Vie 13.05.2016
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MUSICA › TERESA PARODI PRESENTA SU CICLO VOLVER EN EL TORQUATO TASSO

“Cada canción guarda en sí infinitas canciones”

La autora de “Pedro canoero” retoma con conciertos íntimos su actividad como cantautora después de ser ministra de Cultura. “Necesito reencontrarme conmigo y la guitarra”, asegura, aunque también sostiene que la música “es un trabajo político”.

› Por Karina Micheletto

“A este disco lo dejé abandonado cuando nació: no en la puerta de una iglesia, sino en la puerta de Sony”, se ríe Teresa Parodi. Se refiere a 30 años + 5 días, el disco y dvd que tenía que presentar justo, justo, cuando fue designada Ministra de Cultura de la Nación. Su carrera de cantautora quedó lógicamente relegada en ese año y medio de gestión. Y aunque la política ha formado parte de su vida desde siempre, hoy para la autora de “Pedro canoero” es tiempo de Volver. Así se llama el ciclo que todos los sábados de mayo la tendrá como protagonista en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575), que ya tiene las primeras funciones agotadas y que será el primero, cuenta, de una serie de presentaciones en espacios reducidos, en la búsqueda de un modo de encuentro íntimo con su público.

“En aquel momento hice una presentación del disco muy rasante, porque no quería que después de tanto trabajo e ilusión quedara así, tan sin nada”, cuenta la correntina. “Así que por ahí pasa la idea de regreso: vuelvo a aquello que siento que merece una continuidad más concreta, algo que al mismo tiempo es una necesidad para mí”. Hoy, la cantautora sigue ejerciendo la función pública porque fue electa diputada del Parlasur, un espacio que evalúa está siendo blanco de ataques bien planificados (“pretenden restar importancia a todo el trabajo que podamos hacer desde allí, mientras tenemos que seguir aclarando que en esos cargos trabajamos sin cobrar un peso”, dice). Trabaja también desde la Fundación Patria, donde en el reciente regreso público de Cristina Fernández de Kirchner fue de algún modo la anfitriona del encuentro de la ex presidenta con artistas de todas las disciplinas. Pero, ahora que el ritmo de trabajo estrictamente político es otro, puede Volver enfocada en la música. “Que también es un trabajo político, por supuesto. Como todo lo que hacemos en la vida”, aclara.

Parodi se entusiasma al hablar de 30 años + 5 días, el disco que en su momento quedó “tan sin nada” y que ahora tiene otra oportunidad de presentación en sociedad. “Fue diferente, lo grabamos en una casa de campo, con el sonido del afuera que se mezclaba con el adentro; el sonido resonante que tiene una casa, la vida cotidiana”, pinta. “Compartimos cinco días hermosos con los músicos, leyendo poesías bajo los árboles, cantando allí. Lo pensamos además con los amigos que venían a la tardecita, entonces hablábamos de lo que nos involucraba a todos, cómo pensar un país desde lo cultural, con la música popular como un trazo fuerte en esa construcción. Me reuní con cantores jóvenes y con los de mi generación, y es la última vez que estuvo Raúl (Carnota) cantando. Se lo ve hermoso, todos lo queremos tanto que lo vemos y sonreímos cantando con todos nosotros ‘Grito santiagueño’, en una reunión tan cálida, de recuerdos y también de miradas de la música”, recuerda.

–¿Qué rescata entre aquellos encuentros?

–Cada día es distinto y cada charla abre un mundo. Con Liliana Herrero tuve una clase magistral de cómo se toma una canción. Para mí que soy autora, fue iluminador escuchar a una intérprete, quizá de las más originales que tiene el país y América latina, contando cómo trabaja... Cómo toma la canción como una arcilla, la moldea a su medida pero al mismo tiempo buscándole esa esencia, esa otra canción que está debajo de la canción que uno hizo. Porque uno hace una canción, pero esa canción guarda infinitas canciones...

–¿Cómo sería eso?

–Te das cuenta cuando escuchás las diferentes aproximaciones a esa canción. Cada uno le va sacando una cosa distinta, que está en esa canción. Liliana dice algo interesante: “yo antes creía que podía mejorar los textos de las canciones, pero no es así, si no tengo esa gema en las manos, no puedo pulirla”. Para mí, que soy autora de canciones, es muy interesante.

