Martes, 22 de enero de 2008 | Hoy
MUSICA › LOS BORDA, POR PRIMERA VEZ JUNTOS EN BUENOS AIRES
Los hermanos tienen el alma tanguera, pero también están formados con otras músicas. Algo de todo eso están mostrando en sus actuaciones en el Tasso.
Por Cristian Vitale
“Hablá vos que yo voy tomando vino, mientras.” A Luis Borda le brillan los ojos. Hace no más de una hora ha concluido la primera de una serie de cinco presentaciones junto a su hermana Lidia, en el Tasso, y ambos relajan afuera, en la terraza de atrás. Es verano pero está fresco. A él le alcanzan el tinto y la camisa negra, pero ella necesita abrigo. Teme arruinarse la voz y pide un pulóver. “Ah no... equidistante no. Poné el grabador más cerca de mí”, se ríe. Los dos se ríen. El, guitarrista, tiene 52 años. Lleva 15 viviendo en Alemania, está quien lo sindica –a riesgo de exagerar– como el Piazzolla de la guitarra y lleva en su mochila tango, jazz, folklore y rock, desde el mítico Ave Rock, hasta Rodolfo Mederos, Dino Saluzzi y Juan Falú. Ella tiene 41 y canta hermoso. También porta en las venas un background parecido. Dado lo que acaban de hacer (repiten jueves, viernes y sábado) la sentencia cae madura: los Borda por los bordes. El tango es la columna vertebral, pero ellos se manejan libres... a veces les pinta una ranchera, otras un blues y siempre un norte: el buen gusto.
“Cada uno tiene su camino personal recorrido y sólo nos encontramos cuando yo viajo a Europa y él me invita a tocar. Es la primera vez que confluimos en Buenos Aires, pero siempre estuvimos juntos en la cocina de la música. ¿Te acordás de la Ferifiesta?”, lanza Lidia. Inmediatamente, la entrevista –poco formal desde el vamos– se transforma en un vaivén de anécdotas entre brothers. Luis fuma y bebe. Lidia se ríe, cruza los brazos y sigue: “Era para el Partido Comunista en el Parque Sarmiento, había llovido y el micrófono me daba electricidad”. Luis no se acuerda... pero engancha por otro lado. “Te cuento una: hace muchos años tenía una flautista en la banda, Eleonor Muchnik. Era una mujer muy elegante y usaba zapatos con tacos. Una vuelta fuimos a tocar para los despedidos de Rigolleau y habían montado un escenario con tablones pero, como estaban separados, se le metían los tacos entre medio de las maderas. Eso fue un infierno de risa, ¿te acordás?” Lidia le devuelve la atención: no se acuerda. Engancha una paralela: “Eleonor fue una de las personas que más me estimularon para que yo comenzara a cantar”.
Habla de sus 18 años. Luis, por entonces, andaba por los 29. Ya había tocado en una de las agrupaciones de Rodolfo Mederos, y en Ave Rock, una de las primeras bandas de rock sinfónico en Argentina. “Era la época que todo el mundo hacía Latinoamérica, viste: Arco Iris, y todo eso. Nosotros nos rompimos las pelotas y una vez teníamos un tema instrumental sin nombre, y uno mandó ‘ponele Viva Bélgica’. Era un instrumental tan raro que no había ningún título coherente para ponerle... habíamos traído un cachito cada uno, y salió”, evoca. Hay poco registro de ese primer disco de la banda grabado en 1974: se reeditó en CD, pero vía Brasil a través de un coleccionista. “Por eso figuran los títulos de las canciones en inglés”, tira Luis, sólo para melómanos. Y prosigue: “Eramos de la camada de Comandante Energía, Espíritu, Orions y Supermoco. Una vez hicimos un concierto en una iglesia junto con Orions Beethoven. Ellos hacían una música delirante y tiraban bombas de humo durante el concierto. Ese día vinieron mi abuela y mi mamá... las dos, cuando tiraron las bombas, salieron corriendo de la iglesia. ¡No la podían entender!”. “Y, eran los setenta... había mucho humo y molotov por ahí”, agrega Lidia.
–¿Los vio en vivo, Lidia?
–Sí, en el Teatro Blanca Podestá. Tenía 7 años y no me olvido más. Sonaban terrible.
–¿Cómo funciona la química entre hermanos?
Luis: –Perfecta, porque cuando yo me equivoco ella me sigue y cuando ella se equivoca, yo la sigo.
Lidia: –Los dos compartimos algo: llegamos al tango, porque tiene un espíritu que es inevitable. Pero estamos formados con otras músicas. Cuando tenía 8, 10 años en casa se escuchaban desde tango en AM, hasta discos de Mercedes Sosa, Los Trovadores, Pink Floyd y Serrat. Me crié bajo un eclecticismo absoluto.
Luis: –Yo, antes de empezar con Mederos, venía con una mezcla de folklore y tango desde mi casa, y también rock. Con Mederos pude mezclar todo eso... fue como un descubrimiento. Después, cuando el rock empezó a mezclarse con la moda, dejé de sentirlo como algo auténtico. Me separé de ese género y empecé a investigar por otros lugares: encontré mi manera de hacer música.
–Once años de diferencia entre ustedes, ¿algún otro hermano músico en el medio?
–Sí, Alejandro. Es un percusionista potencial, que nunca se dedicó del todo a la música. Una vez, me acuerdo de que armamos Lidia Borda y los Moyanos para una presentación en Babilonia –fines de los ’80– y tocaba él. También estaban Alejandro Franov en bajo, Oscar Moro en batería y Luis en guitarra. Fue una experiencia muy graciosa.
El tono permanece festivo. A cada anécdota le sigue una carcajada y la cena, que incluye a Emilio Del Guercio (aquel bajista de Almendra y Aquelarre), se demora. Luis y Lidia tienen pensado grabar un CD en vivo que, en principio, llamarían La reunión. Como plus, están las presencias de la cellista Paula Pomerañec y de María de la Fuente, una de las voces femeninas pioneras del tango. La primera en viajar a Japón, por caso. Dice Luis: “La queremos tener en la grabación, porque es muy del origen. Aunque nosotros nos vayamos por las ramas, también tenemos la cosa de raíz... y ella nos va a conectar con los principios. Tratamos de juntar tradición y modernidad. No sabemos qué va a salir, pero distinguir entre lo viejo y lo nuevo es una boludez”. Lidia sintoniza a pleno y pinta, exacta, el aura estética de la reunión: “En la música nada es nuevo, ni viejo ni puro. Nada de eso se puede sostener hoy... es la que sentimos nosotros”.
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