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Sábado, 30 de abril de 2016

MUSICA › SE ESTRENO GARDEL. TEATRO MUSICAL ARGENTINO, SOBRE LA VIDA DEL CANTANTE

“Hoy los chicos en las escuelas no saben quién es Gardel”

Guillermo Fernández, Luis Longhi y Federico Mizrahi, con una sorprendente interpretación del Zorzal Criollo, de los libros y las letras de canciones y de las músicas, respectivamente, brillan junto a un gran elenco. Enfocaron, dicen, en el hombre más que en la estrella.

 Por Karina Micheletto

Es la sorpresa entre los recientes estrenos, una idea que no se había llevado a cabo antes, y que ahora se materializa con un sorprendente brillo. La vida de Carlos Gardel fue llevada a un musical, o más precisamente a un Teatro musical argentino, tal como anuncia su nombre, y así por primera vez el máximo mito argentino es el protagonista en este género. Quienes motorizaron esta idea, dándole forma en largos años de trabajo y en una producción independiente y cooperativa –invirtiendo en ella, cuentan, todos sus ahorros, y hasta vendiendo un auto y un bandoneón– son Guillermo Fernández, Luis Longhi y Federico Mizrahi, a cargo de una sorprendente interpretación de Gardel, de los libros y las letras de canciones y de las músicas, respectivamente. Junto a ellos, brillan todos los viernes y sábados en el teatro Moliere (Balcarce 682) Alicia Vignola, Anita Rodríguez y Luis Peloni, como la madre, la novia de Gardel y Razzano, entre otros papeles que interpretan.

Lo que estos actores y cantantes logran es un musical de gran calidad, apto tanto para tangueros como para los que no frecuentan el género, con la fuerza del tango como fondo pero materializado en los diversos ritmos de la música original, y con una marca teatral de sello propio, mérito tanto del director, Ignacio González Cano, como de las grandes interpretaciones y de un equipo de puestistas de ópera que suelen trabajar en el Colón. Sorprende, en este punto, un Gardel tan Gardel, al que hasta se lo escucha cambiar su forma de cantar a medida que avanza su carrera, desde las primeras actuaciones en el Abasto hasta su triunfo en Hollywood. Además de sacarle bien el jugo a la carga dramática de una vida que hoy es mito, el libro logra mostrar detalles importantes más o menos conocidos. Incluyendo, por ejemplo, el papel de Saúl Salinas al enseñar a cantar a dúo a Gardel y Razzano –que inauguró toda otra historia en la música argentina–, o el momento en el que Gardel conoce, filmando en Nueva York, a un pequeño Astor Piazzolla que ya tocaba el bandoneón.

Antes de este Gardel, la de Fernández, Longhi y Mizrahi es la historia de una amistad. Y también la de un encuentro creativo que tiene antecedentes como Zarpando tangos en Canal 7, en 2006, o El romance del Romeo y la Julieta. Mizrahi y Longhi se conocieron en París, donde estuvieron trabajando y estudiando juntos. Allí nació el dúo Demoliendo Tangos (un nombre que hoy lleva el programa de radio que hacen en la AM 750, los domingos a las 12). Más tarde se reencontraron en la segunda versión de la opereta Lo que me costó el amor de Laura, y en otros proyectos como Un amor de tango o el varieté tanguero Tangoservicio Tararira los siguieron reuniendo en estos años.

Autodefinidos “gardelianos fundamentalistas”, los artistas y amigos cuentan que Gardel. Teatro musical argentino comenzó seis años atrás, con un formato de catorce actores, diez bailarines y doce músicos. “Terminamos de hacer El tango es puro cuento (un disco y libro para chicos, que ya se transformó en un espectáculo que estrenará próximamente) y dijimos: ¿y ahora qué podemos hacer? Y como somos gardelianos fundamentalistas, apareció la idea de un musical sobre Gardel”, recuerdan Fernández y Mizrahi. Entonces acudieron, siguen contando, a Longhi, para que lo escribiera. “En tres semanas ya tenía la primera versión, y después nos llevó como un año más hacer todas las canciones”, repasan.

–¿La historia previa de amistad habilita otra manera de trabajo?

