Viernes, 5 de enero de 2007 | Hoy
MUSICA › JORGE MAGLIANO, EL AUTENTICO “EXTRAÑO DE PELO LARGO”
Magliano fundó grupos pesados cuando el rock local estaba en pañales, y luego inició una aventura europea llena de anécdotas.
Dicen que fue el extraño de pelo largo; que fundó los Vip’s y los Mod’s junto a Vitico y trajo, a través de ellos, los primeros discos de The Kinks y The Who al país. Dicen que se pudrió de las anfetaminas y emigró a Londres, agotado de que la policía lo cagara a patadas. Dicen que allá se hizo muy amigo de Lou Reed, que curtió con Foxy Lady y que el ácido lisérgico le arruinó el cerebro. Jorge Magliano, el receptor de tantos “dicen que”, está sentado en un bar. El sol que entra por el ventanal ayuda a fermentar las seis cervezas que tomó a las cinco de la tarde, los ojos le brillan, habla con voz ronca, y se maneja tácticamente en el rol de hombre-mito. No confirma ni niega nada. “No sé por qué en la Argentina siempre interesan los orígenes. Es un país historiográfico. Siempre necesitan datos precisos, correctos, comprobables. Carecen de sentido del humor, son enciclopédicos y toman mate... todo mal”, dice y se ríe. Lo único que le importa, en principio, es hablar de su primer disco solista en 35 años de carrera. “Estoy para el business”, vuelve a reírse. El trabajo se llama No Smoking y navega por las negras aguas del funk y el acid jazz, influido a la vez por Captain Beefheart, Beck y la psicodelia de los ’60. A la séptima cerveza, despliega un libro con el mismo nombre y da rienda suelta a su verba, cobijado en su voz gruesa y rasposa. “El disco nació tras una experiencia dolorosa: el cáncer que mató a mi hermano. El cigarrillo es parte de este sistema de mierda, que prohíbe la marihuana y permite algo que debería estar prohibido como el alcohol”, arenga.
–Una pregunta historiográfica, precisa... y necesaria. ¿Quién es usted?
–(Se ríe) Un exponente de los nenes bien de Barrio Norte de los ’60, totalmente degenerados, cuyo máximo exponente es Vitico. Además, soy dos guitarristas: el visionario y el millonario. Como guitarrista visionario, toqué en los primeros grupos pesados cuando se estaba incubando el rock nacional. No llegué a Almendra, porque todo me parecía una cagada... no tenía nada que ver con lo que aparecía en las revistas de afuera: una mina en tetas, fumando porro y eso. Acá no pasaba nada. Nos corría la cana, nos cagaban a patadas, todo mal. Lo único que podíamos tomar era anfetaminas.
Dato comprobado: se está frente a un hombre que plantó la semilla del rock argento para que otros germinaran. Magliano afloja y cuenta la historia: “Con los Mod’s fundamos el rock como género, en inglés. Queríamos ser como los Animals, Kinks o los Who. Me acuerdo de que le compré los equipos a los Fattoruso... los Shakers eran lo más. Mi equipo de guitarra había sido el primero de Hugo. Tocaba ‘Taxman’ y acoplaba como los mejores. Yo tuve el primer distorsionador en la Argentina. Tocaba temas de Hendrix hasta las seis de la mañana”. Así nació el primer y único registro discográfico que dejó el extraño de pelo largo antes de emigrar a Europa. “El grupo se llamaba Tienen Razón. Estaba bueno, porque trabajábamos sin productor y en el estudio hacíamos lo que se nos cantaban las pelotas.” Al año –1968– y en medio de una carrera en ciernes, el guitarrista “visionario” cruzó el océano. “Me fui a Londres a ver la segunda edición del festival de la Isla de Wight, y fue el paraíso. Salí de La Cueva y me encontré con Gary Brooker tocando ‘A Whiter Shade of Pale’, con Chicago y Hendrix, en el último recital de su vida. Me empecé a volver loco y comprendí que el movimiento era poderosísimo. Un polo de atracción permanente para mi espíritu: el Swinging London, Jimi Hendrix, Ten Years After, mujeres, rock and roll y ácido.”
–¿Cómo conoció a Lou Reed?
–Yo estaba con dos mujeres. Una era Foxy Lady. En un momento estaba tirado en un sillón, mirando pasar el tiempo y de repente tocan la puerta: era Reed, un personaje rarísimo... de lo más raro que había visto hasta ese momento. Las minas lo empezaron a besar, a adorar. Y él habló toda la noche. Fue su época más loca, la que andaba con David Bowie. Y la mía también: creo que un chip me saltó mal. No sé, me parece que tomé demasiado ácido. Estuve por tocar en un par de bandas, que después me compré los discos.
–¿Permaneció hasta la irrupción del punk?
–Sí, pero con eso estaba todo mal. Era un fenómeno marketinero inventado por Malcolm McLaren. Fenómeno social las pelotas, el punk lo inventó un boutiquero... eran pibitos de 15 años, vestidos con trajes nuevos y haciéndose los malos. Un fenómeno de boutique. Punk era yo en Italia, cuando tocaba con músicos de la Opera de Milán y rompía pianos. El descontrol me dejó mal y tuve que terminar con mi etapa de freak rock and roll, quemado y mal. Me recibí de abogado para cortar con el deterioro mental y empecé a tocar jazz. El rock, para mí, se terminó en 1975.
–Y apareció el guitarrista millonario. ¿El jazz le dejó plata?
–No. Me casé con una millonaria (risas). No sé si por mi apariencia o por mi cultura general, se enamoró de mí y nos casamos. Me tomé unos Johnny Walker y terminé en el registro civil. Resolví mi vida económica, pero no la artística... Entonces empecé a estudiar música más fuerte que Beethoven, porque no tenía que ocuparme de temas menores. También me puse a pintar y a regentear boliches de jazz. Fundé Beckett y ayudé mucho a que Palermo sea lo que es hoy, desde los menúes hasta los ciclos musicales en pubs. Les enseñé a comer a estos hijos de puta: introduje el gazpacho y la comida turca.
–¿No Smoking es un disco de acid jazz o lo excede?
–Muchos lo catalogaron así, pero un tipo con este vozarrón no canta acid jazz. No quiero que me pongan en ese rótulo. Yo lo entiendo como una manera de salir del jazz para reinsertarme en el rock, pero no volviendo al rhythm and blues sino buscando otros horizontes. A los pibes ya no les interesa eso.
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