Mié 12.12.2007
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MUSICA › SANTAOLALLA, CAMPODONICO, SUPERVIELLE Y LOS CAMINOS DE BAJOFONDO

“Ahora buscamos meternos en el mundo de las canciones”

Los integrantes del grupo afirman que la despedida del término “Tangoclub” no tuvo que ver con “despegarse” de una etiqueta, sino con la misma evolución del proyecto. “Parte de la propuesta es que no responda a ciertos cánones típicos de los grupos: es una banda de dos países, hacemos música de una región del mundo, tenemos edades distintas, backgrounds distintos..., nos juntamos realmente para hacer música.”

› Por Karina Micheletto

“No hacemos tango electrónico”, repiten ellos, consolidados como uno de los fenómenos con mayor visibilidad de este nuevo género de los tiempos que corren. “Con la misma libertad con que nos ponen una etiqueta, nosotros decimos que no nos va”, desafían, y apuntan a que lo suyo tiene que ver con una multiplicidad de géneros y con haber sabido captar a tiempo cierto aire de época. “Música contemporánea del Río de la Plata”, insisten. Lo cierto es que esta banda atípica, que reúne músicos argentinos y uruguayos diseminados por el mundo, puede tocar en un mismo disco con invitados de tan diverso origen como Elvis Costello, Gustavo Cerati, la hip hopper española Mala Rodríguez, la tanguera uruguaya Lágrima Ríos y el bandoneonista japonés Ryota Komatsu. Ahora se llaman Bajofondo a secas, sin el Tangoclub que los acompañó en su lanzamiento, y están en la Argentina para mostrar su segundo disco, Mar dulce. Será pasado mañana en el teatro Gran Rex, con invitados también variados: Juan Subirá, de La Bersuit, el ex Peyote Asesino Fernando Santullo y Calle 13.

La cara más famosa de este proyecto, Gustavo Santaolalla, también se ha vuelto muy visible últimamente: ganador de dos Oscar consecutivos –todo un record, y no sólo por su condición de latino–, recientemente uno de los protagonistas del show que acompañó a la asunción de Cristina Fernández de Kirchner. Junto a sus compañeros de grupo –Juan Campodónico, Luciano Supervielle, Javier Casalla, Martín Ferrés, Gabriel Casacuberta, Adrián Sosa y la VJ Verónica Loza– ultiman detalles del show en un estudio de cine y televisión de Boedo, donde alquilan una espaciosa sala para ensayar, con equipo de proyecciones y todo. Allí, Santaolalla, Campodónico –creador del proyecto junto al doble ganador del Oscar– y Supervielle (piano, teclados, scratching, y otra de las patas vitales de Bajofondo) dialogaron con Página/12 sobre la historia y el presente de esta banda que hace algo que no es tango electrónico.

–¿Por qué ponen el acento en decir que no hacen tango electrónico? ¿Cuál es el problema?

Gustavo Santaolalla: –Simplemente, ya no encajamos en esa definición, como quizá lo hacíamos en el primer disco. No es que haya ningún problema, hay gente que hace tango electrónico y merece todo nuestro respeto. Pero, por el tipo de música que hacemos nosotros, al igual que pasa con otro tipo de fusiones, la gente no sabe dónde ponernos: ¿es tango, electrónica, world music, experimental? Tango electrónico es un label, y con la misma libertad con que la gente nos lo pone, nosotros decimos que no nos va.

Juan Campodónico: –Además, nuestra aspiración es hacer música “estilo Bajofondo”, definir un nuevo estilo. El concepto Bajofondo abarca más que la banda: está el disco de Luciano, el que hacemos ahora con Santullo, son proyectos personales, pero hechos con el concepto Bajofondo.

Luciano Supervielle: –De hecho, nosotros tocamos en festivales de rock, de música electrónica, de jazz, de world music, de tango... y logramos conectar con públicos muy diversos. Algunos se identifican más con el lado tanguero, otros con el lado más bardero del rock, pero no por eso nos encasillan.

–¿Y qué queda de aquella disputa inicial por la paternidad del género? Finalmente, ¿quién inventó el tango electrónico, Bajofondo o Gotan Project?

L. S.: –¡Pero si ya estaba inventado! El primero que escuché que hiciera tango con música electrónica, antes que nosotros, fue Fernando Samalea, y sé que hubo otros antes.

G. S.: –Fue un momento muy especial, que coincide no sólo con la electrónica, sino con todo un interés nuevo por la música del Río de la Plata. En los últimos diez años hubo una necesidad de volver a meterse con los orígenes de la música, después del bache post-Piazzolla y post-gobiernos militares. En ese momento hubo quienes agarraron para el lado tradicional y otro montón tomaron la experimentación, no solamente Gotan Project y Bajofondo. Ellos estaban haciendo un disco, y nosotros otro al mismo tiempo, sin saber uno del otro. Salieron con tres meses de diferencia, no es que nosotros los escuchamos y nos metimos rápido a hacer un disco, ni que ellos dijeron “che, apurémonos a sacar algo antes que ellos”. Pero también estaban Narcotango, Ultratango, un montón de gente experimentando.

–Captaron una suerte de “aire de época”.

G. S.: –Exacto. Esto pasa desde que el tiempo es tiempo, se dan movimientos en la música que coinciden en todo el mundo. Hay algo que está en el aire y todos lo toman, después cada uno lo plasma a su manera, y ahí es donde llegan las diferencias. Si en un primer momento todo tiene el mismo sabor aparente, a medida que va pasando el tiempo se va decantando y va tomando una identidad bien diferente. Y hoy es tan distinto lo que hacemos todos que no tenemos nada que ver entre nosotros.

