MUSICA › ANA BELEN Y VICTOR MANUEL EN UNA NUEVA VISITA A LA ARGENTINA
A siete años de su última gira conjunta, los cantantes están presentando Canciones regaladas, un puñado de temas que configuran un catálogo propio y amplio de clásicos escogidos, de Rubén Blades a Chico Buarque y Tom Jobim, de Leonard Cohen a Piazzolla.
› Por Karina Micheletto
“Las canciones buenas son caras, no se dejan ver fácilmente”, dicen Ana Belén y Víctor Manuel para presentar su último disco, que se llama, justamente, Canciones regaladas. Este regalo toma para esta pareja artística y de vida la forma de un puñado de temas que configuran un catálogo muy propio y amplio de clásicos escogidos, de Rubén Blades a Chico Buarque y Tom Jobim, de Leonard Cohen a Piazzolla. Hoy a las 21 darán el último de sus conciertos en el teatro Gran Rex (Corrientes 857), para continuar luego una gira que los llevará por Mar del Plata (el lunes), La Plata (el miércoles), Córdoba y Rosario (el viernes y sábado próximos), siguiendo más tarde por Uruguay, Costa Rica y Guatemala.
“Conocemos muchas buenas canciones porque tenemos un acumulado de años pero contadas una a una, en un espacio temporal más corto, las buenas canciones escasean. Por eso, son un regalo cuando las juntas”, explican también el nombre del disco. De una primera selección de unas ciento veinte canciones posibles “echadas sobre la mesa” quedaron estas doce Canciones regaladas, en una selección tan arbitraria como ligada al cariño que gana una melodía cuando ha sido parte de la propia vida. El resultado es un viaje por “El padre Antonio y su monaguillo Andrés”, por México con “En el último trago”, por “Just the way you are”, traduciendo a Billy Joel, por Italia y aquel manifiesto de los 60 del odio al “Verano”, por “Los pájaros perdidos” o el “Hallelujah” de Leonard Cohen, también en versión española.
Son además, cuenta la pareja, aquellas canciones que “se escuchaban en la casa”, “en tiempos en que conseguir ese disco sí que era tarea difícil: tenías que ingeniártelas para buscarlo, pedirlo a amigos que viajaban... ¡sufrirlo! Y una vez que lo tenías, entonces a que gire una y mil veces en el tocadiscos, hasta saberse de memoria cada nota, cada intervención de un instrumento, cada palabra, aunque la canción fuese en inglés y tú repitieses sin entender nada. ¡A las canciones las diseccionábamos!”, recuerdan entre risas. “El caso es que nos hacía mucha gracia volver a recuperar esas canciones, con las que coincidíamos con mucha gente, admirándolas. En nuestro caso jugábamos con ventaja, porque además resultaba que muchos de esos artistas eran amigos, habíamos tenido la suerte de compartir con ellos canciones, escenario”, agrega Ana Belén.
Siete años pasaron desde la última gira que hicieron juntos y treinta desde que grabaron Para la ternura siempre hay tiempo, de 1986, aquel gran éxito en todo el mundo. Lo que siguieron, desde entonces, fueron los discos que grabó cada uno en su carrera solista, y juntos, algunos grabados en vivo, rescatando esa química en escena que, admiten ahora, no es tanta como la que se necesita para sostener 43 años de vida “real” en común, sumada a la vida artística compartida.
“Aquello ni siquiera fue pensado para ser un disco –recuerda Víctor Manuel sobre aquella primera y única grabación conjunta–. Hicimos dos con la intención de presentarlos por separado, con unos meses en el medio (Para la ternura, de Ana Belén, y Siempre hay tiempo, de Víctor Manuel). Solo cantábamos tres canciones juntos entre aquellas 24. Pero tuvo tanto éxito que a la compañía ni se le pasó por la cabeza separarlo, quería hacer el negocio completo. Y después nunca más nos planteamos entrar juntos al estudio. Hasta ahora.”
–Dice que estas son las “canciones de la juventud”, las que se escuchaban antes en casa. Las canciones tienen una potencia, la de traer el recuerdo de aquella época en que se escuchaban. ¿Tuvieron eso en cuenta?
Ana Belén: –¡Claro, por sobre todo! Es el recuerdo, el olor, unos colores determinados, una canción tiene esa gran potencia de retrotraerte en un segundo.
Víctor Manuel: –No hay nada más evocador que la música. Porque la música te instala en un tiempo, en una edad, en un espacio, en un novio, en tu familia, en un paseo por el campo. Hay un período en que la música se instala en tu disco duro y va de los doce a los cuarenta años. Y luego, ya todas son repeticiones.
–¿Le parece?
V. M.: –Puedes incorporar de vez en cuando alguna canción, excepcionalmente. Pero esto es teoría, está estudiado: la gente sigue escuchando toda la vida las mismas canciones de un período de tiempo de su vida. Porque son las canciones que ha acomodado a su vida. Una cosa que siempre me hizo gracia es que le gente me dice: ¡cómo me gustaban tus canciones de antes!
–Qué estimulante para un cantautor que sigue componiendo...
V. M.: (Risas) ¡Es que eso ya me lo empezaron a decir cuando hice mi segundo LP! Y yo siempre pregunto lo mismo: ¿Y qué edad tenías tú? 17 años. ¡Pues claro, lo que te gustaba era tener 17 años! (risas).
