MUSICA › TABARE CARDOZO PRESENTA MALANDRA, SU QUINTO DISCO COMO SOLISTA
Esta vez llega sin Agarrate Catalina, el proyecto que lo incluye y que es habitué de Buenos Aires. En su nuevo álbum, que muestra hoy en La Trastienda, Tabaré se da el gusto de cruzarse con colegas como León Gieco, Fernando Cabrera y Ana Prada.
› Por Cristian Vitale
Tabaré vuelve a cruzar el río, y ya es costumbre. No el presidente, claro, sino una de las figuras más significativas de la musica popular uruguaya de hoy. Su apellido es Cardozo y se presenta, esta vez sin Agarrate Catalina, hoy en La Trastienda. “Vengo a presentar Malandra, mi quinto disco solista”, informa el hombre de inconfundible nombre uruguayo. El plan está dicho. Un poco más cerca de la canción –y todas sus variantes– que de la murga “pura”, y junto a sus hermanos Yamandú y Martín, Tabaré desplegará otra de sus vetas musicales, que deviene de su juventud cuando tocaba rock con los Ibarburu brothers. De acá parte Malandra, entonces. “Se trata de un disco más rockero que los anteriores. Si bien siempre hay guiños al rock, acá se pisa más fuerte el pedal, sin dejar de ser murguero, por supuesto. En mi prehistoria hubo murga de niños en mi infancia y banda de rock en la adolescencia. Ya de joven hice murga profesionalmente y ahora de adulto combiné ambas cosas”, aclara Tabaré, sobre un trabajo que tuvo infinidad de colaboradores. León Gieco, Fernando Cabrera y Ana Prada, entre ellos.
“Me pone contento lo que está pasando con Malandra, porque me provocaba incertidumbre el viraje estilístico. Por suerte, se instaló y no paramos de tocarlo”, dice el hombre de exquisito talante compositivo pensando, ante todo, en los dos teatros Solís que colmó en Montevideo. “Cuando yo nací, tipos como Roos, Rada o Mateo ya estaban tocando y sus músicas sonaban en las radios, en los tablados y candombailes. Pero además también sonaban otras bandas y solistas que me influyeron, por ósmosis. Todos somos producto de una coyuntura y vamos haciendo una síntesis de nuestro tiempo y a nuestra manera. En mi universo sonoro matriz, entran, como decía, el rock, el tango, la milonga, el candombe, el folclore, el funk, el ska, la murga... todos son ladrillos de las paredes de mi casa”, metaforiza el cantautor sobre un viraje que no es tal o tan. Es, apenas, una ondulación en sus curvas estéticas, muy bien acompañadas –además– por sus hermanos. “Humanamente me llevo muy bien con ellos, con todo lo que implica una relación entre hermanos que trabajan juntos. Los admiro artísticamente y si no fueran mis hermanos, trataría de buscar la forma de hacerme amigo. Soy su fan”, se ríe Tabaré, que incluso les dedicó una canción: “Tres cabezas”. “Es mi manera demostrarles mi amor. Siempre digo que los discos son un cúmulo de estados de ánimo, porque cada canción es una foto emocional... todas salen del fondo del alma, y ésta es un buen ejemplo”, desarrolla este exponente de la MPU.
–Dado su compromiso ideológico, es inevitable preguntarle sobre otro viraje: el que dio el de la Patria Grande, al que usted ha adherido y adhiere.
–Cada vez creo más que la verdadera revolución es interna, psicológica, más que ideológica o política. La transformación de fondo debería ser la sumatoria de las personales y nosotros con Agarrate Catalina en el 2005, terminábamos el cuplé del “Sueño americano” que era una durísima crítica a las multinacionales, con una frase que el Pepe Mujica nos terminó pidiendo prestada para sus discursos: “Si vos no cambiás algo, no cambia nada”
–¿Por dónde pasaría ese “cambio”, entonces?
–Por decir lo que tengo ganas de decir sin casarme con nada ni con nadie, pero respetando a todos. Haciendo ejercicio de la libertad, al cabo, que es el derecho humano y el valor más sagrado que existe. Y tratando de mantener la cabeza abierta para luchar contra mis propios prejuicios y ser cada vez más tolerante. Intentando ser cada vez menos dogmático y fundamentalista.
–¿Qué hay de cara al futuro y qué balance hace de su trabajo con León Gieco?
–Estoy deseando tener un hueco en la agenda para empezar a grabar mi sexto disco, que ya lo tengo compuesto y me tiene entusiasmadísimo, pero no tengo días libres para meterme en el estudio. Y con León, bueno, el balance siempre da superávit. Es un crack. Un grado 5 de crack, y por supuesto que queremos seguir tocando con él... cruzamos los dedos para que se dé.
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