MUSICA › MORENO VELOSO, ENTRE LA RIQUISIMA HERENCIA FAMILIAR Y LA LIBERTAD ARTISTICA MAS ABSOLUTA
“Me siento cerca de la obra de mi padre”
El hijo de Caetano vuelve a Buenos Aires con sus dos compañeros de ruta: Domenico Lancelloti y Alexandre Kassin, con quienes conforma un trío creativo que va mutando constantemente. Moreno, experimental y creativo, tiene la mejor de las bases: “Toda mi vida estuve en medio de las personas más lindas musicalmente”, dice.
› Por Karina Micheletto
Los argentinos lo conocieron en 2001, cuando vino a mostrar su primer disco, Máquina de escrever música, por entonces recién editado, en un par de conciertos. La primera carta de presentación –karma inevitable– es la de ser hijo de, en este caso de un prócer vivo de la música brasileña, Caetano Veloso. Para colmo, tiene un timbre de voz parecido al de su padre, dulce y melodioso (“y bueno, soy hijo de mi padre y de mi madre”, admitirá más allá de preocuparse por las comparaciones). Ahora Moreno Veloso –de él se trata– vuelve a la Argentina con sus dos compañeros de ruta: Domenico Lancelloti y Alexandre Kassin, con quienes conforma un trío creativo que va mutando dependiendo de quién esté al frente del proyecto. Ellos son, según los casos, Moreno + 2, Domenico + 2 o Kassin + 2. Pero esta vez llegan parejos, con los tres apellidos sumados por igual. Los acompañarán el baterista francés radicado en Brasil Stephan San Juan y el guitarrista Pedro Sá, habitual colaborador de Caetano y amigo de todos ellos. Los shows serán el próximo jueves y viernes en el ND Ateneo, y lo que allí podrá escucharse alguna vez fue definido como “Radiohead de vacaciones en Ipanema”.
“Será la misma cosa que los shows anteriores pero totalmente cambiada”, adelanta Veloso Junior, clarísimo. “Es que después de que hicimos el disco de Domenico (Sincerely hot), él pasó a cantar la mayor parte del show, ya no toca tanto la batería. Y Kassin, que ahora también está haciendo su disco con sus temas, también pasó a cantar. Así que somos tres turnándonos y pasando la posta”, explica. “Además, ya no somos sólo tres sobre el escenario. Ahora tenemos a Pedro Sá, que antes no podía estar porque andaba tocando con mi padre. El es nuestro amigo, el que nos presentó a todos, una figura muy importante en todo el proyecto. Y también está Stephan San Juan, un tipo espléndido, un genio tocando la batería y con las máquinas.” Lo que funciona como una trilogía de amigotes, terminará de conformarse cuando Kassin finalice la grabación de su disco, que todavía no tiene nombre.
Precisamente desde el estudio que Kassin tiene en Río de Janeiro, donde se están ajustando los últimos detalles, Moreno Veloso contesta la entrevista telefónica con un español casi perfecto, que aprendió, dice, de sus amigos y compañeros de escuela argentinos.
–Son algo así como tres tríos juntos y forman un tándem fuerte. ¿Qué cosas los unen a los tres?
–Principalmente la amistad. Nosotros somos amigos desde el tiempo de la escuela, con Domenico desde primario y con Kassin de secundario. Ibamos a una escuela en Río que se llamaba Senador Correa, un lugar muy... experimental, por así decir. Era una escuela abierta, con teatro, música, de todo. Las clases eran buenísimas, todos los profesores eran de mente abierta, y había una mezcla muy grande de gente, todo el mundo estaba ahí. Allí nos conocimos de chicos con Pedro Sá y Domenico, y más tarde con Kassin, a los 15, 16 años. La amistad es lo más fuerte que tenemos. Antes tocamos en muchas bandas distintas: Domenico y Pedro Sá de niños tenían una banda que grabó dos discos, Mujeres que dicen sí; Kassin otra que se llamaba Kabola Tequila; Kassin, Pedro Sá y yo otra llamada Good Night Warsawa, más punk. Y ahora estamos en otro proyecto, Orquesta Imperial, una banda muy grande, como veinte personas en el escenario, donde hacemos cosas para bailar: viejas sambas, boleros, esas cosas.
–Es decir que lo que más les importa es cultivar la amistad.
