Martes, 3 de abril de 2007 | Hoy
MUSICA › PLACEBO EN EL CLUB CIUDAD DE BUENOS AIRES
Ante más de ocho mil personas, el trío demostró que su rol en la música inglesa está subiendo sus acciones.
Por Roque Casciero
Más de ocho mil personas bajo la lluvia veían al cantante y guitarrista Brian Molko y al bajista Stefan Olsdal arrodillados en el piso del enorme escenario, cargando de electricidad con sus instrumentos (entre Crazy Horse y Sonic Youth) la coda de “20 Years”, en un final de proporciones épicas para un notable concierto, el segundo que Placebo dio en la Argentina. Fue el domingo a la noche, en una fecha que sirvió como presentación para el Quilmes Rock que desembarcará en River el próximo jueves 12. De hecho, antes del show de los soportes Bonsur, en el vip hubo una presentación del festival con una conferencia de prensa absolutamente irrelevante, salvo por el anuncio de los Catupecu Machu acerca de Gabriel Ruiz Díaz, quien pronunció algunas palabras por primera vez desde el accidente automovilístico que casi le cuesta la vida hace un año. De Pamela David preguntándoles a los músicos quién era la vedette en los camarines de los festivales, mejor no hablar.
De todos modos, a los chicos de ropas y maquillajes oscuros que fueron al Ciudad de Buenos Aires poco les importen Aerosmith, Keane o Los Piojos: ellos estaban ahí por Placebo, el trío que le puso glamour gótico a la Inglaterra que se dividía entre Oasis y Blur. Doce años después, Molko y los suyos finalmente son una banda grande, que es lo que siempre merecieron. Ellos mismos han reconocido que ciertas declaraciones escandalosas o cierta pose les jugaban en contra para que se apreciara masivamente la calidad de sus canciones. Ahora ya no parecen unos vampiros extraterrestres y andróginos –la imagen que atrajo y todavía atrae a los más fanáticos–, aunque el diminuto Molko llama la atención así esté, como ayer, con jeans, una remera blanca de mangas largas y una camisa negra encima. Con su pelo desprolijamente corto, luce como una versión joven y extrañamente masculina de Liza Minnelli, y su voz parece no reconocer género. Por otra parte, desde la salida de su quinto trabajo, Meds (2006), Placebo recuperó su pulso rockero por sobre el arsenal tecnológico, y ahora en su sonido se cruzan los Pixies (la estructura loud-quiet-loud de las canciones), el Bowie más glam, T. Rex, más los distintos tonos de negro de The Cure, Bauhaus y Depeche Mode.
A diferencia de lo que sucedió en su primera visita a Buenos Aires, cuando repasaron todos los temas del compilatorio Once more with feeling (con todos los singles radiales), esta vez Molko pudo manejar más los climas. Si el comienzo fue potente, con “Infra Red”, en otros momentos la tensión podía pasar más por la letra que por los guitarrazos (“Special needs”, “Drag”). Además de los temas de Meds, hubo canciones de todos los discos de la banda, aunque no siempre eran los hits. Pero, se sabe, las que “saben todos” son las que levantan al público en los conciertos, en especial cuando hay tanta gente. Por eso, “Every you, every me”, “Special K”, “Bitter end” y “Taste in men” provocaron más reacción, aunque sin llegar al calor que tuvo el show en el Luna Park. Apenas hubo comunicación desde arriba del escenario, con un español bastante decente, y los aplausos y gritos de rigor debajo, al terminar las canciones. El gran momento de la noche fue con la monumental “Without you I’m nothing”, que tuvo condimento extra en la lluvia que se desató justo en el momento en el que Molko desgranaba la confesión más dolorosa: “Sin vos no soy nada”. Si lo hubieran planeado, seguro que no les salía tan bien.
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