J. C.: –Parte de nuestro trabajo es escuchar mucha música y estar muy al tanto de lo que pasa en el mundo. Ahí es cuando surgen algunas mentes visionarias, como la de Gustavo, que se dio cuenta de que ahí había algo rico para decir, que iba a venir tarde o temprano.

–Y en base a ese “oído visionario”, ¿qué posibilidades ve Santaolalla a la fusión de la electrónica con la música de raíz folklórica?

G. S.: –Muchas. Con Surco estamos trabajando hace un par de años con Terraplén, el año que viene sale el disco. También veo que estamos viviendo un momento post-música electrónica, donde las herramientas de ese género ya están incorporadas, ya todo se mezcla. Justin Timberlake o Britney Spears no hacen música electrónica, pero tienen un montón de todo eso, de cortar, pegar y loopear.

J. C.: –Muchos de los conceptos que trajo la música electrónica permanecerán en estado puro, pero se agregan al conocimiento de la música en general. Este disco, por ejemplo, tiene muchos conceptos que vienen de usar la máquina, tocar una cosa cíclicamente, el efecto de la repetición, lo hipnótico de la música, pero nosotros lo aplicamos a la música tocada. Es como si dijeras que usar guitarra eléctrica es hacer rock: el surgimiento del rock coincidió con su invención, y eso ayudó a definir un estilo, pero después usa guitarra eléctrica un tanguero o un folklorista de la India.

–¿Cuál sienten que fue el camino que recorrieron desde el primer disco hasta este?

J. C.: –El primer disco fue más un experimento de laboratorio, más dirigido y creado desde la producción. Parte del concepto era buscar en la tradición de la música rioplatense, pero también en un sonido muy actual. Avanzamos Gustavo y yo y en el camino fue apareciendo gente que venía a colaborar, algunos se quedaban, otros estaban de paso. Se fue armando un grupo. Después de que el disco estuvo hecho y salimos a tocar, tuvimos que armar una banda para tocar en vivo, que no estaba del todo formada. Cuando llegó el momento de plantear Mar dulce, ya éramos una banda de ocho personas. Seguíamos manteniendo el concepto de un proyecto abierto, el formato no es el de una banda clásica, pero ya éramos una banda y esto pesó a la hora de grabar. Hoy por hoy, Mar dulce es un disco interpretado por Bajofondo, que es una banda de ocho personas, y esa es una diferencia con el primer disco.

G. S.: –Conserva el espíritu del colectivo a través de la experimentación también con la canción, que no estaba tanto en el primer disco. Buscamos seguir ahondando en la experimentación instrumental, pero meternos también en el mundo de la canción. Y ahora somos una banda, pero una banda atípica. Sentimos que parte de la propuesta es que no responda a ciertos cánones que son los típicos de los grupos: es una banda de dos países, somos cuatro argentinos, dos uruguayos, hacemos música de una región del mundo, tenemos edades distintas, backgrounds distintos, vivimos en ciudades diferentes, nos juntamos realmente para hacer música. Lo que hacemos es algo que no se escucha. Por eso formalmente decimos que en la música nos hemos apartado del concepto de tango electrónico: lo que hacemos no es ni tango electrónico, ni tango, ni electrónica, es una mezcla de muchas más cosas: tiene elementos de tango, murga, candombe, pero también de rock, de electrónica, de hip hop.

–¿Por qué no más “Tangoclub”?

G. S.: –Era algo que nos permitía dirigir rápidamente a la gente a través de un nombre, para relacionarla con alguna de las cosas que hacíamos. A nivel de comunicación permitía dar una idea de que no es una banda de folklore o de rock, por ejemplo. De todos modos, en el disco está puesto en otro color, puede ser el nombre del primer disco, y en el disco de remixes sólo pusimos Bajofondo Mix. Siempre hubo un juego, y siempre fuimos Bajofondo. “Tangoclub” pasó a ser una marca que utilizamos, como si fuera una carpa adentro de la cual ocurren montones de actividades, una de ellas puede ser el disco de Supervielle, otra el de Santullo, otra el de la banda que es Bajofondo. Todo dentro del “Bajofondo Tangoclub”.

L. S.: –Y entre tantas propuestas, la nuestra progresó no como una música típicamente aceptada de “lo que vende”. El primer disco, sobre todo, tuvo difusión por canales muy alternativos, no se pasó tanto por la radio. No se lo vendimos a gente que no tiene idea como un producto exótico: pegó en nuestros países y en todo el mundo.

–O sea que cortar el nombre no tiene que ver con no quedar tan pegado al tango.

G. S.: –No, es no quedar pegado a nada: el tango está ahí, la milonga y el candombe también, y siempre fuimos Bajofondo. Lo de Tangoclub fue algo que nos sirvió en un momento.

–¿En qué se verifica el fenómeno de esta música? ¿Recuerdan alguna actuación en especial?

L. S.: –Tocamos mucho en Europa y hubo algunos conciertos realmente sorprendentes. Por ejemplo, hace un par de meses tocamos en Dinamarca, en el marco de un festival de jazz, en un teatro lírico, lleno. ¡Y la gente se sabía las letras!

J. C.: –El año pasado terminamos la gira por Estados Unidos en el Lincoln Center de Nueva York. Uno de los últimos conciertos fue en el Barbican Centre de Londres, que estaba lleno. Es el lugar donde ha tocado Hendrix o Led Zeppelin, a las dos semanas que tocamos nosotros tocaba Paul McCartney. Tocar para ese público, en un templo de esos, es algo que no se olvida.

G. S.: –¡Somos número 7 en el chart nacional de Grecia, arriba de Britney Spears! Tocamos en Liverpool, en el lugar donde tocaron Los Beatles, que está igual. Con eso yo estoy hecho. Hay algo especial pasando con Bajofondo, y lo estoy disfrutando a full.

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