Lunes, 26 de mayo de 2008 | Hoy
CINE › ENTREVISTA AL DIRECTOR WONG KAR WAI, POR SU NUEVA PELíCULA, EL SABOR DE LA NOCHE
El cineasta chino criado en Hong Kong habla de su incursión en los Estados Unidos y del rol de Norah Jones en la concepción del film.
Por David Williams *
El viaje de Wong Kar Wai a los Estados Unidos no parece equiparable al que antes de él hicieron colegas de renombre, como John Woo a comienzos de los ’90 o Ang Lee poco más tarde. Mientras éstos se incorporaron rápidamente a lo que podría denominarse “sistema hollywoodense”, integrándose a la maquinaria de géneros (el género de acción en el caso de John Woo, el drama de calidad en el de Ang Lee), la incursión de Wong Kar Wai se parece más a las realizadas por Werner Herzog en los años ’70 (con La balada de Bruno S.) y su compatriota Wim Wenders, una década más tarde, con Paris, Texas.
Como aquéllas, My Blueberry Nights (que en la Argentina se estrenará el jueves próximo con el título de El sabor de la noche) es una película independiente, de costo bajo para los estándares de la industria del cine estadounidense, filmada sobre guión propio y con un elenco de actores que el director eligió personalmente y de a uno. Empezando por la protagonista, no otra que la cantante Norah Jones, aquí en imprevisto debut cinematográfico. Siguiendo por Jude Law, Natalie Portman, Rachel Weisz, David Strathairn. Y una segunda cantante, Cat Power, que aparece bajo su verdadero nombre de Chan Marshall, además de hacer un aporte a la banda de sonido. Como también lo hizo la propia Jones, desde ya. Acentuando las comparaciones wendersianas, Ry Cooder se hizo cargo de la selección musical, incluyendo más de un solo propio. El talentoso iraní Darius Khondji (Delicatessen, Seven) asumió la fotografía, desplazando al australiano Chris Doyle, habitual brazo derecho de Wong Kar Wai.
De acuerdo con lo que el propio WKW confiesa en esta entrevista, la voz de Norah Jones parece haber sido la motivación inicial de El sabor de la noche, que fue la apertura de Cannes 2007. Al fantasma de esa voz se refiere aquí el autor de Chungking Express y Con ánimo de amar, cuyo carácter de melómano nunca ocultaron sus películas. Wong se explaya también sobre su primera experiencia de trabajo con un guión más o menos ortodoxo, las diferencias entre Oriente y Occidente, su visión de los actores como instrumentos musicales, su relación con los objetos, el sabor de la torta de arándanos y las diez (o quince) formas de filmar un beso.
–El sabor de la noche es su primera película en Estados Unidos. ¿Qué diferencias encontró entre filmar allí y hacerlo en Hong Kong?
–La única diferencia que puedo mencionarle fue que tuve que presentar un guión previo. Normalmente no me hubiera preocupado demasiado por eso, pero en este caso había un handicap adicional, ya que por un insuficiente dominio del idioma yo no estaba en condiciones de escribir un guión completo en inglés. Eso me llevó a requerir los servicios del escritor y guionista Larry Block.
–Lo cual supone una novedad, teniendo en cuenta que usted siempre escribió sus propias historias.
–Así es. Creo que presentar un guión fue de más utilidad para los productores que para mí, ya que la película fue cambiando en el transcurso del rodaje. Y no lo tenía a Larry a mi lado todo el tiempo. Por lo cual empecé a modificar el guión con ayuda de los actores. Norah Jones, Jude Law y Rachel Weisz representaron una gran ayuda en este punto.
–Y en el trabajo específico con los actores, ¿qué diferencias percibió?
–Más allá de tener que parar para almorzar, le diría que ninguna. Los actores son como instrumentos musicales: los ritmos, las interpretaciones, la manera en que se expresan, varían según cada proyecto y cada director. Son parte de una orquesta, así que tienen que seguir el ritmo.
–De cualquier manera, no debe ser igual trabajar con un actor asiático que con uno inglés o estadounidense.
–En una primera instancia me propuse tratar de absorber lo más posible el feeling estadounidense, para no cometer el mismo error de tantas películas occidentales que tratan sobre China y lucen desajustadas. Eso se debe no sólo al idioma sino también a la música propia del idioma. Y a las diferencias de costumbres, claro. Para poner un ejemplo, en una escena de El sabor de la noche el protagonista quiere darle un beso a la chica, que en ese momento tiene un resto de helado de crema sobre sus labios. En mi país usted primero le quitaría la crema con un dedo y después la besaría. Pero yo no estaba muy seguro de que en Estados Unidos fuera igual, por lo cual lo consulté con un técnico. “Acá, si la chica te gusta, vas, la besás y listo”, me dijo. Pero las mujeres del elenco y el equipo técnico opinaban distinto. Incluida Norah Jones. Votamos, ganaron las chicas y terminé filmando la escena tal como la había imaginado.