–También es intérprete...

–Pero es que en mí siempre fue mucho más fuerte la necesidad de escribir palabras y melodías, contar, alcanzar a la gente los relatos de personas que fui conociendo, que finalmente son relatos de nosotros mismos. Con una historia, yo cuento la de muchos. ¿Pero qué abre esa canción, como vos la pensaste? La primera vez que tomé conciencia de eso fue cuando una profesora de la Universidad de Buenos Aires me invitó a una clase donde ella trabajaba mis canciones. Me preguntó si me interesaba ver el trabajo colectivo que se puede hacer con la obra de un autor, fuera del ámbito artístico. Fui, me senté atrás. No podía creer lo que escuchaba. Cómo cada uno tomaba la letra e iba diciendo cosas que cuando las decía, yo también las veía. Pero no las había pensado antes. Una piensa con asombro: ¿cómo pude escribir todo eso? Es que es eso que yo escribí, y es más. Cuando un trabajo resume el modo de mirar, de sentir, de otros, abarca todas esas capas. Antes yo creía que eso pasaba solamente con la poesía.

–¿Por eso musicalizó a poetas?

–Musicalicé mucha poesía y fue muy fascinante. Inclusive, en este disco hay dos poemas musicalizados por mí, uno de Borges y otro de José Pedroni. Ese fue mi trabajo paralelo, siempre hacía mis canciones y musicalizaba poetas que me pedían a los gritos que los cante. Y yo pensaba que la poesía tiene infinitas músicas, porque las palabras al rozarse producen música. Entonces pensaba que cada uno oye la que tiene adentro y cuando lo lee se queda en algunos momentos de las palabras, los silencios de esa poesía. Hay una música que abarca todo, pero hay tantas músicas como gente lee.

–¿Y la canción?

–Es como si la canción fuera un arte fotográfico y la poesía, un arte plástico con otras dimensiones. La canción es como un hecho cerrado, una instantánea en tres, cuatro minutos. Ahora, qué pasa después con ella, aprendí, me enseñó una vez más la gente, que es tan infinita como la otra, y que hay tantas miradas como los intérpretes. Y eso es lo que me confirma Liliana: ella encuentra un modo de aproximarse, de irrumpir en la canción, la desarma y luego la arma a su medida, y produce otro hecho artístico extraordinario, de creación sobre creación. Ese es el trabajo increíble del intérprete. Me pregunto: ¿soy intérprete de mí misma? No sé, no importa. Sé que mi voz es el instrumento que uso para pronunciar mi canción, para que esté viva. Después, los otros harán con ella lo que quieran. Al mismo tiempo, me encanta hacer eso, me resulta imprescindible estrenar esa obra, pronunciarla por primera vez, proferirla.

–Pero también una canción tiene que tener algo del orden de la poesía, para que se le pueda encontrar esa gema de la que habla Herrero.

–Ese es un gran dilema que tengo y lo charlé mucho con Alfredo Zitarrosa, discutimos mucho con él. Le decía que soy letrista y no poeta, y que me encanta serlo. Conozco el ABC de la canción, lo estudié, lo trabajo minuciosamente. Busco cada palabra, con los límites que me impone la canción, porque quiero que el otro vea lo que canto. Y reivindico eso. Alfredo me decía: no, usted es poeta. Lo es porque lo decide el pueblo. Y usted va a publicar un libro de poesía con sus canciones, y yo le voy a hacer el prólogo. Fue la última charla que tuvimos, luego él murió y no llegó a hacer ese prólogo.

–¿Cómo se define entonces?

–Soy autora de canciones, y siempre aclaro que no soy escritora. Trabajar la letra de la canción para mí es un oficio fascinante y soy una letrista, casi diría, obsesiva. Podría a lo mejor escribir más poéticamente, porque manejo el lenguaje. Pero elijo esa manera, busco que desfile delante de tus ojos esa persona o esa situación de la que estoy hablando, quiero que vos lo veas. Por ejemplo: “Bailar de esa manera” cuenta lo que es un baile de pueblo. El cura que se vino sin sotana, la viuda de pollera roja y blanca, las dulces solteronas que nunca faltan al baile... Voy poniendo los personajes para que vos veas esa maravilla que es un baile de pueblo. Personajes que entran de un modo a esa pista, que se regó horas antes para que no levante polvareda, y tienen un rostro. Y se van transformando en el baile. Quiero contarte eso, no quiero que te lo pierdas. Y lo hago en una canción. También puedo salirme de eso descriptivo para terminar con una frase: olvidan solo así lo que les falta.

