Jueves, 22 de marzo de 2007 | Hoy
MUSICA › EL BANJOISTA BELA FLECK ACTUA MAÑANA EN BUENOS AIRES
Virtuoso de un instrumento inusual y ganador del Grammy al mejor disco de jazz contemporáneo por su último CD, el líder de los Fleckstones navega por las fronteras entre géneros.
Por Diego Fischerman
La historia de uno de los virtuosos más extraños en el mundo satélite al jazz actual empieza con una serie de televisión. Béla Fleck era un niño. Su nombre no era ningún misterio: el padre admiraba a Béla Bartók y había decidido rendirle homenaje. Y el niño miraba embelesado Los Beverly Ricos. Es decir, escuchaba las intervenciones del guitarrista Lester Flatt y el banjoista Earl Scruggs que se utilizaban como banda sonora y, como cuenta en una conversación telefónica con Página/12, “me enamoraba del banjo”. Fleck estudió guitarra y piano. Y tocó esos instrumentos con innumerables grupos de jazz. “Pero el banjo me sedujo hasta un punto que me impidió olvidarme de él y me obligó a buscarle un destino en mi música.”
Unico instrumento de origen africano que el jazz tomó para sí –aunque seguramente ya provenía de una hibridación entre la cultura europea y la del Africa central–, el banjo había tenido su momento de gloria –o por lo menos de existencia– en el jazz anterior a las grandes bandas y en los grupos que, en los ’20 y los ’30, migraron de Nueva Orleans hacia Chicago y Nueva York. Pero la propia idea de un solista de banjo es hoy sorprendente. Y más si, como en el caso de Béla Fleck, nada hay de tradicionalismo ni de restauración museística. Que su último disco, The hi-dden land, haya ganado el Grammy como “mejor disco de jazz contemporáneo” da una buena prueba de ello. “La atracción tal vez tenga que ver con pensar ese sonido primitivo, con una velocidad y con un gesto nuevos”, dice Fleck, que mañana actuará por primera vez en Buenos Aires, en el Teatro Gran Rex, al frente de su grupo conformado por el bajista Victor Wooten, su hermano el percusionista Roy “Future Man” Wooten y el saxofonista Jeff Coffin.
Desde su formación en 1989 –y su primer disco, The Fleckstones, del año siguiente–, el grupo se ha caracterizado por la libertad para cruzar géneros. El álbum Outbound, de 2000, por ejemplo, contaba con invitados como el guitarrista Adrian Belew y el ex cantante de Yes, Jon Anderson. Con una actuación programada también en Córdoba, el sábado, Fleck, que creció en Nueva York, cuenta que “allí, a principio de los ’50, era imposible no escuchar todas las músicas. Estaba el jazz, por supuesto; pero también estaba el folk que llegaba desde los Apalaches, el bluegrass, y estaba la música del sur, y estaba el rock’n roll. Esa era la mejor educación posible. Todo estaba disponible. Sólo había que tener curiosidad”.
En el último disco sobrevuela un espíritu contrapuntístico que recuerda por momentos al cuarteto de Dave Brubeck y, obviamente, a la fuente de las fuentes, Johann Sebastian Bach. “El cuarteto de Brubeck siempre me interesó –cuenta–, aunque nunca lo consideré entre mis músicas inspiradoras. Pero había allí algo que sí continúo reivindicando, aunque las diferencias estilísticas sean muchas, y es esa posibilidad de ser, al mismo tiempo, escuchable, disfrutable de una manera plena y casi a flor de piel e inmensamente complejo.” El hecho de haber tocado con los compañeros menos imaginables, desde músicos de jazz como Bill Frisell o Charlie Haden hasta Ginger Baker, el baterista del legendario trío Crean, los irlandeses The Chieftains o el pianista y compositor clásico Edgar Meyer –quien realizó un disco dedicado a la estilización del bluegrass nada menos que con el cellista Yo-Yo Ma–, coloca a Fleck frente al riesgo de ser considerado un “músico crossover”. “No lo pienso desde ese ángulo”, argumenta. “En primer lugar, crossover no es una mala palabra. Pero, lo más importante, es que, en realidad, incluso en un disco como Perpetual Motion, donde interpretaba obras clásicas, no se trataba de crossover. porque las composiciones estaban intactas, con todas sus notas, sólo que tocadas en banjo. En ese sentido, no era un caso diferente al de cualquier transcripción. De todas maneras, yo no pienso en los públicos y si haciendo tal o cual cosa me acercaré o me alejaré de algún auditorio en particular. Yo pienso en músicas y en mis ganas de hacerlas. Nada más.”
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