros, y han logrado conseguir cierta aura heroica por esas desventuras bélicas que hoy en día parecen tan lejanas como la creación de una nación propia: “¿Volver a la lucha armada? ¡Eso es absolutamente imposible! Esa no puede ser la forma de construir algo. Nuestra forma de luchar siempre va a ser la música y le poesía, el alma en la vida que estamos buscando cada día”, dice Eyadou, que no vino el año pasado pero ya le contaron de la calidez con que se los festejó en su debut.

Lo curioso es que, envueltos en sus atuendos y con sus irrecordables nombres los Tinariwen (que funcionan como una cofradía familiar hereditaria sin que eso cambie la esencia de su sonido) parecen turnarse entre ellos para salir de gira por el mundo mientras algunos descansan o cuidan a sus animales, ya que en su imaginario las lágrimas de una mamá camello valen más que las risas de groupies y los clásicos y promocionados excesos del Rock & roll Way of Life a los que estos hombres serios y hasta solemnes parecen ser bastante reacios: “A menudo los artistas tienen fama no solo de ser salvajes, si no de no ser fáciles para convivir con ellos. Para mí lo importante es la profundidad de la música y nos gusta conocer bandas y grupos”, dice, aunque la leyenda cuenta que cuando tocaron en Irlanda invitados por los Rolling Stones se desayunaron con la existencia de la banda de Jagger y Richard, totalmente desconocida en el desierto. “La verdad es que las giras las sufrimos bastante: viajar en avión es un sufrimiento (yo personalmente prefiero viajar en micro porque puedo dormir); es imposible cocinar como a uno le gusta y siempre tenés que buscar un restaurante, el trato en los hoteles es frío e impersonal. Pero también hay encuentros interesantes en todos los lugares en los que vamos a tocar”. La impasibilidad de los Tinariwen (que llevan ya editados 9 discos) cuando se les menciona a cualquiera de sus admiradores más célebres (la lista incluye a los Rolling Stones, Robert Plant, Mick Jones, Flea, Thom Yorke, TV On The Radio, Metallica, Animal Collective, Santana, Coldplay, Henry Rollins, Bono y siguen las firmas) confirma lo ya sabido: sus búsquedas están en las antípodas de las de ser “la banda nueva”, ya que lo que Tinariwen ofrece en sus discos y en sus shows es la persistencia del desierto en su identidad, asolada en su momento por los colonizadores franceses y durante casi medio siglo por el mismo estado de Mali.

Tinariwen funciona entonces como un colectivo o incluso un clan que incluye a un par de decenas de músicos cuya misión es desde hace 35 años hacer visible la lucha por la independencia de los Tuareg en el mundo, así como también brindarle esperanzas a su pueblo: durante años, sus canciones circularon en precarias y peligrosas versiones grabadas en casetes que, para el Gobierno de Mali podían significar la pena de muerte para el que los tuviera. La situación para los Tuareg parece seguir siendo tan delicada como indescifrable para un argentino, pero la voluntad de los Tinariwen de no dejarse doblegar y continuar con su lucha parece ser irreductible y late en cada una de sus canciones: “Tal como está yendo el mundo, la situación parece tan compleja que es muy difícil imaginar el país de Azawad, pero ya estamos acostumbrados a luchar por lo nuestro”, dice Eyadou. En el principio de Toumast Tincha (primer tema de Emmar, editado heroicamente por el sello Ultra Pop en el país), los Tinariwen cantan, en árabe: “Los ideales del pueblo se han vendido barato, compañeros/ La paz que se impone por la fuerza siempre está condenada al fracaso/ y da lugar al odio”.

* Tinariwen toca hoy, a las 21, en el Ciclo Martes Indigentes en Niceto, Niceto Vega 5510.

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