Guillermo Fernández: –Es la confianza la que te habilita. Y acá hay mucha confianza. Está bueno porque tenemos nuestras diferencias, pero nunca nos superponemos uno al otro. Y ocupamos roles bien diversos.

–Se metieron con el mayor desafío tanguero: Gardel. ¿Por qué?

Federico Mizrahi: –Porque creímos que era necesario. Hoy los chicos en las escuelas no saben quién es Gardel.

–¿Le parece?

F. M.: –Totalmente. Lo vi.

Luis Longhi: –Y creo que logramos tomar la posta generacional de transmitir a quien no sabe quién es Gardel. A través de una representación artística, de un hecho escénico. Yo me quedo tranquilo de que mi hija de doce años ya sabe quién fue Gardel. Y que por ahí se lo va a contar a sus hijos y a sus nietos.

G. F.: –Mi hija tiene 18 años y vino a vernos con todos sus amigos y amigas. Quedaron muertos. Y no tenían idea quién era Gardel.

F. M.: –Ah, ¿entonces “El día que me quieras” no es de Luis Miguel? (risas). Sí, yo la vi a la hija de él emocionada. Y para un adolescente, eso es mucho.

–¿Qué creen que representa Gardel hoy?

G. F.: –Hoy en día Gardel es más un símbolo: es la sonrisa, es un adverbio...

L. L: –Una calle, un premio, una estación de subte. Y se dice que ser Gardel es ser el mejor. Pero Gardel no solamente fue el mejor, además fue el primero. Y después de tantos años, sigue siendo el mejor.

–Entonces, se meten con el mejor y con el primero. ¿Qué fue lo más difícil?

G. F.: –Queríamos crear el espíritu de Gardel sobre el escenario, pero desde la dramaturgia, desde la actuación y desde la música. Ignacio González Cano, nuestro director, me dijo: Mirá, yo quiero que vos salgas, la gente vea a Guillermo Fernández, y de repente vea a Gardel...

–Se la hizo fácil...

G. F.: –Pero trabajamos mucho. Cuando digo mucho, es mucho.

L. L.: –Y sobre todo nos enfocamos en mostrar al Gardel hombre, al ser humano, con los conflictos que tenemos todos, más allá de que haya sido una estrella internacional. Queríamos bajar a la tierra a Gardel.

–¿Cuándo apareció Gardel en su vida?

G. F.: –Creo que está desde siempre. De chico era fanático de Gardel. A los cinco años me regalaron un long play de Gardel, y yo dibujaba las letras, porque no sabía escribir, pero quería escribir Carlos Gardel. Todavía tengo esa tapa. Y me pasaron cosas muy heavys. Mi viejo era espiritista. Y mi abuela paterna también lo era, era española y cuando vino, en el año 26, se fueron a vivir a Lanús. Era la curandera del barrio, pero sobre todo se dedicaba a curar el alma. Y mi viejo decía que yo era la reencarnación de Gardel. Así que yo crecí con toda esa carga encima. Era tan fuerte la carga, que a los cinco años soñaba con el accidente, soñaba que yo estaba adentro del avión y lo salvaba a Gardel. Lo tengo patente, grabado. A Gardel lo tengo en mi cabeza desde que nací. Tengo sus ojos, tengo su imagen. Vi las películas mil veces. Puede decirse que soy fanático. Eso no quiere decir que lo imite, pero hay algo que yo entiendo de él.

–Con todo lo “fundamentalistas” que son de Gardel, ¿tuvieron que investigar para crear esta obra?

G. F.: –Muchísimo. Trabajamos con mucha bibliografía, creo que leímos toda la que existe. La que más usamos fue la de Osvaldo y Julián Barsky. Porque ellos de cada anécdota, y de cada teoría, tienen tres o cuatro versiones. ¿Cuál elegimos? La que más sirve a la dramaturgia.

L. L.: –El espectáculo está dramatúrgicamente encadenado a través del crecimiento artístico de Gardel, desde que arrancó a cantar canzonetas napolitanas y españolas en el Abasto, cuando llegó al tango, hasta que triunfó en el cine, primero en Francia y después en Estados Unidos.

F. M.: –El tema de la nacionalidad lo rozamos, y lo dejamos picando. Nosotros no tenemos duda de dónde nació Gardel. La discusión no existe para mí, pero tampoco importa. Nunca discutiría con un hermano uruguayo: si vos querés creer que nació allá, ¡y dale! Lo que importa de Gardel es que haya sido.