–¿Está escribiendo canciones ahora?

–Escribí mucho todo este tiempo en que no canté. Tal vez estrene ahora un par, no lo sé. Voy a cantar muy libre en el Tasso. Voy a cantar este disco, viejas canciones que tienen una vigencia absoluta, y a lo mejor de golpe, si me dan ganas, agarro la guitarra y ahí nomás canto una canción que esté naciendo. Quiero tener la libertad y gozar de la intimidad que produce un espacio chico.

–¿Por eso hará ciclos de conciertos en espacios chicos?

–Hoy siento que me quiero quedar ahí, en este tipo de espacios. Ya antes de haber aceptado el cargo de ministra de Cultura, elegí espacios chicos. En esa necesidad de reencontrarme conmigo y la guitarra, porque mi historia con la guitarra es muy visceral. Ni embarazada solté la guitarra; tocaba allá lejos, pero tocaba, y mis hijos escuchaban desde la panza (risas). Es casi cantarle al otro, a cada uno, y pensar juntos desde esas emociones que no necesitan ni humo ni colores alrededor, solo la presencia viva de estar juntos y de compartir un momento. Comenzaré con este ciclo, y después seguiré haciendo otros, por diferentes lugares, siempre siguiendo esa necesidad.

–En un balance de su gestión como ministra, ¿cuál es su orgullo?

–Haber puesto en marcha el ministerio, haberlo creado con la estructura correspondiente, y con la cultura como prioridad de gobierno. Usted me dirá: “pero esa era la parte menos creativa”. No, era importantísimo armar las estructuras para que esos programas funcionaran. Programas maravillosos de inclusión federal, que llegaron hasta el pueblito más chiquito con sus políticas. Que no se quedaron en esos programas, que fueron a buscar, porque el pueblo hace la cultura. Es una materia viva, es una olla donde estamos cocinando lo que somos.

–¿Y qué le pasa cuando ve lo que está haciendo el actual Ministerio de Cultura?

–Me da mucha tristeza y digo: ¿por qué no ser sinceros? Por qué no decir, simplemente: “nosotros pensamos que el Estado tiene que jugar otro rol en el proyecto político, creemos en un Estado mínimo o ausente. Tenemos otro concepto, entonces vamos a sacar todos estos programas que estaban funcionando”. Eso sería decir la verdad. Pero no decir que la gente era ñoqui, que no trabajaba, que había gente de más. Porque esa gente le era útil a ese Estado que quería llegar con todos esos programas a todos los lugares donde llegaba, con todas las posibilidades que se abrieron. Y no solamente se abrieron espacios físicos: se restauraron teatros, se hicieron las famosas Casas del Bicentenario, mucho antes de que yo fuera ministra. Así que eso lo viví como artista, como ciudadana: llegaba a lugares donde antes la gente no tenía ni un lugar para juntarse, y caramba, ¡cómo había cambiado! Hubo un proyecto político que pensó de esa manera la cultura, que generó 400 mil puestos de trabajo a partir de la cultura. No hace falta defenestrar, estigmatizar, humillar a la gente que trabajó horas y horas para llevar adelante estas políticas.

–Desde el Instituto Patria, ofició de “anfitriona” en el regreso público de Cristina Fernández de Kirchner y su encuentro con los artistas. ¿Cómo vivió ese momento?

–Sentimos, con otros, que se ponían en orden las cosas. Fue increíble cómo su sola presencia, con esta propuesta extraordinaria del Frente Ciudadano, con los ejes centrales que marcó ahora, defender nuestro derecho a ser ciudadanos libres, nos ordenó la agenda y también la esperanza. Fue eso: Cristina puso la esperanza otra vez en su lugar. Y ése es un motor extraordinario.

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