Domingo, 26 de junio de 2016 | Hoy
MUSICA › ISABEL DE SEBASTIAN, ANDRES CALAMARO Y LA GRABACION DE PRIVE, OTRO DISCO MONUMENTAL
El disco grabado inmediatamente después de Jade y el fallido proyecto con Charly García fijó otro hito en la carrera de Spinetta: a pesar de su sonido rupturista y tecnológico, entrega una colección de canciones que llevan su marca.
Por Eduardo Fabregat
Como si La La La no fuera suficiente, Luis Alberto Spinetta entregó en 1986 otro disco potentísimo. Tras la disolución de Jade y la cancelación del proyecto junto a Charly, el Flaco entró a los estudios Moebio para darle forma a un álbum visceral, de tempos acelerados y sonido rupturista, determinado por el uso de la batería electrónica Yamaha RX-11 (que programó él mismo, golpe a golpe) y la incipiente tecnología MIDI –Musical Instrument Digital Interface–, que le permitía armar las canciones de un modo a la vez artesanal y ultramoderno. Privé presenta perlas como “Alfil, ella no cambia nada”, “Una sola cosa”, “Como un perro”, “Ropa violeta”, “Pobre amor, llámenlo”, “No seas fanática” y “Patas de rana”, además de “La pelicana y el androide”, “Una sola cosa” y “Rezo por vos”, compuestas durante la juntada con García. El trabajo fue bien “solista” –y el título lo dice todo–, pero por el estudio pasó una legión de músicos que le dieron forma y sonido: Ulises Butrón, el Mono Fontana, Osvaldo Fattoruso, Fito, León Gieco, Héctor Starc, Paul Dourge, Fabi Cantilo, Isabel de Sebastián (era la primera vez que Luis utilizaba coros femeninos) y Andrés Calamaro.
“Yo no sé si ‘modernismo’ es el concepto que elegiría para la obra de Luis, en ningún punto”, dice Andrés cuando se le consulta por el sonido de Privé. “Creo humildemente que en la música es más oportuno hablar de vanguardia que de modernidad. Luis era multidimensional. Melodías, armonías, poesía, intenciones y carisma que trascienden el tiempo: en ese contexto poliédrico no sé si postularlo como un disco moderno.”
–¿Cómo fue la invitación a tocar?
–En aquella época nos veíamos bastante, nos encontrábamos en estudios y ensayos. Fue una grabación pero también un acto de reivindicación, de amistad y una forma de compartir más cosas. Grabamos dos canciones; en “La mirada de Freud” Luis tocó el bajo, y creo que intenta desmarcarse del sobrepeso litúrgico y solemne que soportaba su persona, la letra parece querer explicar que prefiere evitar el exceso de lecturas o interpretaciones conceptualmente “pesadas”, y el rollo funk de la canción acompaña sin excesos armónicos el mensaje aparente. “Como un perro” también parece un guiño a la canción mas “amigable” o accesible (muy fina, por supuesto) pero hay composiciones de enjundia muy interesantes y oferta lírica y armónica notable. Siempre misterio y poesía, siempre acordes muy buscados, mucha personalidad y carisma: las varias dimensiones de Luis Alberto.
–Luis ya venía experimentando con nuevas tecnologías en Madre en años luz, pero Privé fue un disco muy arriesgado en ese sentido. ¿Qué recuerda de esa experiencia?
–Grabamos y experimentamos pero en otras frecuencias menos tecnológicas y “expansivas de la conciencia”, hacia la experiencia sensorial. El asunto tecnológico escapaba a las voluntades, era una tendencia que estaba en el aire. Para mí, desde el tiempo presente, aquella ola de tecnologías resultó discutible, se desperdiciaron muchas oportunidades de grabar mejor y más autentico. Se olvidaron entonces los sonidos nobles de los instrumentos, de los amplificadores, el sonido propio de los músicos. Pero fue una tendencia mundial, no ocurrió exclusivamente con Privé o con el Flaco. Lógicamente.
–¿Cómo fue la relación con los músicos? ¿Luis dejaba cosas libradas al toque de cada uno, tiraba una idea y la peloteaban?
–Fue un encuentro de amigos en la música, de compañeros, una forma de involucrarme y compartir algo. El podría haber llamado a otro músico de teclados, pero supongo que quiso que estuviera en el estudio, compartir una experiencia psicodélica como amigos.
Isabel también conserva recuerdos gratos de aquella grabación. “Luis era muy celoso de su privacidad y no es caprichoso que haya llamado a ese disco Privé. Tenía un sentido familiar fuertísimo y una gran fidelidad con la gente con la que trabajaba. Poder ser parte fue una maravilla de la cual no sé si tuve conciencia, ya que lo viví como algo muy natural”, señala la cantante, que además actuó en varios shows de presentación. “Luis era una máquina de pensar, de absorber signos y devolver esta experiencia en metáforas. Venía de una época en la que el jazz lo había maravillado con su complejidad, y aún así, y pese los prejuicios que ese ambiente solía tener con el rock y el pop, tuvo la apertura para querer comprender y tomar elementos de esa nueva música. Los raros peinados nuevos venían musicalizados con baterías electrónicas, sintetizadores y samplers y un minimalismo rítmico y armónico que el tomó como un desafío. Luis escuchaba muchísima música y creo que, como The Beatles, sentía la necesidad de enriquecerse, cambiar, representar el signo de los tiempos mientras estos cambiaban. Los sonidos de Luis se volvieron más ‘modernos’, mientras que, pese a la simplicidad de algunos estribillos del disco, su búsqueda armónica siguió siendo muy sofisticada y excedía los parámetros típicos del pop.
–Es algo que se nota en el disco: puede estar transitando caminos diversos, pero Spinetta es Spinetta.
–Luis poetizaba la realidad, y si bien sus canciones abundan con metáforas no siempre claras, lo que sí era claro es que había un centro político, en el sentido más amplio de la palabra, en su manera de leer al mundo. Luis tenía un dispositivo ‘antibullshit’. Podía oler la mentira, los abusos del poder y las injusticias desde muy, muy lejos. Tenía una suspicacia natural por las “deshumanizaciones” del sistema, por los espejitos de colores del negocio del rock, por los dueños del “poder”. Las conversaciones tenían mucho de esa mirada cruda de Luis, quien veía señales de la realidad a su alrededor y las combinaba y así creaba una nueva manera de mirar las cosas para los que lo escuchábamos.
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