MUSICA › EL FESTIVAL YEAH! EN LA CANCHA DE VELEZ
Las quince mil personas que se acercaron a Liniers sufrieron varios plantones, pero tuvieron recompensa.
› Por Roque Casciero
La contundencia hitera y ochentosa de The Killers, la buena onda hecha melodía de Travis y la corrección cancionera de unos Starsailor a los que vieron muy pocos: he ahí una síntesis bien apretada de lo que pasó el viernes a la noche en el estadio de Vélez Sarsfield, durante el festival Buenos Aires Hace Yeah! Hay más por analizar, por supuesto, especialmente porque ninguna de las tres bandas había tocado aquí antes y porque llegaron en diferentes momentos de sus carreras. De todos modos, lo primero que hay que pensar es si no fue desproporcionado hacerlas tocar en ese lugar, que nunca llegó al tercio de su capacidad. Y también atender a las quejas de muchos espectadores que debieron hacer cinco cuadras de cola y que por eso se perdieron enterito el show de Starsailor (“Alcoholic” fue uno de sus mejores momentos, igual que la muy buena versión “remix” de “4 to the floor”, a puro bajo discotequero). ¿Suena a contrasentido semejante demora con un estadio semivacío a esa hora? El problema fue que había sólo una puerta de acceso para el campo, lo que retrasaba el ingreso incluso de quienes habían ido temprano. El cuarteto arrancó con puntualidad british a las 20, la hora que figuraba en los tickets, pero fueron muy argentos (y muy de otras épocas) los tiempos muertos entre las bandas, que hasta superaron los 55 minutos del concierto de Starsailor. Tal vez por eso The Killers, que cerraron la noche, debieron recortar su lista de temas y ofrecer apenas 65 de los 80 minutos que planeaban.
Los oriundos de Las Vegas fueron los únicos que contaron con escenografía: un cartel sobre un cortinado rojo tipo teatro anunciaba el nombre del segundo álbum de la banda, Sam’s Town. El comienzo del show fue con la canción que tiene ese mismo título, como para que el histriónico cantante Brandon Flowers calentara motores. A partir de “When you were young” empezó la catarata de hits, basados en teclados con tanto sabor a la new wave inglesa que por momentos se hacía difícil sustraerse a la sensación de un pueril retroceso en el tiempo. Pero lo cierto era que casi todos los presentes sólo habían escuchado a Duran Duran en radios de hits “de antaño”, entonces para ellos no había simulcop posible y era más fácil entregarse al baile. “Bones”, “Somebody told me”, “Jenny”, “Read my mind”, “Brightside” y “All this things” pusieron a tope a la multitud (porque 15 mil personas lo son, aunque en Vélez hubiera tantos claros), con un Flowers tan enfático que bordeaba la sobreactuación, pero que cantó de modo impecable. La banda también adelantó dos de las canciones de su tercer disco, que será de rarezas. “Tranquilize”, que grabaron con Lou Reed como invitado, tiene una épica extraña para los Killers, que son épicos de por sí: está más cerca del Genesis de Peter Gabriel que de Devo. “Shadow play”, en cambio, los depositó otra vez en los ’80, aunque esta vez del lado más oscuro: se trata del cover de Joy Division que registraron para la banda sonora de la película Control (de Anton Corbjin), sobre la vida del cantante de esa banda, Ian Curtis.
Travis también había arrancado con música de película y de los ’80, pero para hacer un chiste: mientras sonaba “Gonna fly now” (el instrumental de Rocky) los cuatro músicos aparecieron con batas de boxeadores. Debajo tenían camisetas de la Selección argentina, con las que reaparecieron para los bises. Lo extraño fue que en ellos –que son escoceses y por lo tanto antiingleses, sobre todo en fútbol– no pareció un gesto demagógico sino un guiño simpático más, en un show con tanta buena onda que convenció hasta al más reacio. El cuarteto, que la rompió en el Reino Unido a principios de la década, tiene en Fran Healy a un frontman encantador y al compositor que patentó ese rock de canciones melodiosas del que luego Coldplay sacó buen provecho. Es casi imposible que Travis suba el tono, por más que el show haya arrancado con “Selfish Jean” (y su ritmo calcado del “Lust for life” de Iggy Pop): las chicas suspiraron cuando Healy explicó que escribió la bella balada “My eyes” ante la inminencia de convertirse en padre, nadie se exaltó demasiado con la letra política de “Beautiful occupation”, y todos cantaron “Closer” y “Sing”, dos hits de diferentes épocas: uno reciente, uno de The invisible band. El primer bis fue “Flowers in the window”, que la banda (sin instrumentos) coreó rodeando al cantante y su acústica en el centro del escenario, como si estuviera en la calle (“no nos tiren dinero”, bromeó Healy), y el final con “Why does it always rain on me”, la que faltaba de las que “sabemos todos”, como para que nadie tuviera ni una sola queja.
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