“No es un cierre, sino una apertura”, dijo el jefe de Gobierno, Jorge Telerman. Y como para reforzar el efecto simbólico, se descubrieron los vitrales del techo del foyer del Colón, hasta ese momento tapados por telas y, antes de que comenzaran los arreglos del teatro, tan sucios y deteriorados que se habían convertido en invisibles. La luz entrando a raudales desde el techo y el tenor Darío Volonté cantando “Aurora”, aquella aria de una ópera de Panizza que se convirtió en canción patriótica, fueron el marco del anuncio de la temporada 2007 del teatro. Una temporada que se realizará en otras salas, debido a que el Colón estará cerrado por reparaciones hasta comienzos de 2008.

Desde que se supo que la sala principal estaría inhabilitada durante más de un año, una de las discusiones entre las autoridades del Gobierno de la Ciudad y del teatro tuvo que ver con las ventajas y desventajas de mudar la temporada. Uno de los argumentos era que, teniendo en cuenta que eso implicaría gastos adicionales –alquiler de salas alternativas, fletes– y que, por otra parte, la venta de abonos podría llegar a ser significativamente menor, los melómanos porteños bien podían pasarse un año sin ópera, ballet y conciertos provistos por el Colón. El otro argumento, el que finalmente primó, puede resumirse en una de las frases del director artístico del teatro, Marcelo Lombardero, al presentar la programación del año próximo: “A nadie se le ocurriría que un teatro puede esperar su centenario sin actividad”. Dicho de otra manera, la paz social conseguida durante el último año con los mismos cuerpos que llegaron a hacer cuarenta paros en una sola temporada tuvo mucho que ver con la recuperación de cierta mística, con el trabajo continuo y con producciones de las que esos trabajadores pudieran sentirse orgullosos, para las que la última Turandot en el Luna Park, que convocó a 32.000 personas, fue un digno colofón. Parar la actividad durante un año podría, en ese marco, haber resultado explosivo.

Los teatros que servirán de pie en tierra para el Colón, durante 2007, serán básicamente tres: el Coliseo para la ópera, el Gran Rex para la temporada de la Filarmónica y el Alvear para el ballet. El Centro Experimental del Teatro Colón (CETC), que debió funcionar en el Margarita Xirgu durante 2006, volverá a su sala en el subsuelo del teatro, cuyas reformas ya han concluido, y, según se informó, su programación será anunciada conjuntamente con la reapertura. Las novedades más significativas fueron el relevo de Oscar Aráiz al frente del Ballet Estable –si bien seguirá participando de una especie de consejo asesor– y de Arturo Diemecke como director estable de la Filarmónica de Buenos Aires. En el primer caso, el nuevo director es Raúl Candal y, en el segundo, aunque no se nombrará un nuevo director estable y Diemecke quedará como principal director invitado, se incorporó al equipo de programación al musicólogo Julio Palacio. El evidente cambio de orientación que muestra la temporada de la orquesta, con varias primeras audiciones y muchas obras de ejecución infrecuente, es un dato sumamente alentador (ver nota adjunta).

La programación de ópera comenzará con Wozzeck, de Alban Berg, con dirección musical de Stefan Lano, puesta en escena de Marcelo Lombardero y Hernán Iturralde y Luciano Garay alternando en el papel protagónico y Adriana Mastrángelo y Alejandra Malvino en el de Marie. La seguirá Mefistofele, de Arrigo Boito, en versión de concierto dirigida por Mario Perusso y con Mikhail Kit como protagonista, junto a Francisco Casanova y Virginia Tola como Fausto y Margarita.

Si la sala del teatro cumplirá cien años en 2008, el Colón, como institución, cumplirá 150 el año que viene. Y el aniversario se conmemorará en mayo con el mismo título con el que empezó sus actividades en 1857, La traviata, en este caso con dirección musical de Guillermo Brizzio, puesta en escena de Eric Vigié y Nathalie Manfrino –reciente ganadora del premio Victoires de la musique en Francia– y Darío Schmunck entre las figuras principales. Samson et Dalila, de Camille Saint-Saëns, con José Cura y Cecilia Díaz, en versión de concierto; el ballet La Cenicienta, de Prokofiev, con coreografía de Rodolfo Lastra; Werther, de Massenet, con Jonathan Boyd y Mariana Rewerski; Elektra, de Richard Strauss, dirección musical de Stefan Lano, dirección de escena de Mario Pontiggia y Luana Devol, Virginia Correa Dupuy, Graciela Alperyn y Hernán Iturralde como intérpretes principales, y la Misa de Requiem, de Verdi, dirigida por Lano y con María José Siri, Annette Seiltgen, Jean-Luc Vialà y Greer Grimsley como solistas, completan la oferta lírica. Lombardero, por otra parte, anticipó que Daniel Barenboim dirigirá un título de ópera en 2008 y que, también, Plácido Domingo será parte de los festejos del centenario –y de la reapertura–, que incluirán una fastuosa Aida, con puesta de Hugo de Aana y actuaciones de Sylvie Valayre, Dimitra Theodossiou, Luciana D’Intino, Roberto Scandiuzzi y Sergei Larin; Il trittico, de Giacomo Puccini, en coproducción con la Opera de Niza, con dirección musical de Nir Kabaretti, puesta en escena de Paul-Emile Fourny y los cantantes Darío Volonté, Massimiliano Pisapia y Juan Pons; Louise, de Gustave Charpentier, con dirección musical de Stefan Lano, puesta en escena de Arnaud Bernard y los cantantes Paula Almerares y Jean-Luc Vialà como protagonistas; Parsifal, de Richard Wagner, con dirección musical de Franz Paul Decker y puesta en escena de Roberto Oswald, protagonizado por Victor von Halem, Annette Seiltgen y Greer Grimsley, y El Matrero, de Felipe Boero, con puesta en escena de Willy Landin y la participación de Darío Volonté y Cecilia Díaz.