El eje de Gardel. Teatro musical argentino es el relato de Tito Lusiardo (interpretado por Longhi), quien fuera el gran amigo de Gardel en los últimos años. “Estamos con la teoría de que si fue uno de los más íntimos amigos, fue el depositario de muchas anécdotas y secretos, como Leguizamo”, explican los entrevistados. Desde este relato se encadena una historia que tiene como contrafiguras fuertes a Berta Gardes, la madre de Gardel, Isabel del Valle, su eterna novia, y Razzano. Cada actor y cantante, además, interpreta otros papeles. Esto, dicen sus creadores, fue lo más difícil de trabajar en el armado. “Inicialmente este era un espectáculo grande, y lo achicamos a cinco actores y un músico. Está la complicación de los cambios y tiempos para entrar a escena y cubrir todos los roles que requiere la dramaturgia. Fue una dificultad que se fue sorteando con el equipo y con la puesta que hace que, por ejemplo, algunos cambios se produzcan en escena”, explica Longhi. “A mí me iluminó ver Piaf, esa forma de teatro minimalista y tan intenso, con muy pocos recursos escenográficos y mucha iluminación. Ahí comprobé cuánto más se puede contar con mucho menos. Estamos convencidos de que ganamos con el cambio”, advierte Fernández.

–Es un musical de Gardel pero no suena solo tango. ¿Por qué?

L. L.: –Justamente es parte del asunto de ser artistas aquí y ahora, gardelianos del 2016. La música que hicieron Federico y Guillermo centra a Gardel en el hoy.

G. F.: –Además, aquí en los 30 había una música que unía a muchos países. La música que Gardel compuso en Nueva York tiene que ver con eso, con la música de Alemania, Francia, de esa época. Es hasta hollywoodense.

F. M.: –Y por eso los tangos que más trascendieron de Gardel son los que compuso en Hollywood con Lepera: “Volver”, “Golondrina”. Son muy de comedia musical. Y los nuestros también van por ahí.

G. F.: –En el 20 Gardel cantaba en Barcelona en un lugar que se llamaba El Templo de la Frivolidad”. Y ahí actuaba una cantante española, un zapateador norteamericano, y un travestino romano. Nosotros tomamos ese dato y trasladamos teatralmente el estreno del dúo Gardel-Razzano ahí. Y ahí ellos cantan un valsecito criollo que compusimos nosotros. Lo compusimos al estilo gardeliano. La gente, a menos que sea entendida, no va a saber si es de Gardel o no. Nos gustó ese juego con la música. Si Gardel lo inventó todo, nosotros inventamos sobre eso que él inventó.

–¿Qué es precisamente lo que inventó?

F. M.: –Gardel inventó todo: la forma de respirar, de frasear, de cantar el tango. Entonces, inventó aquello que nosotros más amamos. Es como adorar un dios.

G. F.: –Inventó el tango cantado. Porque hasta entonces no se cantaban los tangos, eran estribillos procaces como los de Villoldo, que mencionamos en la obra: “El fierrazo”, “El choclo”, “Afeitate el siete que el ocho es fiesta”, “Ahí va Celina en punta”... Todos tangos con letras muy cortitas y procaces, prostibularios.

L. L.: –En ese primer tango que canta Gardel, “Mi noche triste”, no solo inventa la forma de cantarlo, respirarlo, pronunciarlo. También instala la narración en un tango: por primera vez se estaba contando una historia. Y además se la contaba en lunfardo: “Percanta que me amuraste”, “mujer que me abandonaste”. Y hasta, según cómo lo veas, se habla de la independencia de la mujer.

F. M.: –Somos un poco pasionales para hablar de Gardel (risas). En resumen, seguimos convencidos de que cada día canta mejor.

–¿Qué significa hoy eso?

L. L.: –Es escucharlo y que nos guste cada vez más. Es comparar permanentemente con todo lo que hay alrededor, y decir, ¡Uau! ¡Cómo le pasa el trapo a todos!

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El espectáculo va viernes y sábados en el teatro Moliere.
Imagen: Carolina Camps
 
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