MUSICA › RALY BARRIONUEVO PRESENTA NOTICIAS DE MI ALMA, SU NUEVO DISCO
El santiagueño, que se siente cómodo entre el interior y Buenos Aires, analiza su modo de ir al encuentro de la canción: “¿Acaso alguien anda todos los días inspirado? Siempre hay algo fluyendo, pero de ahí a que se corporice lleva su tiempo”.
› Por Karina Micheletto
“Yo toco y me voy”, describe Raly Barrionuevo su incursión en la ciudad de Buenos Aires. Viene para presentar su último disco, Noticias de mi alma (el show será hoy a las 22 en el Teatro Roxy, Federico Lacroze y Alvarez Thomas). Dice que le gustaría quedarse más tiempo, pero que “con muchísimo cariño” aguanta una semana en la Capital, ahora tomada por el humo. En cambio, se siente a sus anchas en Unquillo, uno de sus lugares en el mundo, hoy por hoy, además, por supuesto, del pueblo de Santiago del Estero en el que nació, Frías. Cerca de allí acaba de grabar su versión de “Mensajes del alma”, una participación en un disco homenaje a León Gieco que promete sorpresas, con otros temas de León interpretados por Iván Lins, Café Tacuba, Bersuit Vergarabat y Los Piojos.
“Buenos Aires es muy lindo, ojalá me diera la cabeza y el corazón para poder vivir ahí, aunque sea dos años”, dice el santiagueño. “Por ahí voy, me tomo una clase de guitarra con Ernesto Snajer, y quiero quedarme a ver más amigos, pero no puedo, no me da... Muchas veces León me ha dicho, Chango, vos tenés que estar en Buenos Aires... Pero no, fue una de las pocas cosas en que no le di bola a León. No sé, tengo una actitud de resistencia a los grandes centros, me gusta más la historia de estar en el campo y salir a hacer las cosas desde ahí.”
–¿Qué ocurre cuando vuelve a Frías?
–Allí ahora me encuentro con mi música desde un lugar diferente. Yo me fui de Frías de adolescente, y estando afuera me formé en muchos aspectos, digamos que construí la casa, pero el cimiento ya estaba fundado en lo que fue mi crianza en Frías. Ahora, cuando vuelvo, puedo juntar esas dos partes, lo que me fue dado en mi infancia y lo que he logrado construir. Y es hermoso poder sentir eso.
Algo de este sentimiento queda expresado en el nuevo disco del santiagueño, Noticias de mi alma. El espíritu que recorre este trabajo es, en líneas generales, el del título elegido: un mirar más hacia adentro y contar desde allí. No sólo en las letras, también en la música, con menos de la efervescencia de chacareras que reclaman el baile inmediato, y que son el sello de origen de todo músico santiagueño que se precie de tal, desde los más tradicionales hasta los que se conectan con un público más joven, como en este caso. “Si parece que hice algo más íntimo fue porque salió así, no fue algo buscado, yo no ando planeando”, advierte el cantautor. “En el estudio sí me pongo a buscar sonidos, arreglos, pero después, lo que hago me va saliendo así, nomás... Si no, entraría en especulaciones que no tienen que ver con lo artístico. No, yo dejo que fluya. Claro, a veces no fluye nada, son los riesgos que hay que correr... Y cuando no fluye yo me dedico a jugar al básquet o al tenis, tranquilo.”
–¿Tuvo que pasar largas temporadas jugando al básquet o al tenis?
–¿Y acaso hay alguien que ande todos los días inspirado? Siempre anda algo fluyendo, pero de ahí a que se corporice en alguna canción, lleva su tiempo. Porque una canción es algo grande. Es simple cantarla, cuando a uno le gusta y disfruta hacerlo, pero la cocina de la canción siempre es compleja. Al menos, cuando está hecho desde la inspiración. No es que uno se pone a escribir algo para que lo escuche tal público, para que repitan determinado estribillo. Cuando no es así, hay que atravesar un proceso interno que lleva su tiempo. Salvo que sea una bomba que te explota en el pecho, eso me ha sucedido, pero habrán sido un par de veces entre un montón de canciones.
–¿Tiene alguna significación especial la presentación de un disco en Buenos Aires o es un concierto más?
–Todos los conciertos son únicos e irrepetibles. Es un público distinto, eso sí lo noto. Es más canchero, por definirlo de alguna forma, está más acostumbrado al ritual del concierto. Todos mis amigos de Buenos Aires han ido a conciertos de chicos. ¡Y yo lo único que vi en Frías en toda mi infancia y adolescencia fue a Tremendo haciendo playback! (risas).
–¿Y lo marcó?
–¡Por suerte no! (más risas). Pero era una cosa muy rara, hacían karate, además de playback... ¡Y después vi Señorita maestra, con la difunta Cristina Lemercier! Recién de grande, en Córdoba, empecé a ir a conciertos, vi la vuelta de Seru Giran, por ejemplo. Pero en Buenos Aires, desde que son chicos, los padres llevan a sus hijos a conciertos de todo tipo, por eso es un público que conecta de otra manera, muy desprejuiciado. Y el mío, no tengo dudas que es mejor... ¡Y dénme un par de años, que va a ser mucho mejor!
–En todos estos años de carrera, ¿cuál evalúa como su mayor logro?
–Hay un concepto de carrera que no me gusta, yo no tengo una carrera. Tengo una historia, en todo caso. Yo voy haciendo las cosas porque me va gustando hacerlas, no es que tengo metas, sigo un camino. Y el camino es totalmente impredecible, y además no es una elección. Comenzó seguramente el día que nací, desde niñito yo sabía que quería ser músico, mi madre también lo sabía. Nunca tuve ninguna duda al respecto, pero no es que un día dije voy a ser músico, voy a escribir canciones. No, ni me di cuenta. Por eso esto no es una carrera, es lo que me ha tocado. Por suerte, coincidió con lo que me gusta en la vida.
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