MUSICA › CAETANO VELOSO, ANTES DE UNA NUEVA SERIE DE PRESENTACIONES EN BUENOS AIRES
Sus shows están previstos para los días 27 y 28 de agosto en el Teatro Gran Rex, pero teniendo en cuenta la vieja y fecunda relación del artista con el público argentino puede predecirse algún agregado. Los conciertos servirán para presentarCê, un disco que incluye sólo canciones propias.
› Por Karina Micheletto
Sobre Caetano Veloso pesa la imagen de Caetano Veloso. Esa imagen –que a esta altura opera antes de que el hombre abra la boca para cantar, para hablar, o para lo que sea– remite al caballero de la fina estampa que se supone que es. Entre la lista de elogios que cualquier admirador(a) ofrezca, siempre estará presente esta capacidad del bahiano. Caetano no es un hombre: es un caballero. Un gentilhombre, tan gentil que dan ganas de sacudirlo un poco para que largue algún exabrupto, una mala palabra aunque sea, algo que lo vuelva un poco más mortal. Y si a esta altura Caetano Veloso está canonizado, hoy el fenómeno se extiende por más de un continente. Así suena en la entrevista telefónica, aun en medio del maratón periodístico de promoción de sus shows, amable y gentil hasta el final: “Por favor, yo agradezco su atención e interés”, devolverá las “muchas gracias” antes de cortar. Cuesta imaginarlo ejerciendo los excesos de juventud que se le atribuyen, su promocionado bisexualismo o las andanzas del exilio en Londres.
Este mes, el hombre más gentil de la canción popular latinoamericana vendrá a Buenos Aires a mostrar su último trabajo, Cê. Será, en principio, los próximos lunes 27 y martes 28, en el Teatro Gran Rex, “con los mismísimos tres músicos que han grabado Cê, y tocando los mismísimos arreglos de Cê”, según advierte Caetano. Habla del guitarrista Pedro Sá, responsable de la dirección musical de buena parte de su trabajo, el baterista Marcelo Callado y el bajista Ricardo Días Gómez. En el show también habrá lugar para “canciones de otros períodos, de los ’60, ’70, ’80, de cuando sea”, según explica, pero en todo caso los shows tendrán un corte bien diferente al de su última visita, en 2004, cuando presentó A foreign sound con una orquesta de cuerdas dirigida por Jacques Morelembaum.
Además de ser el apócope de você, y por lo tanto una forma coloquial de decir vos en Brasil, Cê es el nombre del disco que Caetano editó el año pasado, de lo más rockero y autobiográfico, con canciones propias del principio a fin. Hace poco también apareció Língua, una recopilación que incluye muchas versiones ajenas, y donde aparecen Los Beatles, Los Rolling Stones, Nirvana o Discépolo caetanizados, además del manifiesto “Língua”. Pero el autor no se muestra para nada interesado en las recopilaciones, un trabajo de las compañías y no de los músicos, aunque ésta esté pensada, al igual que todos los discos de Caetano, con un argumento conceptual que guía al trabajo. Sí, en cambio, se preocupa por dejar en claro que su nuevo trabajo lo hará de lo más feliz: será un nuevo disco de versiones extranjeras, en la línea de Fina estampa (aquel disco donde buceó en los ritmos latinoamericanos y resultó un éxito inesperado) y el más reciente A foreign sound, que homenajea la canción norteamericana. Esta vez, cuenta Caetano, armará un disco con los fados que escuchaba de niño.
–Cê se caracteriza por incluir temas propios en su totalidad. ¿En estos casos siente más o menos responsabilidad que al hacer versiones de temas ajenos?
–Es más o menos igual. Lo que pasa es que siempre me ha gustado más cantar canciones de otros que hacer las mías. Ha sido siempre así, porque cuando canto temas de otros siento simplemente el placer de cantar. En cambio, cuando hago canciones mías siento como si estuviera todavía trabajando la canción. Entonces es otra cosa. De todos modos, por supuesto que es bueno hacer un disco con canciones propias. Y, efectivamente, Cê es el único disco donde solamente he incluido canciones mías, nada más, mías y solamente mías.
–Aun resignando placer.
–Podría pensarse así. Pero de hecho mis discos son en general de canciones propias, hay excepciones como Fina estampa o A foreign sound, que dediqué a canciones extranjeras. Y también en mis discos siempre hay una canción de Joao Gilberto, que es mi preferido, o alguna canción del pasado de la música brasileña, de los años ’30, o de Roberto Carlos, lo que sea. Siempre incluyo temas de aquí y allí, he grabado canciones de The Beatles, por ejemplo. Pero la mayoría de mis grabaciones son canciones mías.
–En Cê dice que hay demasiadas canciones en el mundo, y que ahora usted trata de no hacer tantas. ¿Por qué no lo logra?
–Simplemente, no lo puedo evitar. Lo que quise dejar escrito allí es que hay demasiadas canciones en el mundo, pero no que yo no vaya a hacer más. Es decir, trato de no hacer muchas, pero no lo consigo. Tengo que seguir haciéndolo.
–A esta altura de su carrera, ¿disfruta más los shows en vivo, el momento de la grabaciones en el estudio o el de la composición?
