Lunes, 28 de enero de 2008 | Hoy
MUSICA › JUAN QUINTERO Y EDGARDO CARDOZO
Los músicos aprovecharon los momentos muertos de Aca Seca y Puente Celeste para grabar Amigo, un CD intimista y sensible.
Por Cristian Vitale
Supóngase que los que están sentados aquí, comiendo empanadas, no son Juan Quintero y Edgardo Cardozo, sino dos tipos –corte bohemio– con los que uno se puede topar en cualquier bar de Montserrat. Y conversar. La banda de sonido para describir la secuencia sería exactamente la misma: Amigo, el disco que ambos soñaron, grabaron y editaron. Los guiños, los silencios, un código, la paz que marca cada palabra entre ellos, no es más que la proyección a situación de bar de lo que sus canciones muestran. Abstracción al margen –efectivamente son Quintero y Cardozo– la figuración universaliza un carácter común, una forma de ser. “El primer encuentro entre nosotros fue tomar un vinito, hablar de la vida, y de la música, tranquilos”, señala Cardozo, anónimo, emparentado con la cotidianidad ambiente. “Amigos en común nos decían ‘se tienen que conocer, se tienen que juntar’, nos pasaban discos de uno al otro y así nos fuimos encontrando”, redondea Quintero.
La primera confluencia fue en un encuentro que organizó Quintero en su terruño (Tucumán), después siguieron alternancias en ciertas peñas tierra adentro, hasta que se plantaron firme ante el fin común: grabar un disco juntos, porque el “pelómetro” funcionaba a la perfección. El resultado, que mostrarán este jueves en No Avestruz –Humboldt 1857– fue un exquisito trabajo de 11 canciones frescas, despojadas, inquietas –repartidas entre ambos– más dos versiones amigas: “Platónico”, de Gabriela Amalfa, alumna de Cardozo, y “Los pensamientos”, homenaje póstumo al compositor Saúl Salinas, autoconsiderado “el hit”. “Hubo algo que nunca me pasó –confiesa Cardozo–, terminar canciones en el estudio mientras grabábamos. Hubo manotazos de intervenciones a nivel composición. Como la materia estaba fresca, se podía meter mano.” Algo así como un operativo “tirarse encima de las canciones del otro” para modificarlas o embellecerlas. ¿Resultado? Según Quintero, “mucha intensidad emocional y poca pirotecnia... tracción a sangre y austeridad. El ahí, yo acá, micrófono para cada uno, y grabar así: con el sonido del momento”.
Ambos –compositores, cantantes, guitarristas– aprovecharon los huecos de sus propios proyectos para solidificar el dúo. Quintero les sacó jugo a los momentos muertos de Aca Seca y su dúo con Luna Monti, y Cardozo aprovechó el stand by de Puente Celeste, y la culminación de la gira-presentación del buen disco de tango de Nelly Prince. “Todos los proyectos tienen sus subidas y sus bajadas, gracias a eso y al hecho de no atarse a nada, podés encarar ensambles como éste. Nos hizo muy bien... Amigo significa todo lo que la palabra rebota”, trasparenta Cardozo, trece años mayor que su socio.
–¿No importa la diferencia de edad?
Juan Quintero (riéndose): –Bueno, cuando él me habla de Perón, mucho no lo entiendo.
Edgardo Cardozo: –Sí... le hablo de la barra, de los muchachos, y el pibe no me entiende. ¡Si hasta llegué a ver la cola del velorio de Perón!
–¿Qué ocurre entre ustedes? ¿por dónde transita la química del encuentro?
J.Q.: –No sé, calculo que en el respirar tocando y cantando. O en la coincidencia sobre el pensamiento musical... digo, entre nosotros no hay mucho que charlar o planificar. Tocamos y sale.
E.C.: –Tal vez ese proceso que lleva mucho tiempo lograr con otra persona, entre nosotros se dio enseguida: el entendimiento sin palabras, espontáneo. Hay canciones que entre nosotros tienen un perfil único, y que en manos de otro, o en otra formación, podrían tener un destino distinto.
–“La Ventana”, el poema que musicalizaron de Leónidas Lamborghini, podría ser un buen ejemplo. Confluyen a capella y la versión es distinta a la original.
E.C.: –Es una poesía dura. Cuando la musicalicé, Leónidas me decía que era complicado hacerlo. Es crudísima... como un bife que cae pesado en la mesa.
–¿Qué lugar creen que ocupan en el panorama de la música popular? Cuesta mucho, hoy, clasificar la música por géneros. Y más la que hacen ustedes.
J.Q.: –Lo único seguro es que le escapamos al encasillamiento, porque queremos estar en contacto con la música de todos lados, continuamente. Yo no sé bien en qué lado ubicarme... creo que estamos dentro de un conjunto de gente con muchas inquietudes, muchas ganas de pasarse cosas, desempolvarse. A veces da pudor mostrar lo más íntimo de lo que uno hace, pero existe gente que te da contención.
E.C.: –Cuando se hace sociología de la música, ocurre que cada género corresponde a un nivel sociocultural: “Me gusta tal música porque me identifico con tal ropa, zapatilla, chica, auto o clase”. Y así. Esto, que es una manera de orientar a las vaquitas de acá para allá, cada vez se desempolva más, porque las personas se sienten libres de elegir cosas distintas. Creo que ambos ocupamos ese rol: poder hacer cosas diversas sin problemas de camiseta, o sin que el público te diga “sos un traidor”. Nadie me va a decir “ey, te vendiste... ¿vos no hacías tango con Nelly Prince?” Digo, esto es ser verdaderamente libre.
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