Viernes, 19 de octubre de 2007 | Hoy
MUSICA › MAÑANA Y EL DOMINGO EN EL OPERA
Para estos shows, la banda conducida por Hugo Lobo se animó a una cruza que promete: los quince integrantes se cruzarán con una orquesta sinfónica de 45 músicos, reclutados del Colón y la Banda Sinfónica de la ciudad.
Por Carlos Bevilacqua
El caso de Dancing Mood es curioso. Tanto, que devuelve cierta esperanza en el hombre como oyente independiente. Surgido en 2000, el grupo toma clásicos de diferentes géneros, pero sobre todo previos a los ’90, y los reformula en clave de ska con una formación que por momentos remite a las grandes bandas del jazz. No es lo que se dice un juego demagógico. Sin embargo, los doce músicos (hoy ya son quince) tuvieron una rápida aceptación en una considerable porción de público que muestra una identificación tan fuerte como la que se da con algunas bandas de rock.
Luego de cuatro discos independientes y recitales cada vez más masivos, la banda se apresta a cumplir un sueño de su director, el trompetista Hugo Lobo: tocar con una orquesta sinfónica de 45 músicos en el Teatro Opera (Av. Corrientes 860). Los shows, mañana y el domingo, serán además la materia prima de un cd en vivo doble y un dvd. “El principal motor de estos shows es el disfrute personal que implica hacer algo diferente. Nos va a permitir ir un poco allá en nuestra tarea de mostrar a compositores como Duke Ellington, Charlie Parker, Los Carpenters, Barry White o Earth, Wind and Fire”, pronostica Lobo. En cuanto a las grabaciones que quedarán como testimonios, explica que quisieron generar algo con valor propio, que difícilmente pueda volver a darse en otro show.
La dimensión del desafío que asumieron los Dancing Mood se refleja en algunas imágenes de un ensayo previo. Dato 1: a pesar de algunas ausencias, los músicos convocados son tantos que el generoso ámbito de Niceto parece pequeño. Dato 2: empezaron a probar las versiones a las 19 y, casi sin interrupciones, tenían programado seguir hasta las 2 de la madrugada. Dato 3: como el grupo estaba sobre el escenario y la orquesta sinfónica en la pista, Lobo debía subir y bajar una escalera metálica para repartirse entre la trompeta y la batuta. “Fue un laburo muy largo, pero placentero”, aclara al referirse a las más de 1400 partituras que debió acondicionar para la ocasión. La cifra surge de multiplicar los 26 temas previstos por el total de 63 músicos que los interpretarán. Según adelantaron, el repertorio visitará los discos ya editados pero también incluirá seis o siete novedades. Entre ellas, una versión de “The Long And Winding Road”, de The Beatles y la “Obertura” de la película Rocky. Durante uno de los ensayos se escucharon también “Just Don’t Wanna Be Lonely”, “Close to You”, “Maria”, “Police Woman”, “Fantasy” y “Just The Way You Are”.
La orquesta sinfónica que los acompañará fue constituida especialmente con músicos solistas del Teatro Colón y la Banda Sinfónica de la ciudad, entre otras procedencias. “Algunos habían tocado juntos y otros no, pero son todos músicos que valoro, tenga o no una relación previa con ellos. A algunos los conozco por haber compartido trabajo en orquestas o por haber estudiado juntos en el conservatorio. Tenerlos hoy acá, a pesar de haber tomado rumbos musicales diferentes, es un flash”, celebra Lobo, quien en algunos pasajes cambia la trompeta por el flugelhorn. Pero los refuerzos no acaban en la orquesta. Como cantantes invitados estarán los habituales Mimi Maura, Guillermo Bone-tto, Mariano Castro y Déborah Dixon, más “una sorpresa”, anunciada como muy vinculada al ska nacional. También habrá músicos invitados, como los guitarristas Valentino, Michael (de Kapanga) y otro “que tiene mucho que ver con la historia del rock independiente en nuestro país”, según deslizan.
Lobo cuenta que carga con esta sinfónica idea desde hace tiempo. “Desde chico me emociona escuchar las armonías y los diálogos entre muchos instrumentos. Soy un admirador de las bandas grandes y me gustan mucho los musicales. Hice un par de guiños en esa dirección en los discos anteriores metiendo algunas secciones de cuerdas, pero recién ahora podemos encarar algo así, gracias a la madurez que alcanzamos en lo individual y en lo colectivo.” La relación con el público es otro motivo de orgullo para Lobo. “Nuestros fans lo toman como un logro personal de cada uno de ellos. Eso se nota en la calle y se notó en los últimos shows. Tienen muchas ganas de acompañarnos en una movida tan grande como ésta.” De hecho, en los últimos días la demanda de entradas permitió sumar una fecha a la única programada originalmente.
En Dancing Mood defienden el camino de la autogestión que eligieron para todas sus producciones, sean discos o conciertos. Así describe Lobo las principales ventajas: “Ser independiente te permite emprender proyectos como éste sin ningún histeriqueo detrás, manejar el dinero con libertad y grabar un disco en el momento en que el grupo lo considera necesario y no cuando te lo exige la grabadora por contrato. También elegís dónde tocar y cuánto cobrar. En el Opera vamos a cobrar entre 20 y 60 pesos porque es una ocasión especial, pero nosotros somos de cobrar alrededor de 10 pesos, un precio similar al de nuestros discos. Con una compañía, los discos salen alrededor de 28 pesos y a los músicos les llega menos de un peso para repartir entre todos. Por experiencia, sabemos que hacer un disco no sale más de $3,50, o sea que hay alguien que se está llevando un montón de plata... Cobrando cada disco a $10, tenemos seis o siete pesos de ganancia, lo cual es mucho más digno. Simultáneamente, mucha gente puede comprarlo y reducís la piratería, algo a lo que no me opongo. La piratería existe porque se van a la mierda con los precios”.
Los discos de Dancing Mood son difíciles de clasificar en el rígido mundo de las bateas. “Los he visto en cada lugar...”, evoca Lobo. “Aparecemos en jazz, en reggae, en rock nacional y hasta en dance, supongo que por el nombre del grupo”, se ríe. “Al margen del lugar, lo más importante es que estamos. Llevado a una autodefinición, precisa: “Estilísticamente hacemos ska jamaiquino. Con el reggae tenemos poco que ver porque nuestros conceptos e influencias son muy diferentes a los que tienen las bandas de reggae. En mi caso, lo que más escucho y admiro es mucho de lo que se dio hasta los ’80 en diferentes géneros, como Blood Sweet and Tears, Chicago, Tower of Power, Carpenters, AC/DC, Deep Purple, Frank Sinatra, Count Basie, Duke Ellington”. Esa amplitud a su vez atrae a un público heterogéneo que en muchos casos comparte cierto eclecticismo. En el camino, muchos acceden a autores que difícilmente disfrutarían de otra manera. “Hay pibes que nos vienen a ver con la remera de los Redondos y terminan coreando un tema de Charlie Parker como si fuera de Patricio Rey”, ejemplifica. Una consecuencia lógica del resultado final que generan con batería, timbales, teclados, guitarras, bajo, vibráfono, trombones, saxos, flauta traversa y trompeta. Más allá de las etiquetas, una música muy original, llena de swing y energía, de esas que invitan –cuanto menos– a mover la patita, cumpliendo así con la consigna de ese ánimo de baile que sugiere su nombre.
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