MUSICA › CELSA MEL GOWLAND, AL FIN SOLISTA
Colaboró con infinidad de artistas: ahora presenta su disco en La Vaca Profana.
› Por Cristian Vitale
Otra vez Cromañón dando vueltas. Tal vez por los bordes, porque poco podría asociarse a Celsa Mel Gowland –ex chica ’80 de Fricción y Metrópoli, devenida cantante de acid jazz– con cierto rock de masas y sus consecuencias, aunque sí, en fin, como tragedia inclusiva. Detonadora del hacer. Cuenta ella que la madrugada del 31 de diciembre de 2004 contemplaba –consternada– las secuencias del cataclismo por TV y que lo primero que le vino en mente fue una frase de Spinetta: “Alguien tendrá que cuidar con amor este jardín de gente, a Dios nunca se le ocurrirá”. De inmediato, y entre mil que podría haber elegido, fue este tema –“Jardín de gente”– el que decidió tomar, arreglar y re(des)vestir para su debut solista: Comosinadieestuvieraescuchando. “La versión está bastante irreconocible. Llevé el La Mayor de la original a La Menor y, como le tengo mucho respeto, se la llevé con la consigna de que si no le gustaba, no la incluía”, añade. Spinetta, que alguna vez (en la época de Privé y La La La) la convocó para poner voces femeninas en “Ropa violeta” o “Alfil”, no sólo aprobó la versión, sino que autorizó que le samplearan la voz. “No quiero usar el término premonición, pero él siempre ve los cambios antes. Se anticipa, y éste es el caso”, dice.
Celsa no pudo hacer lo mismo con Lou Reed, otro de los versionados del disco que presentará mañana y el viernes próximo a las 21, en La Vaca Profana. Dice que optó por “Take a Walk on the Wild Side” como memoria bizarra de un choque que le ocurrió mientras estudiaba Biología en Exactas. “No lo elegí por él, sino por un hecho que me marcó a fondo. Ibamos con un amigo en un Taunus amarillo, apurados por llegar temprano al laboratorio, y nos pegamos un palo de aquellos. Vino la policía, el auto quedó hecho mierda, pero ‘Take a Walk...’ siguió sonando. Y pensé: ‘Alguna vez tengo que grabar esta canción’.” Para dar con el objetivo, la linda frontgirl pelirroja armó la banda Nu Jaazz –así, con doble A– y esperó los huecos laborales de todos los músicos para grabar su disco debut. “La música está bastante emparentada con el acid jazz”, define. “Si bien los temas son canciones, en el vivo somos ocho tocando, con bases electrónicas rodando y mucho groove.” También cayeron en sus dulces garras Gershwin (“The Man I Love”), Leon Russell (“A Song for you”) y “Entierro submarino”, uno de los temas clave del viejo film de 1968, Los aventureros. “Recuerdo que la chica se enamoraba del feo y no de Alain Delon... Siempre me gustó la voz de la soprano que la acompaña a ella cuando se tira al mar.”
Pero el dato revelador son sus temas propios. La práctica recurrente de cantar “para otros” –también lo hizo para Virus, Soda Stereo, Fito Páez, Andrés Calamaro– le había impedido concentrarse en sí. “Eso hizo que recién ahora me animara a componer”, acepta. El resultado son las tres canciones que, por originales, le dan el toque de distinción a su disco: “El pozo”, “La luna” y “Rocinha Tour”, tríada anudada por un clima de desamparo y soledad. Y acompañada por el expresionismo revelador de la tapa: una cabeza de muñeca rota, medio oculta entre la arena. “La encontró una amiga en la playa y la pusimos tal cual. Me sirvió para dar con la estética de la obra, porque es una imagen de soledad. El disco, desde el nombre, alude a cuando uno canta para uno, sin preconceptos. Mi caso es más marcado, porque pasé toda la vida poniendo mi voz al servicio de otros artistas... Este lo hice como quería, eligiendo los temas que me gustan.”
–¿De ahí el título?
–Claro. Es como decir “habría que trabajar como si no necesitaras plata, amar como si nunca te hubiesen lastimado y bailar como si nadie te estuviera mirando”. Es lo mismo, pero dicho de otro modo. Es hacer algo por el solo gusto de hacerlo, como un regalito que te hacés con amigos.
–“El pozo”, por su profundidad, se relaciona bastante con el concepto que emana de los detalles paramusicales. ¿Acuerda?
–Lo hice recordando la muerte de mi papá, a quien perdí cuando tenía 14 años. Son esas cosas que te marcan y te sumergen en un pozo... Te preguntás: ¿y si me pasa algo, quién me va a proteger? Es un desamparo momentáneo. De ahí, la imagen.
–“Por la alcantarilla la muerte que baja / reparte los besos de la enfermedad”. La letra de “Rocinha Tour” impacta. ¿De dónde tomó la historia?
–De la publicidad de un diario brasileño. En San Pablo hay una empresa que se llama “Rocinha.tour”, que organiza visitas a La Rocinha, la favela más grande de Latinoamérica, donde se filmó Ciudad de Dios. Y me pareció muy bizarro ver un montón de turistas que, atraídos por la publicidad, van a sacarse fotos ahí. Es como una metáfora, porque Rocinha se transforma en esa mujer de favela, que danza en las noches sin luna, donde nunca alcanza la felicidad. Me parece algo miserable eso de lucrar con el dolor.
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