Lunes, 28 de enero de 2008 | Hoy
MUSICA › ANOCHE TERMINO EL FESTIVAL DE COSQUIN
En las nueve lunas hubo de todo, para bien y para mal. Pero la del sábado, con Mercedes Sosa, Luis Salinas y Suma Paz, entre otros, fue una noche para amigarse con la programación coscoína.
Por Karina Micheletto
desde Cosquin
Pasaron las nueve lunas que todos los años dan el marco simbólico histórico de este festival –y hay que ver qué lunas enormes, precisas, regalan los cielos de estas sierras–, y Cosquín ya tiene a sus consagrados y a sus revelados. El consagrado mayor, ganador del premio oficial de esta edición de Cosquín, es Abel Pintos, que tal como señaló este diario tras su actuación del domingo pasado, movilizó a la plaza de tal forma que dejó poco margen para que lo alcancen otros candidatos. El premio Revelación, mientras tanto, fue para la cantante bonaerense Angeles Braseras. En medio de estas nueve lunas quedaron momentos que pueden ser catalogados como inolvidables, sin temor a exagerar por el entusiasmo, oportunidades de momentos únicos perdidas, y papelones también únicos e irrepetibles. Así es Cosquín: “ecléctico”, como suele decirse de las mezclas medio raronas.
Y es que, como apuntó en este diario el periodista especializado en folklore Marcelo Simón, que conoce Cosquín desde su fundación, a este festival siempre dan ganas de pegarle, como a esos chicos malcriados que por momentos conmueven y al rato despiertan los más primarios instintos asesinos. Como si fuese el tablón de una fiesta de club de barrio cualquiera, por este escenario que se supone “bendecido” por su historia y por quienes lo pisaron, pasaron propuestas muy feas, artistas desconocidos (eso no tendría nada de malo de por sí) que se despacharon con cosas que daban vergüenza ajena, y todo en horario central. Nadie, a menos que sean los parientes o los que los acomodaron, recordará que estuvieron, pero dio lástima, o bronca, o sueño.
En cambio, otros momentos dejaron para muchos la sensación de poder volver a casa con el gusto del “yo estuve ahí”. Anteanoche, por ejemplo, cuando abrió Luis Salinas con su trío de música argentina (Javier Lozano y Alejandro Tula) y Jorge Giuliano de invitado. El hombre que paseó su guitarra por el mundo reconoció ser el primer sorprendido por el fervor con que fue recibido en la plaza. O cuando Suma Paz, sola con su guitarrita, trajo al escenario el legado de Yupanqui. O Luna Monti y Juan Quintero, o el excelente armoniquista Franco Luciani, que invitó a la ex Viuda e Hijas de Roque Enroll, Mavi Díaz, para hacer “Zamba del ángel”, de Hugo Díaz, padre de Mavi.
O cuando Mercedes Sosa mostró que sigue siendo la gran voz de América, ahora como una madre musical que aglutina, en un show donde presentó a todos sus pollos más jóvenes. O cuando Víctor Heredia presentó a dos extraños del ambiente festivalero, Pedro Aznar y Jorge Fandermole. Hicieron temas de unos y otros en dúos y tríos, y el público agradeció el buen momento que trajeron preparado. La del sábado pasado, en síntesis, fue una de esas noches para amigarse con la programación de Cosquín y sentarse a escuchar casi de corrido, aunque lloviera un poquito.
Otro logro de este festival, impensable para muchos, fue haber reunido a Mercedes Sosa con Soledad, como invitadas una de la otra, en sus presentaciones del sábado y de anoche, respectivamente. Más allá de cualquier apreciación sobre la cantante de Arequito, el momento fue una suerte de círculo cerrado para el folklore. En cambio, la actuación de Divididos, el lunes pasado, sirvió para acercar paisajes de otros palos, pero dejó la sensación de una oportunidad perdida: la de que el trío le sacara más jugo a sus posibles conexiones con el folklore, por fuera del gesto de invitar a Peteco Carabajal o a Rubén Patagonia.
Pero más allá de que los organizadores se aviven de exigirlo para la plaza, o de que los artistas contratados se animen a proponerlo, las juntadas más brillantes, las que realmente son únicas e irrepetibles en otro contexto, se dieron en forma espontánea, y por puro deseo de compartir la música, en las peñas de Cosquín. El sábado pasado, por ejemplo, la peña del Dúo Coplanacu mostró una postal que algún gringo podría comprar como world music, y que acá se disfruta como parte de la magia de Cosquín. El Dúo Coplanacu frente al pogo de siempre de su público, Luis Salinas con su trío, Heredia, Aznar y Fandermole siguiendo todo desde una mesa peñera. Antes había pasado por esa peña Arbolito, agitando con su cruce folk-rock.
Anoche, una juntada anunciada en la peña de Los Carabajal provocó tal revuelo que hubo gente haciendo cola en la puerta del local desde la mañana, instalada con reposeras y sombrillas. Es que, además de los dueños de casa, se dieron cita en la peña Jorge Rojas y el Dúo Coplanacu, mostrando que entre los peñeros hay más ganas de juntarse que de competir. Otra gran reunión del folklore, que en un momento hizo que la peña cerrara sus puertas para no sobrepasar el límite de público permitido por disposición municipal.
El momento en que se entregó el premio Consagración a Abel Pintos, anoche, en la última luna, también fue una suerte de puente generacional tendido en el folklore. El joven de Ingeniero White no pudo venir a recibir su premio, porque debía cumplir con una gira en Catamarca. Entonces, después de pasar un video de su actuación del domingo pasado (el momento en que cantó “El Antigal” a capella, aplaudido por una plaza de pie) subió a buscarlo Mercedes Sosa. Una suerte de consagración dentro de la consagración para el chico que cantó por primera vez aquí diez años atrás, como invitado de León Gieco, cuando tenía trece y no tenía idea de lo que le esperaba por delante.
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