MUSICA › PRESENTACION DE MARISA MONTE EN EL TEATRO GRAN REX
Lejos de los estereotipos de la “cantante popular brasileña”, Marisa desplegó su personalísimo estilo. Interpretó bellas canciones de sus últimos discos, Infinito particular y Universo ao redor, pero también deleitó al público con temas del ya clásico Tribalistas.
› Por Karina Micheletto
Hay en Marisa Monte algo que, en el vivo –y también en los discos, pero en el vivo luce repuesto y reforzado– ejerce un influjo encantador. Es esa forma leve, etérea, que podría traducirse sin más como dulzura, con la que puede transformar un samba tradicional en un himno de amor, un tema con influencias pop en un manifiesto de saudade. En los antípodas de hitos de la música popular brasileña exteriorizados con todo el calor de la geografía (Maria Bethânia, por nombrar uno de sus referentes), lo que vuelve tan bella a esta carioca cuando canta es más bien una construcción hacia el interior, que parece dejarse entrever apenas en cada canción. Si a esta poderosa presencia vocal y escénica se le suma una puesta trabajada y sorprendente, el resultado es uno de esos shows que se recuerdan entre los mejores en los balances de fin de año.
En lo que podría pensarse como una declaración de principios, Marisa Monte trae a escena primero su música, y después su presencia. Su show comienza en una oscuridad sólo cortada por los flashes de las cámaras y los celulares de los ansiosos entre el público. Lo primero que suena es “Infinito particular”, el tema que da nombre a uno de los dos discos que vino a presentar, editado el año pasado en simultáneo con Universo ao redor. El sonido de la sala no está todavía ajustado al ciento por ciento, pero una voz brilla en la oscuridad. Sólo al final se recorta el cavaquinho que tiene entre sus manos Marisa Monte y, por fin, la cantante y un nutrido grupo de músicos irán alternando formaciones según las necesidades de cada tema: bajo, guitarras, cavaquinho, cello, violín, fagot, trompeta y flugelhorn, teclado y algún toque programado.
La puesta refuerza cierto carácter teatral del espectáculo: grandes bloques que funcionan a la vez como fuentes de luz y como pantallas proyectando imágenes van y vienen sobre rieles; otro se inclina desde el techo; una tarima sube y baja; aparecen elementos como una luna gigante de fondo o una jaula con cubos voladores en lugar de canarios (“ecológicamente correcta”, dirá la anfitriona). Marisa Monte cuenta una historia en la que hay lugar para sus últimos dos discos y momentos anteriores de su carrera, pero también para recuperar con nuevas sonoridades aquel exitoso trío que formó con Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown. La intención queda clara (y muchos fanáticos entre el público lo festejan) cuando incluye entre los primeros temas “Carnavalia”, el tema que abre el disco Tribalistas.
Otro logro no menor de esta carioca: puede hacer entonar al público argentino un coro a dos voces en un samba. Como en “Meu canario”, compuesta en 1950 por Jayme Silva, que forma parte del rescate que hace en Universo ao meu redor. “Este samba nunca hubiese sido grabado si no fuera por la memoria de sambistas antiguos, como Mauro Diniz, que está con nosotros”, explica ella, señalando al ejecutante de cavaquinho. Lo que suena no es un tributo nostálgico, sino una potente celebración con sello propio y actual. Más tarde el coro del teatro vuelve a entonar, arengado por la Monte, en “Velha infância”, otro recordado tema de Tribalistas (Ese que en el estribillo dice: Eu gosto de você, e gosto de ficar com você. Meu riso é tao feliz contigo). “Una de las cosas que aprendí con este oficio es que la gente, cuando canta toda junta, siempre suena ¡afinadísima!”, agradece ella. Queda claro que en su declaración de principios hay más lugar para la música que para autorreferencias de estrella de la canción.
Llegan los bises que siguen paseando por éxitos Tribalistas, con “Já sei namorar”. Todo parece estar perfectamente pautado en este show que ajusta con precisión teatral la música, la escena y la creación de climas, y que la troupe viene repitiendo desde hace un año y medio por diferentes lugares del planeta. Pero los aplausos siguen y hay otro medio bis, a capella. Marisa Monte vuelve sola a escena, entona el comienzo del primer hit de su carrera, “Bem que se quis”, y todo el público se revela como un seguidor de la primera hora, a coro en los versos: “Bem que se quis, depois de tudo ainda ser feliz”. La carioca se va y deja a todos cantando. Lo importante, deja dicho en esa forma tan poco estelar de retirada, es la ceremonia de la música, y lo que cada uno quiera o pueda hacer con ella.
9-MARISA MONTE
Universo particular
Viernes 30 de marzo. Repitió el sábado y ayer.
Lugar: Teatro Gran Rex.
Público: 3300 personas.
Duración: 1 hora 40 minutos.
Músicos: Bajo y guitarras: Dadi Carvalho. Cavaquinho y guitarra: Mauro Diniz. Batería y percusión: Marcelo Costa. Teclados y programación: Carlos Trilha. Guitarras: Pedro Gomes. Trompeta y flugelhorn: Maico Lopes. Violín: Pedro Mibielli. Cello: Marcus Ribeiro. Fagot: Juliano Barbosa.
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