–Dicen que usted probó quince posiciones de cámara distintas para esa escena. ¿Es verdad?
–Mmmhhh... No, quince no fueron. Habrán sido unas diez. Lo que sucede es que ése es el único momento en que hay un contacto físico entre ambos. Hasta entonces siempre se les interpone la barra del bar, que los obliga a mantener distancia. Así que esa escena era muy importante, exigía un plano muy especial. Esto hizo que filmarla resultara incómodo físicamente, ya que se requería mucha técnica.
–¿Cómo fue el proceso de producción, comparado con el de su película anterior, 2046, que le insumió un largo tiempo de preparación? Hasta donde se sabe, terminó El sabor de la noche en la fecha estipulada, lo cual en su caso también es bastante atípico...
–El sabor de la noche es como una primera película para mí, en la medida en que tuve que lidiar con un sistema de producción nuevo. Filmar en Estados Unidos es muy caro. Incluso una película como ésta, que es una producción independiente, en la que yo mismo hice las veces de coproductor. Eso nos obligó a ser muy cautos y eficientes en lo concerniente al gasto, y representó una considerable fuente de presión. En el caso de 2046, por el contrario, yo estaba trabajando en el interior de un sistema que conozco. Por lo cual le diría que, por más que el tiempo insumido haya sido más breve, producir El sabor de la noche resultó para mí más agotador que 2046.
–Comparando con su anterior experiencia en el extranjero, cuando rodó Felices juntos en la Argentina, en 1997, ¿cómo le resultó ésta?
–Lo que me llevó a rodar Felices juntos en la Argentina fue que sentía mucha curiosidad por conocer Buenos Aires. Me despertaba curiosidad el hecho de que esa ciudad fuera la antípoda exacta de Hong Kong. Por eso filmamos allí: por una cuestión geográfica. En el caso de El sabor de la noche, lo que nos llevó a filmar en Estados Unidos fue Norah Jones, porque ella no puede hablar otro idioma que no sea inglés. Una vez allí, me dije a mí mismo que por qué quedarme en Nueva York y no aprovechar para conocer un poco más el país. Eso convirtió la película en una road movie.
–¿Por qué eligió como protagonista a Norah Jones, que nunca antes había actuado? ¿La vio en algún video y quedó impresionado?
–No, nunca la había visto. Pero la había escuchado, y eso me llevó a querer trabajar con ella.
–¿Qué le hizo pensar que podía actuar, sin tener experiencia previa?
–Bueno, por esa razón primero arreglé un encuentro con ella. No es la primera vez que trabajo con una cantante, y tampoco la primera en que lo hago con una debutante. Así que a esta altura ya sé en qué cosas me tengo que fijar para saber si la persona puede actuar o no...
–¿Qué clase de relación tiene usted con los objetos? En Chungking Express una chica hablaba con un jabón, y acá da toda la impresión de que tanto un manojo de llaves como las tortas de arándano algo nos están diciendo.
–La historia tiene lugar en una cafetería. Yo trabajé un tiempo en una cafetería, a los 17 o 18 años. Eso me permitió observar que en esa clase de lugares los clientes siempre se dejan algo olvidado. En este caso es un manojo de llaves pero, si no, pueden ser paraguas, encendedores, cigarrillos, anteojos de sol... En cuanto a las tortas de arándano, es lo que sirven en esa clase de lugares...
–El sabor de la noche parece una película más leve y descontraída que sus últimos trabajos. ¿Eso fue intencional de su parte?
–En cierta medida, sí. Después de Con ánimo de amar y 2046 me empezaron a caracterizar como “un director que hace películas con mujeres vestidas con trajes chinos, en los años ‘60”, por lo cual me pareció que era hora de moverme en otra dirección. Hasta el punto de que es posible que mi próxima película sea una de artes marciales...
–¿Ah, sí? ¿Cómo es eso?
–Es una película sobre Bruce Lee. Bueno, no exactamente sobre él sino sobre su maestro.
–No es fácil asociarlo a usted con Bruce Lee. ¿Cómo llegó hasta él?
–Me parece un personaje muy interesante. No sólo por su condición de experto en artes marciales sino por su carácter lleno de contradicciones, con su formación en China, pero también su educación occidental. Tenga en cuenta que él nació en San Francisco, hijo de una familia de inmigrantes, y recién en su juventud viajó a Asia, antes de volver a Estados Unidos y consagrarse como estrella del género. No es un proyecto de ahora: desde hace diez años que le estoy dando vueltas.
–Pero además está desarrollando otro proyecto, ¿no?
–Sí, un drama de espionaje que transcurre en los años ’30 y se llama La dama de Shanghai.
–¿Una remake de la película de Orson Welles, no?
–No, es otra historia. Sólo el título coincide.
–Pero apareció en Internet que se basa en la misma novela...
–No le crea a todo lo que lee en Internet.
* Introducción, traducción y selección: Horacio Bernades.
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