Domingo, 7 de octubre de 2007 | Hoy
MUSICA › APUNTES SOBRE LA DECISION DE RADIOHEAD
El grupo inglés pondrá su nuevo disco en la red y cada cual pagará lo que quiera. Una estrategia para los nuevos tiempos.
Por Iñigo López Palacios
“¿Usted intentó vender un millón de discos por Internet?” En junio de 2006, mientras promocionaba The eraser, su disco solista, Thom Yorke zanjaba así la pregunta de qué iba a pasar con el nuevo álbum de Radiohead. En aquel momento, el contrato de la banda de Oxford con EMI, su discográfica, había terminado. Y Yorke había editado su debut con la independiente XL. Entonces apostaba por hacer algo parecido con Radiohead. Que el grupo se encargase de la parte artística y dejara la fabricación y distribución a una empresa. Pero el lunes pasado Radiohead anunció que In rainbows, su séptimo álbum, estaba terminado, que se pondría a la venta el miércoles 10 y que se haría, de forma exclusiva, desde su página web.
¿Por qué este cambio? En aquella conversación Yorke sugirió que su contrato con XL era una prueba. Desde hace años, los discos de promoción que se entregan antes de su publicación vienen marcados electrónicamente. Cada copia está personalizada y, así, si el álbum aparece en Internet, se sabe la procedencia y se puede encontrar al culpable. Es una medida disuasoria. Pero finalmente su álbum se podía encontrar gratis e ilegalmente en la red. El se limitó a soltar un lacónico “me lo temía”. La disuasión no funciona. Casi todos los discos aparecen en Internet semanas antes de que estén disponibles en las tiendas. Lo que en argot se llama leakear (del inglés to leak, gotear). Generalmente pasan tres meses desde que se termina la grabación y el álbum llega a las tiendas. El leakeado del disco se produce en ese intervalo. Cuando el disco se pone a la venta, ya casi todos los fans lo tienen.
Esto da lugar a situaciones surrealistas. En uno de los foros de Internet en los que los melómanos intercambian opiniones y links que llevan a páginas donde hay discos leakeados, un forista decía que un álbum “había envejecido muy mal”. Minutos después otro contestaba: “¿Que envejeció mal? ¡Pero si no se pone a la venta hasta la semana que viene!”. ¿Quién los filtra? Cualquiera de las decenas de personas que tienen acceso a una copia en ese período. Técnicos, empleados de las discográficas, a veces los propios artistas. El grupo neoyorquino The Strokes confesaba que había repartido copias entre sus allegados semanas antes de su salida. Dos meses antes de su publicación, el último disco de los también estadounidenses Flaming Lips estaba disponible en Internet. “Sabíamos que iba a pasar tarde o temprano”, decía Wayne Coyne, su cantante, en una entrevista en Londres. “Creo que fue un pibe chino que trabaja para AOL. Podés saber quién fue, pero hay gente a la que no le importa. ¿Qué vas a hacer? La verdad: ni siquiera creo que sea malo. Yo mismo bajo discos de Internet”.
Esa es la gran discusión: ¿es esto un problema o una nueva realidad? Cuando en enero de 2006 debutó Arctic Monkeys y se convirtió en el disco más vendido en menos tiempo de toda la historia del Reino Unido, el álbum llevaba semanas en Internet. “Es el método moderno de compartir con los amigos las canciones que te gustan. No nos preocupa, ni nos asusta. La gente comprará sus discos. Seguro. Se ha creado un vínculo emocional: los jóvenes quieren apoyar a la banda, formar parte de algo tan especial”, decía entonces Laurence Bell, fundador de Domino, el sello de la banda. Los músicos intentan adaptarse a esta nueva circunstancia. De momento, cada cual por su cuenta. Algunos confían en Internet. En 2006 “Crazy”, de Gnarls Barkley, se convirtió en el primer single que llegaba al número uno del Reino Unido gracias a descargas pagadas en Internet. Y las listas de venta se habían modificado para que las descargas contasen, a condición de que una semana después se editase el compacto. Claro que uno de los miembros de Gnarls Barkley era el estadounidense Danger Mouse, terror de la industria desde que fusionó el White album de The Beatles con el Black album del rapper Jay Z para crear Grey album. Colgado en Internet, ese disco tuvo un millón de descargas.
La industria optó por blindar los discos. En vez de repartir copias, los periodistas son convocados en la sede de la compañía donde, una vez cacheados, se procede a una audición del álbum bajo la atenta vigilancia de empleados que protegen el disco. El problema es que no todos están dispuestos a entrar en ese juego y muchos se niegan a acudir a esas convocatorias. Por eso, se han dado casos en que un empleado de la discográfica envía una copia pirata que bajó de la red porque tiene estrictas instrucciones de nunca perder de vista la copia legal. La solución de Radiohead a este problema fue anunciar que cualquiera podrá bajarse su nuevo disco. El precio será fijado por el mismo consumidor. Para aquellos que busquen tener algo físico hay una edición de lujo que incluye dos vinilos. Porque resulta que también están aumentando las ventas del viejo plástico... pero ésa es otra historia.
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