En un documental realizado por la televisión italiana, el compositor italiano Luciano Berio aparecía viéndose a sí mismo, en una película familiar, mientras cantaba canzonettas napolitanas. Y el compositor explicaba que lo que le interesaba de la música popular era aquello que había quedado afuera de la domesticación de la academia. Berio fue, en todo caso, no sólo uno de los más grandes autores del siglo XX, sino uno de los grandes pensadores acerca de la música, lo que, en su caso, terminó siendo casi lo mismo. Cada una de sus obras es, además de un hecho sonoro impactante, una reflexión sobre el sonido.

Su Sinfonía de 1968, donde un movimiento sinfónico de Mahler dialoga con los Swingle Singers y con textos de la más variada naturaleza, Laborintus, la Sequenza para trombón o Coro están sin duda entre las obras maestras del siglo pasado. Una de sus últimas composiciones fue el Concierto Nº 2 para piano y orquesta, “Echoing curves” de Luciano Berio, escrita para Daniel Barenboim en 1989, donde el pianista aparece rodeado por un grupo instrumental que, a su vez, es rodeado por el resto de la orquesta. Hoy a las 20.30, como parte de su ciclo 2007, la Filarmónica de Buenos Aires estrenará esta obra con la actuación solista de un pianista extraordinario, el griego Dimitri Vassilakis que, desde 1992, es solista del Ensemble Intercontemporain que conduce Pierre Boulez. El concierto será en el Teatro Gran Rex (Corrientes 857), como toda la temporada de este año, debido a las reformas que se están llevando a cabo en la sala del Colón, y será dirigido por Alejo Pérez. Este director, que se desempeña como director asistente en la Orquesta Sinfónica de la Radio del Norte alemana (NDR/Hamburgo), conducirá, en la segunda parte del programa, las Viñetas porteñas del argentino Pompeyo Camps y la Sinfonía Nº 6 “Patética” de Piotr Ilich Tchaikovsky.