Fue uno de los exponentes de la época de oro del tango, integrante de formaciones que hicieron historia, como la de Aníbal Troilo, en la que estuvo quince años, o la de Horacio Salgán, cuando todavía era un adolescente. Fue también parte de aquella estirpe de grandes artistas del tango que entendía a la música como un trabajo, y se ocupó de ejercerlo hasta el final. Fue también un prolífico compositor, autor de más de trescientos tangos. Ayer, a los 83 años, falleció el bandoneonista, director y compositor Ernesto Baffa. Había nacido el 20 agosto 1932 en el barrio Floresta, y estaba internado desde hacía dos meses y medio en una clínica porteña, luego de una caída que le produjo una fractura de cadera, lesión que no podía operarse.

Sus inicios fueron en la orquesta de Héctor Stamponi, a los 15 años. Pronto ingresaría en la de Salgán, donde, confundiéndolo con Leopoldo Federico (ya que estaba reemplazándolo), Pichuco lo vería y lo convocaría para su orquesta. Todavía con Troilo, en 1965 formó un trío con Osvaldo Berlingieri y Fernando Cabarcos, que luego pasaría a ser la recordada dupla Baffa-Berlingieri. Tocó junto a Roberto Goyeneche, Alberto Morán, Tito Reyes; con Astor Piazzolla, Alberto Rufino. “Aprendí un poco de todos ellos”, decía.

Como compositor dejó una extensa obra. “Calavereando”, “Con punto y coma”, “Pa’la guardia”, son algunos de sus muchísimos tangos, a los que se suman los que testimonian su pasión por el Club Atlético Independiente: “Un tango para Bochini” o “Para el amigo Luis Islas”, por ejemplo. El nuevo siglo lo siguió mostrando junto al bandoneón: participó en proyectos como Café de los Maestros, aquel que reuniera a las grandes glorias de aquella vieja guardia, la Selección Nacional de Tango –que, tal como su nombre indicaba, era un verdadero seleccionado de estrellas tangueras, que integró con colegas como Leopoldo Federico y Osvaldo Piro y jóvenes valores– y Troilo compositor, disco que grabaran en 2012 catorce bandoneonistas.

Festejó sus ochenta años en la Academia Nacional del Tango, tocando el bandoneón. “Hasta donde pueda y Dios quiera, espero poder seguir arriba de un escenario”, dijo entonces. “Siempre voy a seguir tocando, estudiando y ensayando, porque hay que estar bien de la mano y del cerebro”. Así fue.