–La amistad es muy fuerte, pero además todos conocemos en profundidad las distintas facetas musicales de cada uno. Sabemos lo que el otro puede hacer, para qué es bueno: Domenico puede tocar la batería, puede hacer artes plásticas, también cocinar (risas)... Kassin también es un productor excelente. Todo nos importa, porque para nosotros la música hecha hoy no es solamente la composición y la voz, es toda la parte técnica, cómo se graba, cómo se logra el sonido, todo el proceso hasta el disco. Es un trabajo muy delicado, con muchas cosas en el medio, y nos gusta estar atentos a todas las cositas que forman parte de ese proceso.
–La idea de sacar un disco y después sacar el mismo remixado es algo bastante frecuente hoy, y todos tienen argumentos diferentes para hacerlo. ¿Por qué eligió hacerlo usted con Máquina de escrever...?
–No sé cuáles son los argumentos de los demás, para nosotros fue la voluntad de oír nuestras cosas en las manos de personas que nos gustan, como Señor Coconut. Teníamos la posibilidad de pedirle a músicos cuyo trabajo nos gusta que hicieran algo con nuestras canciones. Lo hicimos, y fue muy divertido, distinto. Así pudimos trabajar con los amigos que están un poco más lejos. Y encima salieron dos tracks nuevos.
–Usted tocó con su padre, con su madrina Gal Costa, con Carlinhos Brown, Maria Bethania, Gilberto Gil, Herbert Viana... Casi todo el panteón de la música brasileña. ¿Le queda alguien a quien acompañar?
–¡Qué exagerada! (Se ríe.) Hay mucha gente a la que aún no he acompañado, por ejemplo Roberto Carlos. Nosotros tuvimos la suerte de formar parte de la música brasileña de cerca, y soy consciente de que eso es un regalo, un privilegio: toda la gente que nos gusta mucho siempre estuvo ahí, cerca.
–¿Y entre todas esas experiencias hubo alguna que lo marcó especialmente, que le haya enseñado algo particular?
–Está preguntando por 30 años de historia, y son muchas cosas vividas. Toda mi vida estuve en medio de las personas más lindas musicalmente hablando, por eso no puedo elegir.
–Usted estudió cinco años de Física...
–¡¿Por qué cinco años?! ¡Fueron doce! Empecé en el ’92 y me gradué en 2004: 12 años, salteados, pero 12 años al fin. Siempre me gustó mucho la física, tenía un trabajo muy bueno en un laboratorio de física atómica de la universidad. Me especializo en física experimental. Me gusta mucho trabajar en los laboratorios, es como trabajar en los estudios de música.
–¿En qué se parecen?
–Uno tiene que poner la misma atención, dedicación, paciencia. Es muy parecido el trabajo de laboratorio y el de las máquinas electrónicas, con todas las cositas que hay que hacer. La música y la física tienen mucho en común.
–No parece.
–¡Claro que sí! La naturaleza es la misma, el mundo es el mismo, las personas son las personas... Todo está en común. Pero también la matematización humana de los eventos generales del mundo. Eso es algo que la música hace, muchas veces explícitamente, y otras implícitamente. Y la física siempre matematiza la naturaleza, sólo que únicamente en forma explícita.
–¿Y le alcanza el tiempo para ser músico y físico a la vez?
–Depende. Hay períodos donde no salen muchas cosas con la música y aprovecho para estar en el laboratorio. Me encanta la música y me encanta la física.
–Comparte la condición de hijo de con otros músicos brasileños: Bebel Gilberto, Daniel Jobim, Marcio Menescal... ¿Hablan entre ustedes de esta condición, sienten que comparten cosas en común?
–No hablamos exactamente de ser “hijo de”, pero sí de las experiencias de niños, porque nosotros somos nacidos en el medio musical, con todos los artistas dando vueltas por ahí, y tenemos muchas experiencias graciosas. Hablamos y nos reímos, eso es todo.
–¿Con qué discos de su padre se siente identificado?
–Depende de la época de mi vida, pero normalmente me sentía muy cercano a los discos de los ’70, empezando con Transa y Cinema trascendental. Pero después también me sentí muy cercano a las cosas de los ’90 como Estrangeiro y... Ahí se me mezcla, porque empecé a participar de sus discos. Y así es inevitable sentirme próximo a la obra de mi padre.
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