MUSICA › HILDA LIZARAZU Y LAS VUELTAS DE LA VIDA, SU NUEVO DISCO
La cantante imagina a una equilibrista que rescata el oso de Moris, como puerta de entrada a una serie de canciones donde “hay un optimismo pero no un optimismo tonto, sino el que está relacionado con el anhelo, el deseo de vivir y poder hacer otro disco”.
› Por Cristian Vitale
Hilda Lizarazu jugó a que nunca había aparecido ese que, en un pueblito alejado no cerró el candado y, por tanto, el oso de Moris nunca había vuelto al bosque a estar contento de verdad. Entonces, se tomó la licencia de liberarlo ella, 46 años después. O, mejor dicho, quien hizo justicia con ese pobre animal fue “Lucía, la equilibrista”, el personaje que anima el primer tema de su flamante disco Las vueltas de la vida. “Me hice amiga del oso de Moris, lo conocí en un pueblito alejado, estaba tan triste que su jaula abrí”, canta ella que –otra alternativa– podría ser ese alguien que la canción original nunca nombra. Pero no... lo liberó ella. “Primero se me ocurrió Lucía mientras esperaba que empiece una función de circo mirando las sogas, los trapecios del techo, los colores que había alrededor, y en ese momento de espera materno empecé a imaginar ideas para las canciones: contorsionistas, magos, y luego dije ¡animales!, ¡el oso!, e inevitablemente fui a Moris, porque es el único oso argentino dentro de una canción. Me reía sola mientras la escribía. Quedó simpático”, cuenta Lizarazu en la previa del estreno de su nueva criatura, que será hoy a las 21 en la Sala Siranush de Armenia 1353. “Va a ser un concierto único para mí, porque voy a presentar todos los temas del disco con una instrumentación que usualmente no uso... cuerdas, vientos, arpa. Voy a tratar de reproducir lo más fielmente posible el sonido del disco, y además va a haber ingredientes relacionados con el circo. Estoy a pleno hace dos meses”, prevé.
–El disco, visto en su totalidad, mezcla conceptos que tienen mucho que ver con lo circense y con cierto optimismo frente a las vueltas de la vida, precisamente. ¿Bajo qué fundamentos lo pensó así?
–Bueno, el optimismo es un elemento necesario para el día a día de cada uno de nosotros. Pero no hablo del optimismo tonto, sino del que está relacionado con el anhelo, el deseo de vivir y poder, en mi caso, festejar el hecho de poder hacer otro disco. Igual, la temática del circo tiene ese costado de optimismo, pero también tiene otro blanco y negro, de ahí el color de la tapa –blanco y negro– y el carácter criollo del circo cuya dueña, Lucía, la equilibrista, es argentina. Hay esto, y hay otros ingredientes porque el eclecticismo y el pop siempre fue lo que me contuvo, tanto en Los Twist como en Man Ray, y todo lo que hice como solista. Es decir, varié pero siempre dentro del pop rock. Nunca fui del rock and roll cuadrado ni del pop electrónico ni del pop acústico, siempre me nutrí de diferentes colores, y a partir de esto empecé, incluso, a versionar temas.
—“Los Hermanos”, de Atahualpa Yupanqui, y “La Balsa”, de Nebbia y Tanguito, en este caso. Hay que atrevérsele a Yupanqui desde estas “músicas modernas”. El tema tiene una introducción –y un desarrollo– que quien sabe cómo tomaría él...
–Yo tampoco (risas). Tal vez esté retorciéndose debajo de ese enorme árbol de Cerro Colorado, pero tal vez no... nunca se sabe. Así son las vueltas de la vida y justamente buscando a esa hermana hermosa que es la libertad, me tomé la libertad de reversionarlo con esa alta poesía, pero sacándolo de la milonga campera y llevándolo a un ska.
–¿Se enteró Moris que Lucía le liberó –de nuevo– al oso?
–Nunca hablé con él del tema, sí con Nebbia sobre “La Balsa”, y me encantó su respuesta. Me envió un largo mail que me emocionó, porque me hizo una devolución de cada una de las canciones y alabó cómo había reversionado “La Balsa”, una canción tan emblemática tanto para él como para el rock argentino.
–Otro riesgo, tal vez...
–Puede ser. Pero yo soy intrépida, me gustan los filos. Después, si caigo, caeré elegantemente. Por ahora voy así, haciendo lo que, intuyo, es mi manera de sentir la música lo más genuinamente posible, dentro de mi propia dimensión.
–El tercer track se llama “Todo tiene solución”. ¿Todo tiene solución?
–Al principio decía que todos los problemas tenían solución. Luego empecé a pensar y dije no, la verdad que todos no. Entonces cambié al casi siempre tienen solución.
–Como los claroscuros, el blanco y negro del circo criollo.
–Como concepto, claro. Porque todos los temas no tienen solución. Hay enfermedades que son terminales y no la tienen, los asesinos y los violadores tampoco. Hay temas densos e intensos de los que me alejé para poder hacer esta canción que tiene como una hermandad con lo liviano. No me daba para ponerme a profundizar en esos lugares sin solución, porque mi dimensión sonora precisamente tiene una liviandad, que no por ello es bobera.
–¿Cuánto hace que está en pareja con Lito Vitale?
–Seis años.
–¿Cuánto lo deja meterse en su música y dónde le pone el freno? Es un tipo muy inquieto, en este sentido.
–Nos respetamos mucho, porque delimitamos nuestras dimensiones musicales, que son bastante diferentes. Sí escucho sus sugerencias, e incluso el tema “Tiene solución” lo arreglamos juntos, y también me ayudó en “El sireno del Río de la Plata”. No hay un avasallamiento de su parte. El respeta mis diferencias sonoras y mis elecciones estéticas y yo, a su vez, cuando intervengo en algunos de sus eventos, hago lo mismo.
–Lito no tiene nada que ver con el pop, por empezar.
–Claro. Y yo tampoco con su música, que es esencialmente instrumental. Pero esta junta tan contrastante es lo que nos mantiene vibrando bien. Yo escucho sus puntos de vista, porque me parece que le suman a mis canciones.
–¿Por qué Las vueltas de la vida?
–Porque siento que la vida tiene un montón de episodios, de capítulos diferentes. Uno mira hacia atrás y pasan tantas cosas desde que uno arranca en este mundo que, bueno, da muchas vueltas, y es algo que está relacionado con el circo... tiene que ver con lo acrobático. Me gustó como título para cerrar estos doce temas, y porque me pareció que era lo que me estaba pasando a mí, con mis propias vueltas. El nombre me cerró súper rápido.
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