Lunes, 26 de mayo de 2008 | Hoy
LITERATURA › ENTREVISTA AL NARRADOR FRANCéS GILLES LEROY
El autor de Alabama Song, premio Goncourt 2007, se presentó en la Alianza Francesa, en el marco de un proyecto compartido con Alfredo Arias. En su novela, adopta la voz de Zelda Sayre, esposa de Francis Scott Fitzgerald caída en desgracia.
Por Silvina Friera
La “mujer ideal”, como la llamaban los cronistas de sociedad de principios del siglo pasado, el prototipo de muñeca soñada por su esposo, Francis Scott Fitzgerald, murió quemada en un hospital psiquiátrico en 1948, donde estuvo internada los últimos diez años de su vida. En Alabama Song, novela premiada el año pasado con el Goncourt, el escritor francés Gilles Leroy, que elige la primera persona para narrar, adopta la voz de Zelda Sayre, “escritora en sombras”, opacada y aplastada por la obra del autor de El gran Gatsby. “Mi maravilloso marido se muere: se venga y triunfa”, dice Zelda, en la novela, apelando, quizás a las últimas gotas de ironía que puede destilar por el hecho de sobrevivir ocho años más, vaya paradoja, ahora a la sombra del cadáver de Fitzgerald. “Un remate a lo grande”, grita, desgarrada por el dolor, pero sin perder esos chispazos de lucidez que ni el deterioro mental pudo horadar. “Cuando tenía veinte años quise interiorizarme en la literatura extranjera, sobre todo en la norteamericana, y me encontré con Scott y Zelda, una pareja legendaria con mucho glamour y encanto. Para mí, que ya sabía que quería ser escritor, Fitzgerald era un icono. Pero con el tiempo me di cuenta de que me interesaba más Zelda porque su vida es una novela”, plantea Leroy en la entrevista con Página/12.
A los 48 años y con una docena exacta de libros publicados desde su primera novela Habibi (1987), este escritor de hablar pausado y con un timbre de voz próximo al susurro estuvo en la Argentina, invitado por la Alianza Francesa, presentando Alabama Song junto con el actor, director y régisseur Alfredo Arias, quien realizó dos lecturas escenificadas de la novela en Villa Ocampo. Leroy sintetiza el destino trágico de Zelda: “Nació en la aristocracia de Alabama, sus padres le dieron una libertad absoluta, tuvo una vida dorada, que continuó, incluso, cuando conoció a Scott; hasta su casamiento fue como un cuento de hadas. Pero en el momento preciso en que llegaron al cenit, rápidamente comenzó la caída y el descenso al infierno. Zelda, con diagnóstico de esquizofrenia, termina quemada en un hospicio. Es por eso que decidí contar su historia; no era tanto el deseo de rehabilitarla sino de darle la palabra para que hablara porque Scott, como escritor, ya había hablado”.
Las cartas de la pareja le permitieron a Leroy captar el tono y el estilo de Zelda. “Era una voz muy particular que se expresaba de una manera muy cruda, no siempre, pero cuando tenía sentimientos violentos, no los disfrazaba. En 1920, una joven de su condición social no hablaba de esa manera, y eso me confirmó mi idea de que ella era totalmente distinta a las chicas de su edad”, señala Leroy, que viajó a Alabama, “la ciudad de Zelda”, para escribir la novela. “Estuve en una de las casas donde habían vivido Scott y Zelda y tuve la impresión de que estaban los fantasmas de ellos por las habitaciones. Esas ‘presencias’ me inspiraron para escribir el final.”
–¿Es cierto, como dice Zelda en Alabama Song, que Scott le prohibía que escribiera?
–Sí, Zelda escribía a escondidas. Cuando terminó su única novela, mientras estaba internada, le mandó el manuscrito al editor de Scott que ella conocía. El editor enseguida le respondió que le había gustado mucho la novela y que la iba publicar. Pero cuando Scott descubrió lo que había pasado a espaldas suyas, se puso furioso contra el editor, y mucho más contra el psiquiatra del hospital.
–¿Cómo explica esa reacción? ¿A qué le temía?
–Creo que quería seguir siendo el único escritor de la familia. Es un extraño caso de celos, pero realmente lo puedo entender (risas). Los artistas y los escritores son muy celosos de su status y yo quería poner en escena a una pareja de escritores, donde uno vive aplastado por el otro. El no quería que Zelda escribiera, pero Zelda temía lograr su realización. Ella era un misterio antes de que empezara a darle la palabra, pero con la novela terminada parece más misteriosa que al principio.
–En la novela, Zelda cuenta que su marido le robaba ideas. ¿Cómo interpreta la apropiación que hizo Fitzgerald de los diarios íntimos y de las cartas de su mujer?
–Scott usaba esos diarios y cartas con mucha inocencia y candor. En The Beautiful and Damned (Hermosos y malditos) toma tres pasajes literales del diario íntimo de Zelda para hacer hablar a su heroína. El se sentía propietario de ese material que formaba parte de su vida. Cuando Zelda publicó su novela, Save me the Waltz, él estimó que ella le robó material de una novela que Fitzgerald publicaría dos años más tarde, Suave es la noche, lo que es el colmo. La reescritura es algo muy interesante. Un autor antes es un lector; o sea que en definitiva siempre estamos reescribiendo, pero creamos algo nuevo. Zelda consideraba que era plagiada; lo complicado es que Scott tomaba diarios y cartas que no estaban publicados para hacer literatura.
Zelda, al revisar críticamente la novela de Fitzgerald, The Beautiful and Damned, afirmaba: “Me parece que en una página reconocí una porción de un viejo diario mío, que desapareció misteriosamente poco después de mi matrimonio, y también fragmentos de cartas que, aunque bien editadas, me sonaban vagamente familiares. De hecho, Mr. Fitzgerald (...) parece creer que el plagio comienza en casa”. Leroy cuenta que cuando decidió escribir la novela en primera persona pensó que quizás estaba un poco loco “porque me iba a meter en la piel de una mujer de otro continente, de otra época y de otro medio social, porque vengo de una familia muy modesta, y es raro ponerse en la piel de una aristócrata”. El escritor confiesa que lo más duro fue sumergirse dentro de la locura de Zelda: “Fue muy perturbador”.
–¿Por qué le hace decir a Zelda: “Nuestra locura nos unía. Es la lucidez lo que separa”?
–Creo que fue una pareja, como muchas otras, atraída por sus lados luminosos, pero también fueron dos grandes fisuras que se encontraron. A veces las personas son imantadas por sus zonas oscuras, que también hablan de ellos. Sus dos locuras y sus dos sufrimientos se unieron.
–¿Los momentos más creativos de Scott como escritor están vinculados con el material que le aportaba Zelda?
–Sí, el repetía una frase muy extraña: “Yo me casé con la heroína de mis novelas”. Esto es paradójico porque cuando la conoció a Zelda todavía no había escrito nada. Es una fórmula poco generosa de plantear que él creó a su musa inspiradora (risas).
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