MUSICA › DANIEL MELERO PRESENTA MAÑANA SU DISCO ATLAS
› Por Santiago Rial Ungaro
El nuevo disco de Daniel Melero –Atlas, que presenta mañana a las 21 en Caras y Caretas 2037– arranca con “Amistad”, una grata canción que de algún modo sintetiza la relación que siempre propuso el ex Los Encargados con su público. En general, por mil canciones que hablan sobre el amor, con suerte aparece una que canta sobre las afinidades electivas de la amistad, sentimiento a veces mucho más duradero y difícil de abordar sin caer en el sentimentalismo y la demagogia. En un bar de Recoleta, este músico productor que siempre se definió como un “no músico” se entusiasma. Y se nota que sabe del tema: “Es casi una epifanía sobre la amistad, fue la que más tiempo tardé en componer, estuve cuatro años preparándola, buscando los arreglos de esa épica sincera. Cuando empecé a grabarla todos los compañeros del grupo se fueron del estudio matándose de risa. La profundidad creo que está en poder compartir las ridiculeces, ¿no?”, interpela Melero mientras pide un té y anuncia, amablemente, que tiene poco tiempo.
Imposible no pensar entonces en esa “secta selecta” de amigos de Melero a la que pertenecen músicos célebres e ignotos, de cualquier género y edad: “Había algunos fragmentos de la letra que los saqué porque no quería ser demagógico. La muerte no termina una amistad, más bien al contrario, porque se aparece mucho esa persona que está ausente. Lo mismo suele pasar cuando mueren tus padres. La parte más fuerte de la relación con tus padres perdura en tu cabeza, en tu memoria: tus padres se murieron y te siguen hablando. Uno piensa que se va a vivir solo y ya no te van a seguir hablando, pero eso no es así. Y también pasa así con tus amigos aunque ya no estén”.
Melero está de buen humor y seguro de que su Atlas –casi una síntesis de muchas de sus búsquedas, quizá uno de sus mejores discos– tiene mucho que ver con eso. Fiel a sus paradojas, Atlas (cuya tapa, diseñada por Gabriel Rud, muestra a un monstruo inclasificable) es un disco amigable y ácido, breve pero denso e inquietante. “El público cautivo termina siendo el fan, pero yo nunca aposté a tener fans: siempre busqué gente interesada en mi música, pero con un nivel crítico”, apunta Melero.
Hijo tardío y desconcertante de un ex policía retirado y una ama de casa, este pionero de la música electrónica en el país, que decidió “ser músico sin saber tocar ningún instrumento”, bien puede ser considerado como una estrella amigable, más por luminosidad que por vanidad: “Para mí una de las pocas estrellas que quedan es Scott Walker, que acaba de editar la banda de sonido de una película terrorífica (The Childhood of a Leader de Brady Corbet), pero él eligió otro camino. Para mí sigue siendo una estrella, aunque no esté en las revistas: el enigma que produce supera la cuestión de estar siempre presente. Nunca me interesó hablar de lo que no me gusta, pero las chicas famosas del pop que ahora son estrellas construidas están condenadas para siempre a ser un producto de nostalgia para chicas viejas”.
Pero aunque la producción de Yuli Acri confirma y potencia su talento melódico y su inconfundible estilo, esta vez Melero sorprende con las letras, en las que aparecen algunas sus obsesiones actuales: la cartografía, la Portia Labiata (una extraña araña saltadora), las falacias alimenticias y los rotíferos (“seres unicelulares cuyo ADN cambia según el ADN de la comida que ingieren”) y vaya a saber uno que otras cuestiones. Como por ejemplo: “Robots ordeñan vacas que dan leche resentida / pasteurizada / Esteril alimento perfecto / controlado por expertos”, canta en Pavimento. “Todos me decían que el tema ese tenía algo futurista, pero es algo muy actual: que los robots ordeñan vacas es lo que pasa en Argentina. Lo que se considera un ordeñe natural es algo bastante monstruoso cuando lo investigas un poco. La falacia que hay alrededor de la cultura de lo sano es tremenda. Lo que se considera como comida orgánica es comida que no tiene pesticida, o que no es cancerígena, y ambas cosas son totalmente falsas. El disco es como una cartografía microcósmica, Atlas trabaja mucho sobre lo que creemos de nosotros en vez de vernos a cada uno de nosotros como un conjunto. Hace un tiempo me empecé a interesar en la cartografía, una actividad en la que los derechos de autor se defienden con mucha más fiereza que los derechos de autor musicales. Para reclamar derechos de autor sobre un mapa siempre se ponen deliberadamente errores: que el mapa sea falso es la única forma de que después se puedan reclamar los derechos de autor. Hay un mapa de Londres muy famoso en el que hay calles muy pequeñas que simulan encontrarse y que son Lennon esquina Elvis. Y es un error deliberado.” Los errores deliberados, los accidentes y las mutaciones siempre fueron parte del discurso y de la práctica de Melero. Y Atlas viene a confirmarlo.
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