MUSICA › ENTREVISTA CON CARLOS CUTAIA
“Tanguear me vuelve a poner en relación con el tiempo ”
Volcado al tango, el ex tecladista de Pescado Rabioso y La Máquina de Hacer Pájaros explica de qué manera fue llegando a su actualidad musical, que plasmó en el CD Sensación melancólica.
› Por Cristian Vitale
Para los nostálgicos del rock argentino, Carlos Cutaia sigue figurando tal vez como aquel director de la ópera Hair, que aparece en la tapa del memorable Pescado Rabioso II, sustentando con su pelvis la cabeza de David Lebón en medio de un bosque. El que comparte la autoría de gemas de aquel disco (Señorita Zapada, Hola pequeño ser o Amame Petiribí), con Luis Alberto Spinetta y Black Amaya. Para otros, un poquito más jóvenes apenas, el que pone sus órganos, melotrones y pianos al servicio de otro grupo medular: La Máquina de hacer pájaros: basta recordar Bubulina, para que la piel se erice. Pero claro, su trayectoria no termina ahí. Luego de Rota tierra rota, el disco que grabó junto a su esposa Carolina Fasulo (Carola) en 1979, inició un camino solista que comenzó con Ciudad de tonos lejanos (1983), prosiguió al año con Carlos Cutaia Orquesta y renació –tras un largo período “jinglero”– con dos discos en los que parece abrazar definitivamente al tango: Para la guerra del tango (2004) y el flamante Sensación melancólica. “Tanguear me vuelve a poner en relación con el tiempo, que es una sensación inquietante por su imprecisión y relatividad”, sostiene ante Página/12, cómodamente instalado en su estudio de grabación de Núñez. Sensación melancólica (que presentará hoy a las 22 en Radioset –Alicia Moreau de Justo 1130–, con entrada libre e invitados como Daniel Melingo y Lidia Borda) consta de 10 composiciones, muchas propias y sorprendentes (El barco o Tango para Monk, por caso) y versiones arregladísimas de Tristezas de la calle Corrientes y La cumparsita, que le suman color y elegancia a las clásicas. “Hace un tiempo me topé con un tachero milonguero, que tenía los zapatos y la camisa en el baúl, me contó lo que significaba bailar con una mujer y pasar los tres minutos más increíbles o más horribles de tu vida. Quiero decir, ratificó en mí lo importante que es la danza para el tango. Van indiscutiblemente pegados.”
–De ahí el ritmo “electrónico” del tema Sensación melancólica, en el que su hijo Lucas programa bases y loops.
–Sí. Ese es un tema que compuse en 1984 y me pareció que tenía algo que ver con mi actualidad. En aquel momento lo hice con Daniel Melero y ahora le pedí a Lucas que me hiciera los colores electrónicos. El la tiene clara.
–Los ortodoxos dirían que “loopear” con el tango es un pecado.
–Es cierto, pero yo creo que el tango electrónico conserva la base binaria del género, la soporta bien. El tango electrónico se puede bailar mucho más que otros tangos. Además, me parece que las computadoras son una herramienta inevitable.
–¿Su búsqueda no llega a la “era Piazzolla”?
–Todo bien con su sinfonismo, pero Piazzolla no se baila en las pistas. Y yo pienso que el tango no puede separarse del baile en las pistas. Lo del tachero me pegó muy fuerte, porque es la primera vez que lo puedo entender verdaderamente. Salgán dice que el tango debe conservar su forma, como el blues. Si vos lo sacás de ahí, estás haciendo otra cosa: música de Buenos Aires, qué se yo, pero no tango. A Piazzolla lo tengo en mi corazón, pero yo parto de más atrás, de Pugliese, Di Sarli, Troilo o Biagi.
–Su trayectoria es zigzagueante: se declaró tempranamente admirador de Schoenberg, pasó por el jazz, dirigió Hair, tocó en Pescado y en La Máquina, le arregló temas a Memphis. ¿Por qué abrazó el tango finalmente?
–Porque pese a que hice todo eso, lo percibí de niño. Mi viejo fue violinista de la orquesta de Osvaldo Fresedo durante 20 años y seguramente todo eso me tocó muy profundo. Mi trayectoria es zigzagueante a medias.
–¿Con qué lo conectó Pescado?
–Con la libertad. Pescado fue una banda impresionante para mí. Me trae vibraciones alucinantes. 1973, momentos duros, de represión, donde el rock era síntoma de subversión. Para mí significó dejar de ser un cuadrado.
–¿Y la Máquina?
–Fue un fato tal vez más intelectual. Abordamos un lenguaje relacionado con el jazz-rock, a dos teclados. Creo que estuvimos a tono con los tiempos: éramos como Chick Corea o Weather Report traducidos al lenguaje local, porque uno no es un marciano que sale de lo que está pasando. Pero ojo, que La Máquina tenía la cosa del jazz rock, pero decididamente era más rock que jazz.
–¿Semejanzas y diferencias entre Charly y Spinetta?
–Ufff, que pregunta. Poné que Spinetta está al lado de Antonin Artaud, y Charly, de Erik Satie.