MUSICA › JOAQUIN SABINA CONVOCO A SETENTA MIL FANS EN DOS SHOWS
El músico se lució en su querida cancha de Boca como una estrella de rock, frente a una multitud enfervorizada que no paró de saltar y cantar cada uno de sus temas.
› Por Karina Micheletto
Pasaron colas que fueron noticia, entradas agotadas en tiempo record, reventas infladas en Internet. El reciente “fenómeno Sabina” se materializó el sábado pasado, en el primero de los conciertos del andaluz en Buenos Aires, en un recital atípico: un hombre que proponía “hacer de cuenta que estamos en un bar, con una copita”, provisto de un puñado de canciones que giran en torno de todas las formas de amor, frente a una multitud enfervorizada que no paró de saltar y cantar cada uno de sus temas, de principio a fin, en un estadio repleto. Vista desde las plateas, la masa que se movía primero en medio del agobio del calor, y después desafiando las primeras lluvias de la tormenta, respondía más bien a los códigos del aguante de un recital de rock chabón, aunque con menos banderas y sin bengalas. La tormenta llegó, implacable, y cortó toda posibilidad de aguante extra: Sabina tuvo que cortar el recital cuando faltaba una media hora de repertorio. En la hora cincuenta que duró el concierto, hubo tiempo para una selección de clásicos, primero en versión rock acelerada y, más calmos, en una segunda parte. Y para que las 35 mil personas que llenaron la Bombonera le demostraran al cantante que, a esta altura, lo siguen como a una estrella de rock.
Muchas de las escenas artísticas de la Bombonera se repitieron de los shows de principios de año en el teatro Gran Rex, aunque esta vez, claro, el marco de la Bombonera repleta lo cambió todo. Allí estaba, nuevamente, la troupe de Sabina en ese escenario de puerto, con un gran barco de fondo que anunciaba con su sirena una partida importante. Valijas en mano, los primeros en llegar al escenario fueron los integrantes de la banda (Pancho Varona, Antonio García de Diego y Pedro Barceló, más las recientes incorporaciones: Helen de Quiroga, Jaime Asúa y Francisco Beneyto). Con un fondo valseado de “Y nos dieron las diez”, apareció finalmente el pasajero esperado, luciendo su clásico bombín, bastón en mano, despertando el griterío general. Otra vez, cuando la letra de “Ahora que” (este tema lento, que ahora está siendo saltado como el más furioso ska) dice: “Ahora que estoy más vivo de lo que estoy”, desata la ovación. Sí: el efecto Sabina encierra, en parte, la celebración por ver vivo a aquel que podría no estarlo.
“Buenas noches, Bombonera, buenas noches, Buenos Aires, buenas noches, Argentina”, saludó el andaluz. Lo que siguió no tuvo que ver con la presentación de un disco –sólo se incluyeron dos temas de su último CD, Alivio de luto–. Secundado por su banda de siempre, sólida y a su servicio, el repertorio propuesto fue el de una antología que reunió clásicos como “Mentiras piadosas”, “Quién me ha robado el mes de abril”, “Con la frente marchita”, “Conductores suicidas” y una referencia concreta a la Bombonera, “Dieguitos y mafaldas”. Todo muy acelerado, como empujado por la exaltación de la gente. Al mismo Sabina debe haberle parecido mucho tanta excitación contenida y largada así, toda junta, enfrente de sí. En dos oportunidades pidió calma: “Esto intenta ser una fiesta, así que tratemos de cuidarnos todos un poquito, evitemos accidentes”, dijo. Entre tema y tema recitó unas cuartetas que aludieron, claro, a La Boca y a Maradona, pero también a su amigo Castello, Pappo, Fangio, Discepolín, Borges, los 30 mil desaparecidos, “el fantasma de la ESMA”, “el duelo por Cromañón”.
Tras la presentación de la cantante Helen de Quiroga –en medio de la gira reemplazó a Olga Román, “que quedó muy preñada”, según explicó Sabina– se propuso bajar el acelere rockero y allí fue donde Sabina encontró su mejor forma. Hubo tiempo para “Calle melancolía”, “Pájaros de Portugal”, del último disco, “Una canción para la Magdalena”, y no mucho más. El viento ya había volado la pantalla (donde se iban proyectando diferentes imágenes y videos), que fue recauchutada como se pudo. Pero para cuando llegó “Ruido” el viento empezó a llegar con remolinos y las gotas de lluvia a golpear con fuerza. Lejos de amilanarse, el público se excitó más: “Este es el aguante”, decían a su modo. “Me quedaría empapándome hasta la muerte, pero me cuentan que hay serios peligros con las guitarras enchufadas. Nos vamos un ratito, a ver qué pasa”, alcanzó a decir Sabina, a las doce menos diez de la noche. No pasó nada más, en lo que a música respecta. Además de cortar el show, la tormenta inundó las salidas de la cancha y el barrio de La Boca, y por un par de horas fue toda una proeza encontrar un colectivo o un taxi dispuestos a trasladar pasajeros por la zona.
Al cierre de esta edición, la Bombonera volvía a lucir repleta, como en el mejor de los clásicos futboleros. El de anoche fue el último de los recitales de Sabina en la Argentina. De allí, el andaluz partirá a Santiago de Chile, punto final de una recargada gira de 130 conciertos. Sabina ya avisó a los chilenos que se preparen: “Vamos a quemar Santiago, Charly García va a parecer una monja al lado nuestro”. Hacia allí parte la gira Carretera y top manta, un nombre que alude en broma a la venta de cd ilegales. Hasta la próxima partida del buque de este pirata, que deja Buenos Aires transformado en una estrella de rock a la que se le rinde aguante.
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