Mié 30.03.2016
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MUSICA › PABLO JAURENA HABLA DE SU LABOR EN LA RED DE ESCUELAS DE MúSICA DE MEDELLíN

Los frutos de la buena educación musical

Desde que viajó allí en 2011, el bandoneonista cordobés es el director artístico (a distancia) de la Orquesta de Tango que reúne a los alumnos de música de la ciudad colombiana, que acaba de publicar el álbum Melancólico Medellín.

› Por Andrés Valenzuela

Pablo Jaurena llegó a Medellín a mediados de 2010. Fue al Festival de Tango de la ciudad con su trío (MJC) y terminó involucrado en un proyecto enorme: la dirección artística de la Orquesta de Tango que depende de la Red de Escuelas de Música de esa ciudad colombiana. No es poca cosa, porque la Red enseña a unos seis mil medellinenses de entre 7 y 25 años. Además, debía hacerlo a la distancia, porque no podía resignar su Córdoba natal. Y por si fuera poco, Colombia misma tiene una buena tradición tanguera. Tras un lustro de trabajo, los resultados están plasmados en dos discos. El primero, grabado en vivo durante la edición 2014 del festival local. El segundo, registrado en estudio, está flamante y tiene un bello nombre: Melancólico Medellín. A versiones de clásicos del género se suman algunas composiciones del propio Jaurena, de Raúl Garello (padrino artístico de la Orquesta) y de Hernán Soria.

Jaurena se enorgullece de otros frutos de la Orquesta, como la aparición de tríos, cuartetos y quintetos de “egresados” de la Red a partir de su paso por la orquesta de tango. Destaca en particular a la agrupación F-31, un quinteto comandado por Sebastián Montoya, director titular y mano derecha de Jaurena en Colombia. F-31, además, alude al modelo de avión en el que falleció Carlos Gardel.

Mientras en la Argentina las orquestas juveniles, cantera indispensable del talento musical, corren peligro, Jaurena destaca el trabajo de la alcaldía de Medellín y enfatiza los esfuerzos para salvar obstáculos. Por ejemplo, para conseguir los preciados (y carísimos) bandoneones para la formación y los conciertos de la Orquesta de Tango de la Red. “Un violín chino capaz lo comprás barato, pero no podés pedirle a la ciudad que compre un bandoneón de 5000 dólares para ver qué onda”, señala. A cada dificultad, una solución musical: multiplicaron la fila de violines y la cantidad de músicos en cada cuerda.

“Es que la red de escuelas de música de Medellín son 27 escuelas, la mitad enseñan instrumentos de cuerda, la otra mitad de viento y percusión”, cuenta Jaurena. “Por lo tanto, se produce mucho instrumentista de cuerda y mucho de viento, que en el tango casi no hay. Ahí tuvimos una disyuntiva, porque la orquesta típica de tango no tiene más de cuatro violines: ¿cómo una red de 6000 alumnos va a tener un organismo con apenas cuatro? Sería poco representativo, tendría poco impacto”, advierte. ¿La solución? Una orquesta “expandida”.

Con los bandoneones, la cosa es más complicada. “También hay una realidad que es que la potencia de un bandoneón es tres o cuatro veces la del violín, se lo come vivo”, explica. “Que en la década del 40 las orquestas hayan tenido cuatro bandoneones y cuatro violines respondía a una necesidad económica: la menor cantidad de gente posible garantizando la sonoridad de todas las voces, pero cuando grababan los discos, Aníbal Troilo y Carlos Di Sarli duplicaban todas las cuerdas”. Siguiendo el ejemplo de los viejos maestros, Jaurena y compañía multiplicaron las cuerdas. En el disco, el piano lo ocupa una de las docentes de la Red (en la Red no se enseñan instrumentos solistas para fomentar el costado social del aprendizaje) y hay algunos invitados en guitarra, oboe y flauta (de esas que Astor Piazzolla incluía a veces y que gente como Garello u Osvaldo Piro también utilizan).

Además de la cuestión de los instrumentos, un obstáculo a salvar era la falta de profesores capacitados en el 2x4. “Colombia tiene mucha tradición tanguera, sobre todo Medellín, pero pasa como en casi todas partes del mundo: el boom es de la danza. Tenés profesores de cualquier nacionalidad, pero es muy difícil encontrar músicos de tango que no sean argentinos o no hayan estudiado acá”, comenta. Fuera del país, las excepciones son Japón, Francia, Alemania y, en cierta medida, Holanda. Y aun así, muchos de ellos pasan por Buenos Aires para completar su formación. “La idea, entonces, era generar primero una orquesta estable y un plantel docente justamente para que se haga cargo”. “Ese primer año, 2011, viajamos con el trío y empezamos a trabajar asesorándolos, formando al bandoneonista y al pianista”, cuenta.

Ahora, un director titular colombiano dirige los ensayos semanales mientras Jaurena planifica repertorio, conciertos y objetivos pedagógicos. “Se calcula que un músico cumple un ciclo de cuatro años en la orquesta, entonces todo el tiempo hay cinco o seis nuevos”, puntualiza. “La solución para no empezar todo el tiempo de cero fue armar un semillero, unas suertes de inferiores donde no se recorre el repertorio más profesional, sino uno diseñado para el aprendizaje básico del lenguaje tanguero. Son arreglos muy sencillos para fortalecer algo: el fraseo, las acentuaciones, los acompañamientos, los cambios de tempo, las nociones básicos de golpe de arco”, amplía.

En parte, Jaurena llevó allí mucho de lo que aprendió durante su paso por la Orquesta Escuela Emilio Balcarce. Incluso tuvo la fortuna de estudiar con él en su último año al frente de la OEEB. También trabajó con Ramiro Gallo, a quien incluso llevó como profesor invitado a Medellín. “Con la orquesta hemos atravesado los pasos y el camino natural de cualquier formación, y creo que ciertas cosas, oportunidades y desafíos para crecer, nos llegaron en el momento justo: cuando fue Ramiro a capacitar a las cuerdas, la orquesta ya estaba consolidada en una cantidad de músicos estables con cierto tiempo de trabajo, y pudimos aprovecharlo para formar a alumnos y docentes. Al año siguiente ya fue Garello como director invitado”.

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