Lun 30.07.2007
espectaculos

MUSICA › LA EXPLORACION RITMICA SEGUN LA BOMBA DE TIEMPO

“Generamos una alternativa”

El combo percusivo de Santiago Vázquez establece contraseñas que invitan a la improvisación, donde todo es posible.

› Por Cristian Vitale

De espaldas al público, Santiago Vázquez manda una cantidad de señas con las manos. Dos dedos arriba con la derecha, uno abajo con la izquierda, puños cerrados... a veces hace foco en el que toca el djembe (Nacho), otras en Lucas, el del quinto, o en Mario, el de la bata itótele. Pero en su cabeza tiene a los 16 músicos, más Javier Malosetti, el invitado del día. Los temas pueden ser cortos o interminables. Pero siempre impredecibles. Detrás de él, hay dos mil personas entregadas al éxtasis de los cuerpos. Es lunes y La Bomba de Tiempo cumple otra vez su liturgia, como hace más de un año, en el Centro Cultural Konex. Nadie parece acordarse de la ola polar. “Esto es mejor que tres medidas de Legui juntas”, arriesga un chalamán de pelos raídos, absorbido por el clímax. Lo que se escucha es improvisación pura en tiempo real. Exploración rítmica. El rito nunca es el mismo: las atmósferas sonoras mutan, porque los protagonistas se desentienden de las reglas. Crean su propio universo. “Las señas funcionan como un disparador. Pero en realidad es el músico el que termina proponiendo la idea musical. El director organiza, moldea la estructura, pero todo termina en un diálogo constante e imprevisto entre el músico y el director”, dirá Andy Inchausti, el del tambor repique, bastante después del show. Necesitan, por lo menos, media hora para bajar. Pero el dato central es que La Bomba de Tiempo acaba de lanzar al mundo su disco debut, grabado a fines de marzo durante una performance en Niceto. La placa funciona como un recorte en el tiempo, un retazo de lo que el combo percusivo puede dar en su totalidad. Contiene siete piezas, algunas muy cortas, como “Solo es”, que dura unos cuatro minutos; otras que superan los quince (“Asado con cuero II”). Y todas van acompañadas por una explicación “introductoria”. Lo llaman instructivo y opera como necesario para una propuesta aún inusual. Dice Vázquez: “A veces imagino qué habrá pasado en Corea la primera vez que trasmitieron un partido de fútbol por la tele; los tipos dirían ‘corren, hay una pelota, van para los dos lados’. Quiero decir: una vez que se entienden las reglas, podés disfrutar del juego. Y la bomba tiene algo de juego, se va entendiendo y se va disfrutando un poco más”.

Formalmente, esta cofradía percusiva se explica como un grupo de improvisación dirigida, que funciona con un sistema de 70 señas hechas con las manos, los dedos y el cuerpo, cuyo fin es indicar figuras musicales, ideas de forma o modulaciones rítmicas, para que los músicos “inventen arriba”. “Cada seña es un marco dentro del cual cada músico puede proponer una idea. No hay un orden preestablecido, porque el proceso se va definiendo durante la marcha; pero sí tenemos herramientas, las señas, que son como palabras dichas con las manos. A través de ellas, nos sugerimos conceptos musicales... a veces arranca el director con una seña, a veces un músico. Y a partir de ese granito se va construyendo el alrededor”, extiende Vázquez.

–¿Imaginaron que iba a crecer tanto la movida? En mayo del año pasado apenas venían 300 personas.

Andy Inchausti: –No. Superó las expectativas que teníamos todos.

–¿Con qué relacionan el crecimiento en plena época de rock de masas?

Santiago Vázquez: –Siento que hacen falta cosas así. Tener un espacio donde poder bailar una música que no sea necesariamente rave no existe, y eso es muy loco. Creo que generamos una alternativa.

El grupo surgió como una continuidad de otro “invento” del inquieto Vázquez: el Colectivo Eterofónico, que también funcionaba a señas, pero con una estética muy diferente. Al principio, la idea fue proponer ensayos abiertos al público, aunque la iniciativa duró un mes, porque los fans de la primera hora –mucho boca a boca– se adueñaron del espacio. “Después de abandonar el Colectivo, me surgió la necesidad de seguir trabajando en esa forma, pero con otra música pensando en el groove y en el baile. Trabajar en algo experimental en cuanto al desarrollo de un lenguaje musical nuevo y generar una movida cultural en el que la gente pueda bailar puede ser parte de una misma cosa”, sostiene el director.

–¿Hay otras bombas de tiempo en el globo que puedan reconocer como influencia?

S.V.: –Yo no conozco. En realidad, empecé a trabajar con señas a partir de ver un ensayo general de Buch Morris, un músico norteamericano que hace algo parecido, en clave de free jazz. Pero musicalmente no tenemos ninguna relación.

–¿Cómo se fueron adaptando los músicos a la singularidad de esta metodología?

Lucas Helguero: –Fue un proceso de asimilación. Hubo un tiempo de incorporar señas... algunas las conocemos, porque vienen de la música erudita, pero otras no. El proceso de internalizar esas señas en tiempo real nos demandó bastante tiempo.

–Ustedes están proponiendo un lenguaje renovador. ¿Existe una tensión entre lo dado y lo que ustedes crean?

S.V.: –Es probable. Desde lo conceptual, parece algo moderno, experimental, pero al mismo tiempo es lo más autóctono que se puede lograr: músicos que viven y tocan acá. Es una visión no estereotipada del acá, más genuina que ponerse el poncho y disfrazarse de argentino. Además, existe la sensación en un país en el cual la percusión no es una tradición autóctona muy fuerte –pese al bombo legüero, el kultrum o la murga– de que el género no tiene una tradición popular. Entonces, muchas veces los grupos acuden a tradiciones de otros lugares que están más desarrolladas, pero finalmente hay una ausencia que nos remite a otro lugar: Brasil, por ejemplo. Es otro viaje.

A.I.: –En Argentina, las raíces afro quedaron muy diluidas a diferencia de Brasil, Uruguay, Cuba o Perú. Igual, hay una movida de percusión fuerte que tiene que ver con imitar ritmos de diferentes lugares.

–¿Qué lugar ocupa La Chilinga en este contexto?

L.H.: –Ellos hacen samba, candombe... es una escuela que apunta a lo folklórico y a salir a tocar a la calle. Es un camino a optar.

S.V.: –A nosotros también nos llega una carambola de influencias externas e internas que nos alimenta. Es valioso que exista gente reproduciendo fielmente músicas de procedencias distintas. No es lo que elegimos pero es parte del mosaico de la ciudad del que, quieras o no, sos parte.

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