MUSICA › MIGUEL ANGEL “MICKY” RODRIGUEZ Y EL SEGUNDO DISCO DE LA QUE FALTABA
Radicado en Córdoba desde 2009, el ex bajista de Los Piojos vuelve con un segundo álbum que, dice, en realidad es como el primero, “donde podemos mostrar la verdadera esencia de la banda”. Mañana mostrará las canciones en Niceto Club.
› Por Mario Yannoulas
A Miguel Ángel “Micky” Rodríguez se le escapa la palabra “vivencia” en la mayoría de sus respuestas. No es extraño, viniendo de un músico que fue parte de Los Piojos, uno de los fenómenos populares más grandes de los 90 y parte de los 2000 en términos de rock argentino, donde aprendió casi todo lo que sabe del mundo de la música. Pero también deja entrever que, en su cabeza, toda obra es producto necesario de un tiempo y un espacio, casi un módulo autobiográfico. Así transcurre sus días, al mando de La Que Faltaba, otro fruto de la diáspora piojosa, donde también toca el bajo y canta, escoltado por una joven tropa nativa de San Marcos Sierras, el enclave cordobés donde desde 2009 plasma su rutina –en el estudio de su casa, o jugando al fútbol–, cuando no tiene que presentar un disco. No es el caso de esta tarde en Colegiales, en la puerta de la productora, donde espera paciente, con el bajo colgado, a que la cámara dispare, entre saludo y saludo. “Si bien no la elegiría para vivir, no reniego de la ciudad”, frena. “Tampoco me fui para escaparme, la idea fue poder contemplar más el bosque y menos el árbol. Empecé a sentirme más tranquilo”.
La vida de Micky en las sierras tuvo su carácter documental y, por qué no, vivencial. Ahí pudo reverdecer artísticamente, formar un grupo y editar Voy en 2012, una prórroga del hálito piojoso, más cerca de Ciro y Los Persas que de La Franela. Ahora se entusiasma con la presentación –mañana a las 21 en Niceto Club– de Los Mares de la Luna, su segundo disco que, asegura, es prácticamente el primero: “Voy fue una especie de lanzamiento, casi un documental, sin llegar a ser un demo. Acá hay un notorio avance en términos de producción e interpretación. El tiempo ha pasado, y las cuestiones no estrictamente musicales sino de vida empiezan a influir. Me es inevitable compararlo con Ay Ay Ay de Los Piojos, por vivencia; no sé si tiene tanto que ver la obra en sí, pero sí las sensaciones. Ay Ay Ay fue el primer disco que trabajamos con productor, que fue Alfredo (Toth), mientras que al primero lo hicimos sólo siguiendo nuestra intuición. En Los Mares de la Luna, que trabajamos con Damián Torrisi, Hernán Aramberri y Gaspar Benegas, podemos empezar a mostrar la verdadera esencia de la banda”.
–¿De dónde nace el título?
–Vivir donde vivo me permitió pensar en esa historia, porque hace un tiempo estuve en mi casa sentado esperando a que saliera la luna. Me tomé el tiempo de verla salir por detrás de las sierras. La vorágine de la ciudad no permite eso, se considera una pérdida de tiempo.
–¿Eso se refleja en el espíritu festivo de las canciones?
–Lo que más me motivó fue poder reflejar nuestras esencias y vivencias cotidianas, y a partir de esa búsqueda empecé a encontrar una sensación positiva. Después están el deseo y el mensaje, sin bajar línea. Me sedujeron los títulos de los mares de la luna: “El mar de la tranquilidad”, “El mar de la fertilidad”. Desde ahí pensé que la luna sería un gran lugar para encontrarnos a disfrutar de la historia.
–Andrés Ciro participa de una canción, ¿cómo es su vínculo?
–Ciro siempre estuvo, seguimos en contacto. Tenemos una relación amorosa de veintipico de años, hablamos de nuestras familias, proyectos, cosas que, según mi visión, después terminan siendo música. Cumplió de más con las expectativas, por lo que aporta como intérprete.
–Además de esa cita, en los ritmos y elementos que aparecen, el disco tiene una estética “piojosa”…
–Tengo un gran respeto y amor por lo que se generó con Los Piojos, y lo vivo como un mimo de la vida. Si bien uno busca un camino propio, a partir de esa historia hay una raíz muy fuerte que me sujeta.
–¿Tiene que ver con lo que suele decir, aquello de que en la música “está todo inventado”?
–No hay que imponerse una presión innecesaria. Hay cuestiones matemáticas: puedo hacer un tango de tal o cual forma, pero la impronta de ponerle un poquito de rock al tango también está inventada. La búsqueda es real cuando es sincera, pero es muy difícil generar un nuevo estilo, y mucho más si se lo busca. No hay mucha más vuelta que dar en la música: la idea verdadera es tratar de ser lo más auténtico posible.
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