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Lunes, 21 de mayo de 2007

MUSICA › GAL COSTA EN EL GRAN REX

La voz marcada por un pasado ilustre

Un puñado de hits bien interpretados le bastaron a la bahiana para volver a cosechar los aplausos del público argentino.

 Por Karina Micheletto

En el mundo, y en este país de este lado del mundo, los clásicos de la música popular brasileña son conocidos y reconocidos desde hace rato. Son clásicos de escasos años de antigüedad, pero con la fuerza suficiente como para haber pasado muy pronto de la vanguardia al canon. Allí están la música y la poesía de Vinicius o Jobim, de Joao Gilberto o Dorival Caymmi, o de Caetano Veloso, tan potentemente seductoras como siempre. Permanecen inalterables, e indiscutibles; algunas devinieron himnos. Retomados hoy, estos clásicos pueden tener la potencia de sonar siempre nuevos, o pueden ser meras fotocopias de museo. Gal Costa es “la cantante femenina más importante del Brasil, después de Elis Regina”, tal como se anuncia cada vez que es presentada, y técnicamente eso también permanece inalterable, e indiscutible. Con su voz, esta mujer es capaz de jugar con formas y colores; puede hacer lo que quiera. Con su repertorio y la forma de mostrarlo, por supuesto, también. Esta vez, la elección de la bahiana fue ir a lo más seguro entre lo seguro. Acompañada por cuatro muy buenos músicos, y con el nivel en que conserva su voz, no debería fallar. Sólo que estos grandes clásicos, así presentados, suenan tan ajustados a aquellas formas de décadas atrás, y tan parecidos entre sí, que terminan reducidos a una sucesión homogénea de grandes éxitos. Y, como en todo recopilado de “lo mejor de...”, lo que más fuerte se escucha, por sobre los instrumentos y las voces, es el pasado.

El concierto arranca con tres soberbios clásicos de la MPB, como para que todos entiendan de qué va la cosa: “Fotografía”, “Desafinado” y “Chega de saudade”. “Cuando escuché por primera vez a João Gilberto haciendo con su guitarra esta canción, mi vida cambió completamente. No sólo la mía sino la de toda mi generación en el Brasil”, explica la cantante sobre este tercer tema. No hay alardes vocales, no son necesarios. Gal Costa entona con una naturalidad contundente. El cuarteto que la acompaña (guitarra acústica, contrabajo eléctrico, batería y saxo), tan ajustado como moderado, tiene bien en claro su rol: los protagonistas no son ellos, aunque puedan lucirse con algún solo. Uno tras otro, en una sucesión de veinte más los bises, casi sin respiro para la intérprete, siguen desfilando los clásicos de la bossa nova y la MPB: “Corcovado”, “Wave”, “Aquarela do Brasil”, “Garota de Ipanema”... El riesgo asumido no es musical sino técnico: la voz siempre está al frente, por momentos casi desnuda, en una apuesta donde el mínimo traspié puede ser percibido por el público.

A la hora de “A felicidade”, ese himno existencial del Brasil, Gal Costa pide un coro que el teatro devuelve gustoso. La placidez sofisticada de la propuesta alcanza su punto máximo cuando la bahiana vuelve a unir “Coisa mais linda” con “As time goes by”. En los bises hay lugar para el romantiquísimo “Um dia de domingo”. Para el gran cierre llega el éxito de los ’80, “Festa do interior”, y todos se paran a bailar: los brasileños entre la audiencia, liberando al fin los deseos rítmicos contenidos a lo largo del recital; los argentinos, entrenados en tanto carnaval carioca de casamiento.

Salvando todas las distancias que hay que salvar, si Los Chalchaleros, en sus interminables despedidas, hubiesen conservado sus gargantas y punteos intactos, y si además la Argentina fuese un país más fervoroso con su propia música, el efecto sería el mismo: el regreso de un puñado de canciones que alguna vez fueron vanguardia, presentadas tal y como quedaron sonando en el recuerdo. Una propuesta respetable (y en este caso, por cierto, una estocada directa a la emotividad de la gran cantidad de brasileños migrantes que poblaba la sala, como es lógico), pero con poco nuevo para decir.

7-GAL COSTA EN CONCIERTO

Lugar: Teatro Gran Rex.

Músicos: Jurim Moreira (batería), Marcus Texeira (guitarra), José Canuto (flauta y saxos), Adriano Giffoni (bajo).

Duración: 1 hora y cuarenta minutos.

Público: 3300 personas. Repitió ayer.

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Gal Costa, una cantante que es, en sí misma, un sello de la MPB.
 
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