–Entre las Canciones regaladas está “Los pájaros perdidos”, de Piazzolla y Trejo. ¿Piazzolla tiene alguna evocación especial en sus vidas?
A. B.: –No especialmente, está porque es una grandísima, enorme canción, y luego por lo que ha significado Piazzolla, un músico tan rico a nivel mundial, con esta manera suya de innovar dentro del tango, de ir por caminos tan diferentes. Esta canción la conocimos hace muchos años y nos gustaba mucho. Y debo decir que este fue un empeño muy de Víctor que yo la grabase, mucho más que mío. El estaba muy seguro de la canción.
–Si es lo que escuchaban en su casa, esos discos que costaba tanto conseguir, se revela un gran eclecticismo en esa casa.
A. B.: –Total. En esa casa, desde siempre, se ha escuchado todo tipo de música. Y se lo hemos transmitido a los hijos. Ahí los tienes, ellos escuchan copla, jazz, pop, rock, todo tipo de música. Es que cuando la vida está llena de canciones buenísimas, de diferentes estilos, ¿cómo no vas a disfrutar de todo eso que te ofrece la vida, de esos autores en estado de gracia? Esas, como tantas, siempre han estado ahí en nuestra casa, ahora las llevamos con nosotros en el móvil, hasta puedes hacer tu propia lista. Ahora, por un lado es una suerte gozar de toda esta amplitud, y por otro lado es una pena, porque como parece que no cuesta tanto conseguir, pienso que la música se ha menospreciado un poco.
V. M.: –La música empezó a perder valor para la gente el primer día que se encartó un cd dentro de una revista o un periódico y se regaló. ¿Ah, es gratis? Entonces vale poco.
A. B.: –Además, para algunos, el asunto está en acumular. Cuántas canciones tengo, cuántas películas tengo. ¿Pero las has visto, las has escuchado? No.
–A lo mejor el problema no es tanto que se ofrezca gratuitamente, sino qué tipo de música se ofrece y se difunde más.
V. M.: –No, el problema es que la gente tiene acceso gratuitamente a toda, toda la música. Insisto que eso es malo: tú no valoras igual algo que te cuesta conseguir que algo que tienes al alcance de un click. Bienvenida la democratización, pero tú no me vas a decir que aprecias la música de la misma manera en que lo apreciaba un chaval que juntaba un peso todas las semanas hasta tener los cinco que costaba el LP. La relación con la música es otra.
–Ustedes tuvieron una relación estrecha con América latina, después del tiempo de exilio que pasaron en México. ¿Cómo es hoy esa relación?
A. B.: –En verdad fue poco tiempo de exilio, fueron meses, pero es cierto que con los años ha crecido la idea del exilio como un todo con toda aquella época. Aquello fue en el 72, luego yo grabé “La muralla” en el 75, salimos a hacer una gira por México, Cuba, nos pusieron una bomba en casa, todo forma parte de ese momento. Saber que no puedes volver a tu lugar, por el tiempo que sea, te marca, tener que vivir acorde a ese nuevo lugar en el que estás, y además buscar trabajo... Pero en nuestro caso la verdad es que también fueron unos meses estupendos, conocimos gente maravillosa. Siempre pienso qué enorme suerte tenemos con la posibilidad que nos da viajar: la de conocer gente con la que a lo mejor no tendrías nada que ver o no coincidirías en la vida. Y sí, en aquella época pudimos conocer gente maravillosa y establecer una relación mucho más fluida con Latinoamérica, Cuba, México, en cuanto pudimos regresamos a Chile. Pienso que esa relación continúa, nos sentimos desde entonces muy cercanos a esta tierra.
–Esa parte dura que usted describe del exilio la están sufriendo hoy en Europa los inmigrantes y refugiados. ¿Cómo lo vive?
A. B.: –Europa siempre ha sido un continente acogedor y da tanta pena esta frialdad con la que, no la gente, sino los gobernantes, se han cubierto para no querer saber, no querer ver. ¿Cómo que no queréis saber? La gente no se ha ido de su país porque quiera salir a bailar, se van porque hay una guerra. Y luego porque quieren darle un futuro mejor a su familia. Refugiados e inmigrantes quieren un lugar en el mundo, donde poder darles un futuro a sus hijos. ¿Cómo no poder, cómo no querer ver eso? En ese sentido, yo nunca pensé que los gobiernos europeos y el gobierno central se iban a portar así.
V. M.: –Europa es una unidad económica pura y dura y no política, cada uno decide. Y causa también pena que los que están teniendo las reacciones más furibundas y reaccionarias son los antiguos países comunistas. Y Europa lo permite. Entonces, si cuando te desvías un poquito del déficit te castiga y te multa, ¿por qué no multas al gobierno húngaro o al lituano? No, ahí no hay decisión, es una decisión política que no quiere tomar nadie. Es una vergüenza, por completo.
–¿Están al tanto del presente político de Argentina?
V. M.: –Sí, claro, nos llegan noticias de aquí, y si no nos llegan, nada más tienes que abrir los periódicos en Internet. Estamos muy al día de todo lo que pasa. Y lo que vemos es que el FMI se está frotando las manos. Están viendo hasta dónde pueden llegar, están testeando, para luego seguir avanzando contra otros países. Nada de esto va en favor de la Argentina, eso está claro. El gobierno ha hecho una apuesta muy fuerte y veremos hasta dónde llegan. La respuesta de la gente, supongo, será furibunda.
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