–Los shows en vivo. Siempre ha sido así.
–Y el hecho de que se repitan las giras con el tiempo, ¿no lo cansa o le quita energías?
–No. Bueno, quita energía, pero también trae... animación.
–Su hijo mayor lleva adelante una carrera solista, o mejor dicho un trío, y también trabaja con usted como director musical. ¿Usted le da consejos o él a usted?
–¡Más él a mí!
–¿Qué cosas aprendió de su hijo, o de su carrera?
–Bueno, de su carrera no sé... me interesa porque es un artista muy refinado y original, pero a mí él me da consejos de todo tipo: profesionales, de vida, de todo. Porque es más sabio que yo.
–¿Y usted le hace caso?
–¡Siempre!
–¿Qué cree que queda del Tropicalismo en la música popular brasileña actual, de la cual su hijo es uno de los exponentes?
–El Tropicalismo cumple cuarenta años ahora mismo, en octubre de este año. Cuarenta años son muchos años, ¿no?
–Y a 40 años, el Tropicalismo sigue remitiendo a la vanguardia.
–Sí, ¡a cuarenta años! El 7 de agosto comienza en Río una exposición sobre el Tropicalismo, cuya curaduría fue hecha por un argentino que vive en Estados Unidos. Es una exposición americana que ya estuvo en Nueva York, después en Londres, en Alemania, y a ahora viene para Brasil, estará en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Es muy interesante, está muy bien hecha, con un catálogo bellísimo y con todos los discos, todas las obras de los artistas plásticos, la poesía concreta, todo. Es una exposición maravillosa, y hay mucha gente que se interesa en ella en el mundo. Por esta exposición, Os Mutantes se han reunido para tocar, y están otra vez juntos. Con la excepción de Rita Lee, que no quiso, pero los otros sí. Ellos se reunieron, fueron a Londres, tocaron, y están juntos otra vez.
–¿Y usted participó de esa exposición?
–Yo participé con un show en Londres, allí todos fueron invitados: Tom Zé, Gilberto Gil, Gal Costa, Os Mutantes, yo... Y aquí voy a ver, en Brasil quizás el año próximo haré un contacto con todos ellos. Quizás podamos hacer algo todos los tropicalistas reunidos.
–Volviendo a la actualidad del Tropicalismo...
–Sí, bien. Hay muchas consecuencias del Tropicalismo que son visibles aún hoy en Brasil, y ahora en el mundo, porque los músicos jóvenes de Inglaterra, y sobre todo de Estados Unidos, han demostrado gran interés en lo que hicimos en los ’60 aquí. Están hablando de ello Beck, Devendra Banhart, muchos; empezó con David Byrne, y no paró más. Esas cosas que pasaron hace 40 años, como The Beatles, The Rolling Stones, la contracultura, el rescate del rock americano por los ingleses, el Mayo del ’68 en Francia, todo lo que pasó en la segunda mitad de los ’60, están todavía presentes, haciendo sentir sus consecuencias. Y el Tropicalismo es parte de ello.
–En el prólogo del libro Estación Brasil, usted hace referencia a esta fascinación especial que hay en la Argentina por la música brasileña. ¿Cómo la explica, qué hipótesis tiene?
–No tengo una explicación acabada, pero creo que tiene que ver con la proximidad, la cercanía. Cercanía física y mental. Argentina ha sido siempre cercana al Brasil más allá de la geografía. Los giros lingüísticos, por ejemplo, la manera de hablar de los cariocas, fue basada en la manera de hablar de los porteños de los años ’20 y ’30. Y el tango fue como una presencia constante en la cultura brasileña desde entonces. Es natural. Y ya se sabe que cuando hay un partido de fútbol y los brasileños enfrentan a los franceses, los ingleses, los suecos, los mexicanos, quien sea, es una cosa, pero si es con la Argentina, es la rivalidad más intensa, porque hay una sensación de cercanía. Creo que lo mismo pasa con la música brasileña, sobre todo después de la bossa nova, cuando pasó a interesar mucho afuera del Brasil. Y los argentinos, que siempre están en la vanguardia, conocen mejor desde hace más tiempo, enseguida lo tomaron.
–Desde aquí la idea instalada es la opuesta: se envidia el hecho de que en el Brasil haya más experimentación, o menos prejuicio para abordar la tradición popular.
–Es verdad, hay menos prejuicio y una dosis mayor de experimentación, y sobre todo de fruición. Por ejemplo, la bossa nova fue un fenómeno popular, era sofisticadísimo, pero no quedó elitizado, fue algo que entró en la sangre de toda la gente, de todas las clases sociales, en todos lados. No fue igual en la Argentina con Piazzolla, que fue genial e importante para todos, pero no llegó a ser popular. Entonces, permítame decirle que esa envidia de la que habla es justificable.
–¿Cuál sería la justificación?
–Usted es joven, y yo soy viejo, entonces sé que la historia es muy otra. Nosotros hemos tenido envidia de la Argentina ¡por décadas! Y por todo. Entonces, que ahora los argentinos nos envidien un poquito... ¡Es sólo un poquito de compensación!
–¿De verdad lo siente así?
–¡Sé que es así! Tengo edad para saberlo.
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