Ya es un clásico de septiembre: el ciclo gratuito Los viernes música, que programa Página/12 para sus lectores, reúne intérpretes de estilos diversos de la música popular argentina, con la guía de la calidad. Tras la inauguración a cargo de Horacio Fontova, mañana le tocará el turno al Daniel Maza Trío, que mostrará cómo pueden sonar el candombe, el bolero, el jazz o la cumbia, cuando pasan por el estilo de su bajo. O por su no estilo, según define desde los mismos nombres de sus discos. La cita es esta noche, a partir de las 20.30, en la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines (Belgrano 1732), con entrada gratuita.

El trío de Daniel Maza se completa con Alvaro Torres en piano y Fabián “Sapo” Miodownik en batería, y la propuesta que trae el grupo para esta noche, explica el bajista con tono que no perdió la uruguayitud, incluirá un repaso por los dos discos que tienen editados (Música destilada y Vamo’ arriba) y el que está por salir, Al contado. “Le pusimos así porque pedimos un crédito para sacarlo y nadie nos quiso dar un peso”, explica el bajista con honestidad brutal, y adelanta la tapa que lo muestra posando con su bajo en un sofá blanco, con un smoking alquilado. “Y a Música destilada le pusimos así no porque lo que hacemos sea fino, sino porque es una música sin estilo: el estilo es que no hay estilo”, define el músico.

“En el show de esta noche vamos a tocar algo de candombe, algo de bolero, algún funky, un samba brasileño, una zamba del Cuchi Leguizamón y si da vamos a mostrar ‘La burrita’, una cumbia de Los Wawancó... Depende de cómo pinta la noche, vamos armando un repertorio”, explica Maza, un grande en más de un sentido de la palabra.

–¿De verdad no llevan armado un repertorio?

–No, casi nunca. Lo que sí hacemos es ensayar: ensayamos todos los temas, entonces siempre podemos tocar cualquier cosa. Depende de cómo vemos que viene la mano, el público, la situación, vamos mandando el repertorio.

–¿Tanto cambia el público en los distintos shows?

–Más que nada, cambiamos nosotros. Estoy convencido de que primero tenemos que disfrutarlo nosotros: todos como público hemos percibido si eso está pasando o no arriba del escenario. Hay quienes hacen que la gente se dé cuenta cuándo hacés un repertorio en el que no cambiaste una nota, ni una coma. Y hacer eso está bueno, porque llega un momento en que le vas encontrando otras vueltas posibles, y para la gente también, porque por ahí le encanta el disco y quiere escucharlo tal cual. Pero también está bueno lo otro, y nosotros elegimos eso: el que compra nuestro disco y va a vernos, hasta puede pensar que es otra banda. Vamos cambiando los órdenes de los temas, los climas y el repertorio. Así nos gusta. Además, tenemos a la hinchada que anda siguiéndonos cuando tocamos por acá. ¡Está bueno, parece que fueran todos parientes nuestros! (ríe). Así que vamos cambiando para que esa hinchada fiel no se aburra. A algunos yo les digo “a vos te vamos a dar el Premio el Porfiado”, porque nos van a ver a todos lados.

El hombre se llama Daniel Omar Correa, y lo que hoy lleva por apellido fue alguna vez su apodo. El relato de la historia se hace inevitable: “Cuando era chico, allá en el barrio El Cerro, de Montevideo, me la pasaba sentado en la vereda con mis amigos”, cuenta. “Siempre estábamos ahí, esperando algo, no sé qué. De repente venía la madre de alguno y lo llamaba: ‘Che, Fulano, andá a comprar el pan’. Y ahí iban todos a acompañar al que salía a comprar el pan. Bueno, yo nunca iba. –¿Y vos no venís? –me decían. –No, estoy cansado. Así que me decían: sos un mazacote. De ahí me quedó. Me decían ‘mazacote negro’, pero como era muy largo me quedó Maza. Lo tengo tan incorporado que a veces tengo problemas en los aeropuertos, porque me hacen la reserva como Daniel Maza, y no coincide con mi documento”, cuenta el bajista, que, para todos los que aman su música, es una masa.